La adaptación al medio

  Para llevar a cabo la construcción de viviendas en las laderas del cerro de La Bastida los pobladores argáricos se encontraron con la dificultad que ofrecía el desnivel del terreno, para salvarlo y procurar la defensa del asentamiento aterrazaron los diversos espacios, en los que ubicaron sus moradas. Este sistema constructivo desvela una primera tendencia en la ordenación de calles, terrazas y pequeñas plazas, que hacen de la cultura argárica y de La Bastida una de las primeras representaciones de cierto urbanismo en el Sureste de la Península Ibérica.

  Las viviendas de las laderas del cerro de La Bastida presentaban la típica estructura de casa argárica, compuesta por muros de piedra o adobe y una techumbre realizada a base de madera, ramas y barro, que impermeabilizaba el interior. Las calles o vías de comunicación entre viviendas nacían por la necesidad de espacios para el paso humano y de ganado. Estos pasos comenzaron siendo una adaptación al terreno, debido al aterrazamiento de la ladera, para acabar convirtiéndose en un principio de urbanismo organizado para el mejor alineamiento de las estancias y una mayor comodidad para la circulación interna del asentamiento. Algunas calles disponían de escalones excavados en el piso, que facilitaban el tránsito de personas, suavizando de esta manera la fuerte pendiente del cerro. De la unión de algunas vías resultan espacios amplios, que acogían diferentes actividades relacionadas con la vida diaria del poblado.

  De acuerdo con las excavaciones realizadas, durante su época de máximo esplendor (en torno al 1550 a.C.), el poblado dispondría de un número de viviendas aproximado de entre 100 y 150, ocupadas por una población de 600 u 800 personas. Las casas podían estar agrupadas en barrios (probablemente asociados a las distintas terrazas del cerro), dependiendo de la función de sus habitantes y la escala social, así la clase social privilegiada tenía su residencia en la zona superior del cerro, mientras que en la zona baja se ubicarían viviendas, en las que se realizaban trabajos con el metal o los molinos de cereal.

  La defensa del poblado

  Las construcciones defensivas eran habituales en los poblados argáricos en altura. El cerro de La Bastida permanece rodeado en sus tres cuartas partes por cortes abruptos en el terreno, proporcionados por el Barranco Salado y la Rambla de Lébor. Aunque se presuponen estas edificaciones defensivas, aún no se ha confirmado su presencia, no obstante, según algunos especialistas, el espacio Norte del cerro no tendría la facilidad defensiva que otorgan los desniveles anteriores, por lo que proponen este punto como el lugar donde debió construirse una muralla para proteger el poblado, así como un cerramiento amurallado para la zona superior, en la que se ubicarían las viviendas de la alta jerarquía argárica.

  Diversas fases de habitación

  A lo largo de la vida del poblado de La Bastida las edificaciones del cerro fueron ampliando su superficie y añadiendo estancias anexas, que complicaron el entramado urbanístico de las calles. Las casas transformaron sus plantas, pasando de las más primitivas con forma absidal a edificaciones de planta cuadrangular o rectangular. Con todo, los niveles de ocupación indican que simplemente se ampliaron las viviendas para poder utilizar más espacio en la ladera, pero se continuó construyendo con los mismos sistemas y materiales propios del mundo argárico.