En un cerro a escasos 5 kilómetros de la ciudad de Totana se descubrió durante la segunda mitad del siglo XIX el poblado argárico de La Bastida. Situado entre los años 1650 - 1100 a.C., está considerado uno de los yacimientos de la cultura de El Argar más destacados y de mayor dimensión del Sureste peninsular. Durante los últimos años del siglo XIX y a lo largo del XX, el yacimiento fue estudiado por numerosos arqueólogos como los hermanos Siret, Vicente Lull y Julio Martínez de Santa Olalla, ofreciendo importantes hallazgos que corroboraban su importancia. La elección del cerro de La Bastida para el establecimiento de un poblado estuvo determinada por las excelentes condiciones físicas, geográficas y medioambientales del lugar. Como sucede en otros poblados argáricos, sus habitantes buscaron una ubicación con fácil defensa, así como la proximidad a cursos de agua y recursos tales como zonas cultivables o canteras de mineral. El cerro de La Bastida permitía, a su vez, controlar la importante vía de comunicación, que conformaba el corredor del Valle del Guadalentín.

  Las excavaciones realizadas en La Bastida han sacado a la luz veintiún departamentos repartidos en trece viviendas de diversas plantas y cerca de ciento veinte enterramientos en el subsuelo de las casas o próximos a ellas. Los vestigios que aún quedan por investigar indican que el cerro estaría ocupado en su práctica totalidad por viviendas, situándose en la zona alta las pertenecientes a las familias más poderosas, mientras que en el sector inferior se emplazarían las más humildes. Es bastante probable que el asentamiento interactuase con pequeños poblados y granjas ganaderas dispersos por los alrededores, siendo La Bastida el núcleo organizador de todas las actividades de la zona. El nacimiento del Parque Didáctico y Centro de Interpretación de La Bastida de Totana está consiguiendo que la Historia de la zona y, en concreto, del cerro argárico, vuelva a poseer la importancia que alcanzó durante su época de máximo esplendor, hace más de 3.500 años.

  Nacimiento de La Bastida

  Durante gran parte del segundo milenio a.C. (concretamente entre 1650 y 1100 a.C.), se desarrolló en un cerro situado a 5 kilómetros de Totana el poblado de La Bastida, un núcleo urbano perteneciente a la cultura de El Argar. Se trata de uno de los asentamientos más relevantes de la Región de Murcia y de la Edad del Bronce europea, descubierto en el tercer cuarto del siglo XIX por el ingeniero granadino Rogelio de Inchaurrandieta.

  Este poblado experimentó su época de mayor esplendor alrededor del año 1550 a.C., momento en que ocupaba una superficie de 40.000 m2 y estaba formado por 100 o 150 viviendas rodeando el cerro, que acogían una población de entre 600 y 800 habitantes. Este altozano resultaba el lugar idóneo para establecer un poblado argárico, ya que disponía de una buena situación estratégica para controlar el Valle del Guadalentín y de la presencia de un barranco y una rambla que lo abastecían de agua, además de producir los cortes necesarios en el terreno para dotar de mejor defensa a la población. Otra de las ventajas que ofrecía el emplazamiento eran las tierras que lo circundaban, aptas para el cultivo de secano y regadío, poseedoras de materias primas básicas para la vida cotidiana de sus habitantes como madera, mineral para el metal, arcilla para la cerámica, etc...

  Es probable que La Bastida fuese el núcleo principal de una serie de asentamientos cercanos, que dependían de ella, y contribuían a la alimentación de la población del cerro a través de la aportación de cereal y ganado. Algunos de estos núcleos menores eran Las Anchuras, Los Picarios, Las Cabezuelas, Cabeza Gorda, Cueva de la Copa, Cabezo de Guerao o Las Cuestas, incluso varios quedaban unidos visualmente al poblado base.

  Las edificaciones del cerro

  Las buenas condiciones orográficas, estratégicas y medioambientales del cerro de La Bastida de Totana permitieron al poblado argárico la defensa y abastecimiento de sus habitantes, posibilitando la construcción de terrazas en las laderas del cerro, así como el incremento del número de viviendas y la consecuente expansión del poblado. Los aterrazamientos, unidos a la adaptación a las curvas de nivel de la elevación montañosa, reflejan los primeros visos de urbanismo, estructurado a través de pasos de unos niveles a otros mediante huecos escalonados y calles que comunicaban las distintas terrazas.

  El orden y disposición de las casas estaba determinado por la jerarquía imperante en la sociedad argárica, que equiparaba el descenso en altura al descenso en la pirámide social, de manera que en el sector más elevado del cerro aparecían las viviendas de las familias poderosas, mientras que las zonas bajas estaban ocupadas por modestas residencias y lugares de trabajo. Las edificaciones de este cerro siguen el modelo argárico de casa rectangular con terminación semicircular, lo que se conoce como casa absidal, avanzan hacia nuevas formas adaptándose al terreno, buscando ser más cómodas y funcionales, apareciendo las viviendas con planta pentagonal, rectangular pura, cuadrada y circular, ésta última empleada para realizar trabajos concretos como guardar el ganado. Los sistemas constructivos se basaban en muros de piedra con argamasa, enlucidos con adobe o zócalos de piedra sobre los que se levantaba un muro de adobe, aunque esta última tipología fue más habitual en los poblados de llanura del Valle del Guadalentín como el Rincón de Almedricos en Lorca.

  Un poblado aglutinador de actividades

  Resulta sorprendente la especialización que alcanzó la población de La Bastida en materia de abastecimiento, centrándose en actividades muy características de la cultura argárica, como el molido de cereal y la producción de piezas de cerámica o metal. No obstante, el asentamiento presenta rasgos particulares como son la gran cantidad de producción cerámica, tanto para el ajuar funerario como para el doméstico, así como la existencia de lugares específicos para la realización de elementos de metal, que le confieren un grado de especialización hasta entonces desconocido. Un núcleo poblacional como La Bastida, con una producción especializada de piezas de cerámica y metal, abastecía a entidades más pequeñas de su entorno e incluso llegaría a comerciar con las ubicadas en las tierras de la actual Lorca.

  Final de La Bastida

  Con el paso de los años La Bastida iría cambiando su fisonomía. La creciente población obligaba a nuevas adaptaciones en las terrazas construidas en el cerro, así como al aumento de estancias en el interior de las viviendas, transformaciones que se reflejaban en la complicación y estrechamiento del entramado urbano. Entre los años 1350 y 1100 a.C., etapa conocida como Argar Tardío, el poblado experimentó un declive progresivo, que culminó con su extinción definitiva. Aunque se desconocen las circunstancias concretas que empujaron a una cultura tan compleja como la argárica a su total desaparición, algunos de los detonantes pudieron ser el incremento demográfico, superior al de la producción, la crisis generalizada de los pueblos del Mediterráneo, el descenso de poder de los núcleos más importantes (caso de La Bastida) en beneficio de las zonas periféricas y la crisis medioambiental, que influyó negativamente en la producción de alimentos. A pesar de la conjunción de factores adversos, los especialistas no han llegado a un acuerdo unánime, que explique la pérdida de valores políticos y económicos de la cultura argárica, definida por algunos como estado y su consecuente desaparición.

  Una nueva esperanza

  Durante los años 80 del siglo XX la Universidad de Murcia publicó varios estudios, que complementaban y avanzaban los realizados por Luis Siret, a finales del siglo XIX, y Julio Martínez de Santa Olalla, en la década de los cuarenta del siglo XX. En los años noventa vieron la luz varios trabajos monográficos sobre el yacimiento de La Bastida de Totana, centrados en su urbanismo y producción cerámica, así como en la relación de El Argar del Valle del Guadalentín con el almeriense.

  Fue en el año 2003 cuando, en colaboración con el Ayuntamiento de Totana, se acometió una campaña arqueológica para realizar labores de limpieza y consolidación de las estructuras de habitación, localizando nuevos hogares, enlucidos y cerámicas. Estos nuevos descubrimientos, unidos al trabajo del Ayuntamiento de Totana y la nueva política patrimonial de la Región de Murcia, animaron a materializar la idea de construir un Parque Didáctico y Centro de Interpretación junto al poblado argárico de La Bastida, al objeto de potenciar su valor arqueológico, medioambiental, histórico y turístico. La inauguración de este centro en el año 2007 ha permitido mostrar al gran público el mundo argárico de La Bastida y el pasado del municipio de Totana. En este espacio se conjugan exposiciones permanentes y temporales, zonas de ocio, reconstrucciones de viviendas del yacimiento y visitas a los restos arqueológicos, con el disfrute de un entorno natural de gran valor. El centro busca ser una punta de lanza, que facilite futuras actuaciones en la zona arqueológica de La Bastida.