Villa de realengo

   Mula fue villa de realengo desde que fue reconquistada por Castilla, tras la negativa de la ciudad a unirse al pacto de Alcaraz de 1243, suscrito entre Fernando III y el reino taifa de Murcia, que con el tratado quedaba bajo el Protectorado de Castilla. Los privilegios que Mula obtenía como villa de realengo se vieron incrementados con la donación, en 1245, del Fuero de Córdoba, lo que le permitía a la villa escoger a los miembros de su Concejo. Hay que sumar a estos hechos la soberanía que Mula llegó a ejercer sobre aldeas cercanas como Campos, Bullas, Pliego o Albudeite, lo que amplió considerablemente su término municipal.

   Los Fajardo

   En el siglo XV el destino de la villa cambió radicalmente, ya que en 1430 el rey Juan II concedía a Alfonso Yánez Fajardo, adelantado del reino de Murcia, la ciudad de Mula, convirtiéndola de esta manera en un señorío. El origen de los Fajardo se esconde tras algunas familias gallegas de noble alcurnia, aunque se cree que podrían haber tenido ascendencia musulmán. En todo caso eran señores muy influyentes que fueron recibiendo de los monarcas honores y títulos para pagar su colaboración y ayuda a la Corona de Castilla.

   En 1507, y tras diversos avatares entre esta familia y los monarcas, se le concedió a Pedro Fajardo el primer Marquesado de los Vélez. Fue con este primer noble Fajardo con quien comenzaron las disputas y conflictos en Mula. Las continuas injerencias de la familia Fajardo en las decisiones del Concejo y su pertinaz intento por manipular a sus integrantes tuvieron una primera crisis en 1520, con una revuelta popular que obligaría a Pedro Fajardo a respetar los privilegios medievales del Fuero de Córdoba referentes al nombramiento de los cargos del Concejo. En 1527 la Corona admitía que Mula era posesión de Pedro Fajardo, pero en 1555 se reconocen los privilegios de la villa por los cuales los cargos concejiles podían seguir siendo nombrados libremente por la villa. La presencia de los Fajardo en Mula concluiría en el primer tercio del siglo XVII cuando otras familias, como las de los Melgarejo o los Molina y Campos pugnarían por controlar los cargos del Concejo y, con ello, la inmediata influencia en el devenir de la villa.