Primeras referencias

   La primera alusión a Iberia y a unos habitantes con el nombre de íberos aparece en la Ora Marítima de Rufo Festo Avieno, que recoge un viejo periplo griego del s. VI a. C. Al margen de esta mención, Iberia aparece en los textos antiguos, con un valor geográfico, como el nombre con que los griegos denominaron a la parte de la Península que fue incorporándose a su red de colonias comerciales y que comprendería la zona mediterránea y la atlántica meridional. Posteriormente, a partir de la conquista romana se consagrará el término de Hispania, que se aplica genéricamente a toda la Península, mientras que el de Iberia cae en desuso.

   La Segunda Guerra Púnica

   Con respecto a la información que nos aportan las fuentes clásicas griegas y romanas referentes a Iberia y a los íberos, resultan muy parcas y, la mayoría, surgen a raíz de la intervención de Roma en la Península. Los historiadores se ocuparon de relatarnos su conquista y, precisamente, ante la necesidad de consolidar esa conquista y la de organizar la explotación de las nuevas tierras, será lo que les impulsará al conocimiento del país y de sus gentes. Así nos encontramos ante historiadores, geógrafos y tratadistas como Estrabón  (geógrafo griego s. I a. C.); Mela (geógrafo latino s. I d. C.); Plinio  (procurador en la Bética, s. I d. C.); Columela (tratadista de agricultura, s. I d. C.) o Ptolomeo (astrónomo y geógrafo griego, s. II d. C.). Todos ellos recogerán algunos datos preciosos para el conocimiento de la geografía y de los pueblos que habitaron en la Península.

   En muchos casos se trata de apuntes geográficos en los que aparecen nombres de ciudades, pueblos o las rutas que enlazan unos con otros. La ruta principal de esta red es la que conocemos como Vía Heraklea, que será después la Vía Augusta, columna vertebral de la cultura tartésica y la ibérica. Otra vía con especial protagonismo fue el Camino de Aníbal, que se utilizará hasta bien entrado el Imperio Romano.

   Pero en determinados aspectos como el religioso o social, las fuentes son prácticamente nulas, ya que apenas aportan datos que den alguna luz sobre determinados aspectos de la vida cotidiana de los íberos, su organización política y social. Lo que se traduce, por ejemplo, en que no sabemos cómo se llamaron los íberos así mismos (políticamente nunca formaron una unidad) y aparecen citados por las fuentes como una serie de etnias distintas como edetanos, contestanos, mastienos, ilergetes,... que presentaban unos rasgos comunes. Tampoco conocemos el nombre de ninguno de sus dioses.