Casco Ibérico de El Cigarralejo
Casco Ibérico de El Cigarralejo


   La organización tribal de los íberos y la ausencia de una estructura política común ocasionaron que estos pueblos nunca tuvieran un ejército organizado. Los guerreros constituyeron un grupo de relevancia dentro de la sociedad ibérica, sobre todo a lo largo de los siglos V y IV a. C., cuando el dominio de la elite aristocrática es predominante en esta sociedad. Las fuentes clásicas recogen distintas noticias de soldados ibéricos enrolados como mercenarios en los ejércitos griegos y cartagineses, combatiendo en el Mediterráneo central en uno u otro bando desde el s. V a. C. En época tardía engrosarán igualmente las tropas auxiliares romanas. Normalmente se les empleó como infantería ligera.

   En las necrópolis ibéricas se reconocen fácilmente los enterramientos de guerreros, ya que éstos se incineraron con sus armas. La investigación ha podido reconstruir el equipo del soldado por los hallazgos materiales de armas y por las representaciones que de ellas hay en pinturas cerámicas y en esculturas ibéricas. Por otra parte, las fuentes nos testimonian la gran pericia de los íberos en la fabricación de las armas, con el dominio de la forja.

   Elementos integrantes de la panoplia

   La panoplia de un soldado ibérico está formada por:
-La falcata. Sable de hierro, de hoja plana ligeramente curvada, con el filo en una cara y, por lo general, en el último tercio del borde. La longitud de la hoja oscila entre los 55-70 cms. La empuñadura presenta una forma de cabeza de pájaro o de caballo, recubriéndose con cachas de madera y, a veces, de hueso. La funda era de cuero reforzada con tiras de hierro y rematada con una contera también de este metal.  Se empleó para pinchar y dar tajos, usándose de arriba hacia abajo, de modo que toda la potencia del arma se descarga sobre el punto elegido, que puede ser el cuello, la cabeza o el hombro de un enemigo.

   La caetra o escudo circular estaba fabricado en cuero y madera. Únicamente se han recuperado los elementos metálicos que se circunscriben al asidero de hierro para empuñarlo. Consiste en una placa denominada manilla y nos ofrece el diámetro del escudo que, según el modelo y la época, puede oscilar entre los 25-30 o 50-60 centímetros. En ocasiones se han recuperado umbos metálicos en hierro o bronce. Existe otro modelo de escudo de gran tamaño y forma alargada, denominado scutum.

   Varios tipos de lanzas en hierro, en función de la moharra de la punta. Oscilan entre los 15-20 y 40-60 cms de longitud. El enmangue donde se engastaría el astil de madera se presenta hueco, por lo general por un anillo de bronce inserto en su extremo, de modo que asegurase la perfecta sujeción del hierro a la madera. El otro extremo de la lanza es el regatón también en hierro, cuya finalidad era la de no despuntar la lanza cuando ésta no era usada. Las lanzas pueden ser arrojadizas o empuñadas. El soliferreum es un tipo especial de lanza arrojadiza de 2 o más metros de longitud, fabricada en hierro.

   Junto a las armas mencionadas con anterioridad, existen otras menos frecuentes, reservadas a las elites dirigentes como las grebas o espinilleras y los cascos metálicos o de cuero, con refuerzos y adornos metálicos y los discos-coraza, fabricados también en este metal.

   Indumentaria del guerrero

   La indumentaria básica del guerrero estaría compuesta por faldellín corto, ceñido con un ancho cinturón que cerraba con una hebilla de bronce o hierro decorada con nielados de plata. Pectoral y cota de malla en época más tardía, para proteger el cuerpo. Botas altas de cuero. Casco adornado con grandes penachos de plumas y espinilleras. La ropa y el manto se sujetaban con imperdibles o fíbulas. Los hombres solían portar pendientes de oro, tal y como atestiguan los ajuares funerarios de necrópolis como El Cigarralejo de Mula  o Coimbra del Barranco Ancho de Jumilla.