Aledo vs. Totana: el movimiento comunero

      Frente a Totana, villa comunera, Aledo se mostrará como la defensora de los derechos del rey Carlos I.

      Sin embargo el traslado del núcleo de poder hacia el llano y Totana será inevitable.

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      El tránsito del Medioevo a la Modernidad fue un periodo de tensiones en el que diferentes poderes pugnan por alcanzar mayores cuotas de influencia. La crisis sucesoria planteada tras la muerte de Isabel la Católica (1504) concluiría con el acceso al trono de Carlos I (1519-1556), monarca extranjero, ausente de su no, pero que involucraba a sus súbditos castellanos en la financiación de sus pretensiones imperiales.

El levantamiento comunero en Castilla

      En abril del año 1520 estallaba en Castilla la revolución de los Comuneros o revuelta comunera, un complejo movimiento político y social con amplia base popular que pretendía acabar con los privilegios de la realeza y de las oligarquías, heredados de las estructuras feudales de la Edad Media. Se organizaba entonces la Santa Junta, una asamblea representativa de las comunidades comuneras, con sede en la ciudad de Tordesillas (Valladolid).

      El movimiento rebelde tuvo un carácter fundamentalmente urbano, se extiende por las ciudades castellanas. En la actual región murciana núcleos como Caravaca, Cehegín, Lorca, entre otros, además de la propia capital, participaron en ese movimiento rebelde y enviaron tropas al cerco de Aledo donde se habían refugiado los regalistas, partidarios de la monarquía hispánica.

El movimiento comunero en la comarca del Guadalentín

      A penas transcurridos seis meses del inicio de la revuelta, en agosto de 1520, los vecinos de Totana, una aldea dependiente de Aledo, se sumaban a la revuelta y proclamaban su "comunidad e liga jurada" que pretendía sustituir al concejo, institución dominada por los representantes de la Orden de Santiago.

      Como en otros lugares, la revuelta popular fue dirigida por un personaje muy conocido y con un gran prestigio social. El capitán Bartolomé de Cayuela se erigió en capitán de la revuelta estableciendo la Comunidad de Totana formada por unas sesenta y dos familias, que se mantuvo vigente prácticamente durante todo un año.

      La villa de Aledo, como sede de los poderes real y eclesiástico, pronto se convirtió en el lugar desde el cual presionar a los rebeldes. El 7 de abril de 1521 el cura Francisco Sánchez, en la iglesia de Santa María y ante todos los feligreses, consumó la excomunión de los rebeldes siguiendo las directrices de la bula papal de León X que instaba a los comuneros a deponer su actitud.

      Poco después, los comuneros se decidieron a tomar Aledo. Armados con cuatro piezas de artillería y un cañón, bombardearon la población durante diez días, desde el 18 hasta el 27 de abril, día que la villa fue entregada. No obstante, la fortaleza no sería entregada y el cerco se prolongaría durante ochenta días más. El episodio se saldó con varias muertes e importantes daños materiales: se destruyeron casas y se asaltaron haciendas, las murallas quedaron muy afectadas. Como es habitual, el bando vencedor probablemente exageró los desmanes realizados por el bando comunero y creó figuras heroicas como la del capitán Bartolomé de Cánovas, defensor de Aledo frente a los comuneros.

El fin del levantamiento

      Las tropas imperiales lograron expulsar a la Junta de Tordesillas y en abril de 1521 derrotaban a las milicias comuneras en la población vallisoletana de Villalar, siendo sus tres cabecillas Padilla, Bravo y Maldonado, ejecutados. Un exultante Carlos I recompensaba a los miembros de la alta nobleza que le habían apoyado en la contienda otorgándoles el título de Grandes.

      La villa de Aledo, donde se habían hecho fuertes los regalistas, fue recompensada por el emperador siéndole concedido el título de "leal". Una vez finalizado el conflicto, todos los miembros de la Comunidad de Aledo y Totana fueron juzgados y sentenciados a muerte por traición a la Corona. Todo ello acontecía en el mes de junio de 1521, unos meses después, ya en 1522, Carlos I otorgaba el perdón a los rebeldes, por lo que la pena capital nunca se llevó a término. En realidad, la mayoría de los comuneros no sufrieron represión y volverían a integrarse en la sociedad local.