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Dos días hemos tardado desde que salimos de la ciudad de Murcia, hasta llegar a Lorca, desde donde su Alteza, bien aconsejado, ha decido emprender la ofensiva hacia la ciudad nazarí de Vera. En verdad este castillo de Lorca es una fortaleza imponente que domina todo el territorio y el lugar idóneo para romper la frontera de los moros.
Aquí nos aguardaban con sus tropas el adelantado don Juan Chacón y el marqués de Cádiz, con otras gentes y caballeros, que días antes habían partido hacia Lorca para ir preparándolo todo para nuestra llegada.
Su Alteza hizo la entrada en esta ciudad a las dos de la tarde, de manera oficial y solemne, con el juramento de guardar fueros y exenciones y demás fórmulas de rúbrica, tal y como se hizo en la ciudad de Murcia. En nada tiene que envidiar el recibimiento dado por los lorquinos al rey, del que los murcianos dieron el día 26 de abril a nuestros amados soberanos.
Juan de Alcocer, notario de la ciudad de Lorca, ha sido el encargado de dar testimonio de la entrada del Rey don Fernando en ella. Su Alteza llegó a la puerta del monasterio de Nuestra Señora Santa Olalla, donde estaba puesto y adornado un altar para el recibimiento de su real majestad, estando todos los clérigos y el arcipreste Johan Valero presentes, portando éste en sus manos una cruz de cristal muy devota y el santo misal. Tras recibir homenaje de los vecinos y jurar sus fueros, su Alteza cruzó la ciudad para subir al castillo.
Al estar todas las tropas ya reunidas, el Rey ha manifestado su deseo de tomar la ciudad de Vera cuando antes, y más tras escuchar los rumores que nos llegan de que los habitantes de Vera no tienen intención de oponer resistencia. Pero no debemos fiarnos, porque ya se sabe que en asuntos de guerra el Diablo auspicia las mentiras.
Las tropas salen mañana hacia Vera, y este cronista regresará a Murcia a esperar noticias junto la reyna y su corte.
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