Busto de Escipión
Busto de Escipión "El Africano"

    La elección de un nuevo general

    Roma necesitaría un esfuerzo mayor para recuperar la iniciativa en España tras el fracaso de las operaciones de los escipiones; y el senado, plenamente consciente de que la Península era el único lugar desde donde podían ser enviados refuerzos a Aníbal, decidió dar un nuevo impulso a las operaciones nombrando un nuevo general con poderes consulares en sustitución de Publio Cornelio Escipión. Pero cuando el senado pidió ante pueblo, reunido en comicios, que se presentaran los candidatos para el cargo, nadie se presentó.

    ''Y volviéndose todos hacia los magistrados, miran las caras de los dirigentes que se observaban unos a otros, y empiezan a murmurar que la situación estaba tan perdida y había tal desesperanza en la república que nadie se atrevía a asumir el mando supremo para España, cuando, de pronto, Publio Cornelio, hijo de ese Publio Cornelio que había caído en España, de unos veinticuatro años de edad, declarando que él se presentaba, se colocó en un lugar más alto desde todos le pudiesen ver.'' (T. Livio 21.18.6-7)

    Entre el entusiasmo popular fue elegido y nombrado procónsul, en una acción sin precedentes legales por la edad del candidato. Pero esto no era algo extraño al espíritu romano.

    Escipión, tras la muerte de su padre, se había convertido en la cabeza de una de las familias patricias más poderosas de Roma, y podía contar con el apoyo de una extensa red de clientes y seguidores. Además las fuentes están de acuerdo en presentarlo como un personaje carismático, un líder nato desde edad muy temprana. El senado, empujado por la aclamación popular, confirmó la elección y le entregó ocho mil soldados y el encargo de mantener a Asdrúbal Barca a raya en la Península.

    La llegada a la península

    Escipión llegó a España a finales del verano de 210, y empleó el resto del año en reorganizar sus fuerzas, consolidando la fidelidad de los pueblos indígenas del nordeste y elevando la moral de sus tropas. A principios del verano de 209 estaba listo para actuar.

    Mientras tanto Asdrúbal Barca, perfectamente informado de la recuperación romana, preparó la defensa él mismo, con un poderoso ejército, se situó entre los carpetanos, en el camino de acceso al valle del Guadalquivir a través de la actual provincia de Albacete, la ruta que habían seguido hasta entonces los ejércitos romanos que se dirigían a la Oretania. Su hermano Magón, acampado entre los oretanos, aseguraba la fidelidad de los pueblos de la zona a la vez que estaba listo para acudir en apoyo de Asdrúbal. Asdrúbal Giscón, por su parte, se mantenía en reserva en la Turdetania, aunque Polibio da a entender que, tras reñir con los Barca, estaba más interesado en imponer tributos a los indígenas que en combatir en los romanos.

    Objetivo: Quart Hadast   

    Escipión se veía enfrentado, como su padre y su tío antes que él, a luchar con potentes ejércitos enemigos lejos de sus bases, la causa de la catástrofe de 211. Por lo tanto resolvió atacar el corazón del reino bárquida, tomando como objetivo su capital, Cartagena. Era una estrategia de gran riesgo, puesto que podía quedar atrapado entre el ejército de Asdrúbal y el mar, pero contaba con una poderosa flota, que le aseguraba una línea de aprovisionamiento y escape.

    El avance fue muy rápido, y tras siete días de marcha forzada, seguido por la flota al mando de Cayo Lelio, su legado, llegó a las puertas de Cartagena, encontrando allí únicamente una guarnición de dos mil cartagineses. La ciudad fue tomada por asalto al día siguiente, sin que Asdrúbal ni Magón  tuvieran opción alguna de socorrerla.

    La pérdida de Cartagena fue una catástrofe para los Bárquidas, no sólo por los recursos allí almacenados o por la pérdida de la mejor línea de comunicación con África. Significó la defección de los pueblos indígenas de Levante, que se aceleró cuando Escipión comenzó a devolver a sus villas los rehenes iberos allí confinados. Los edetanos, los basetanos y los ilergetes, hasta entonces fieles aliados de los Barca, pasaron al bando romano. Pero sobre todo, con la toma de Cartagena por los romanos desapareció el símbolo de la dominación bárquida en la Península, algo que todos los pueblos hispanos comprendieron de inmediato.

    ''Los iberos que, en las regiones citadas, anteriormente habían sido aliados de los cartagineses, fueron y se entregaron a la lealtad de los romanos.  A medida que se iban encontrando con Escipión le llamaban rey. El primero que lo hizo, que lo veneró, fue Edecón [rey de los edetanos], y a continuación, Indíbil y los suyos [los ilergetes]. Hasta aquel momento, Escipión no hizo caso de la palabra. Pero después de la batalla [de Bécula, en 208] le llamaba rey ya todo el mundo...'' (Polibio, 10.40.2-4).

    La conquista de Cartagena, la ciudad regia de los bárquidas, había cambiado totalmente la situación, y así como Asdrúbal y Aníbal habían sido antes reyes de los iberos desde Cartagena, el cambio de manos de la ciudad implicó la transferencia del símbolo de la soberanía sobre España. Los bárquidas no volverían a recuperar su imagen de familia real, y Asdrúbal Barca, que hasta entonces había luchado para defender su reino, comenzó a considerar la inutilidad de seguir combatiendo en España y la posibilidad de trasladarse a Italia para luchar al lado de su hermano Aníbal.

    El retroceso cartaginés

    En 208 Escipión penetró con sus tropas y un gran número de contingentes iberos en territorio oretano. Asdrúbal Barca, sin demasiada confianza, le salió al paso en Baécula, la actual Bailén, pero tras las primeras escaramuzas, reconociendo su inferioridad, se retiró hacia el norte a través de Despeñaperros, y dejó a Escipión el control del valle del Guadalquivir.

    Una vez llegado a la Meseta tuvo lugar un encuentro con los otros dos generales cartagineses. En esa conferencia Asdrúbal Barca, desanimado, anunció su propósito de dejar la Península. Sus tropas hispanas eran ya inseguras, ante la popularidad alcanzada por Escipión y las continuas deserciones. Sólo alejándolas de España podría contarse con su fidelidad.

    Asdrúbal Barca partió inmediatamente hacia Italia, donde murió en combate al año siguiente, sin poder unirse a su hermano Aníbal. Asdrúbal Giscón y Magón Barca permanecieron en la Península, reforzados por nuevas tropas procedentes de Cartago. Tras fracasar en el intento de sublevar contra Roma a los celtíberos de la Meseta, Asdrúbal y Magón terminaron por hacerse fuertes en el territorio turdetano del golfo de Cádiz.

    Pero al año siguiente fueron derrotados por completo en Ilipa, (Alcalá del Río) por el ejército de Escipión, y los turdetanos se pasaron en masa a la fidelidad romana. Asdrúbal Giscón y Magón se vieron confinados con los restos de sus tropas en Cádiz, inaccesible a un asalto romano.

    El fin del reino bárquida

    Asdrúbal Giscón no tardó en abandonar España, mientras Magón intentaba mantener la guerra. En 206 hizo un último intento desesperado, aprovechando las dificultades por las que pasaba Escipión, ocupado en el asalto de las últimas villas iberas que se resistían a su ocupación, enfrentado a una rebelión de los ilergetes y amenazado por un motín entre sus propias tropas.

    Magón, embarcó sus últimas fuerzas, unos pocos miles de hombres y algunas naves, y comenzó a recorrer la costa sur de la Península. Al llegar a Cartagena, la antigua capital de su familia, concibió el propósito de asaltarla por sorpresa, anclando sus naves en el puerto y desembarcando sus tropas. Pero los romanos no fueron sorprendidos.

    ''... se había avistado la flota y resultaba evidente que había anclado frente a la ciudad no sin motivo. Por lo tanto, dispuestos y armados estaban tras la puerta que da a la laguna y el mar. Cuando los enemigos [los cartagineses], una desordenada tropa mezcla de marineros y soldados, llegaron a la muralla con más alboroto que fuerzas, abierta de repente la puerta, los romanos salieron entre gritos y persiguiéndolos hasta la orilla provocaron muchos muertos entre los enemigos, asustados y rechazados en el primer asalto y con la primera andanada de dardos.'' (Tito Livio, 28.36.7-9)

    Magón tuvo que regresar derrotado a Cádiz, sólo para descubrir que los ciudadanos le habían cerrado las puertas y estaban en tratos con  los romanos. Abandonó entonces toda esperanza y navegó hacia el norte de Italia, con la idea de sublevar a los ligures y reunirse con su hermano Aníbal, pero murió antes de lograrlo. El reino bárquida de Cartagena desaparecía con él en las penumbras de la Historia Antigua.