Para muchos contemporáneos, la 2ª Guerra Púnica se inició como resultado de una acción imperialista romana. Roma, principal poder del Mediterráneo occidental, actuaba como potencia hegemónica, considerándose con capacidad y derecho a intervenir en cualquier asunto que pudiera ir contra sus intereses, y el surgimiento de un rival poderoso en la Península Ibérica era, sin discusión, algo inaceptable.

    En esos momentos, no debió aparecer en la mentalidad romana ningún escrúpulo o duda. La guerra era necesaria. Pero para los historiadores posteriores era necesario darle una justificación legal y diplomática, en un momento en que Roma se presentaba a sí misma como potencia civilizada y a su expansión imperial en el mundo griego como el establecimiento en el Mediterráneo de un nuevo orden internacional más justo y estable.

    Fuentes escasas     

    No disponemos de fuentes favorables a los cartagineses, aunque por Polibio sabemos que autores como Quereas y Sósilo, hoy perdidos, eran pro-púnicos. Sin embargo, sí contamos con una versión contemporánea de los hechos, la del romano Fabio Pictor, cuya explicación de las causas de la guerra nos ha sido trasmitida por Polibio. Recordemos que Pictor, senador romano, no es en ningún caso sospechoso de parcialidad anti-romana.

    ''...Aníbal, que desde niño había sido compañero de Asdrúbal y emulador de su manera de gobernar, luego que hubo recibido la dirección de los asuntos de España, dirigió las empresas del mismo modo que él. Esto hizo que ahora la guerra contra los romanos estallara contra la voluntad de los cartagineses, por decisión de Aníbal, porque nigún notable cartaginés había estado de acuerdo con el modo con que Aníbal trató a la ciudad de Sagunto''. (Polibio, 3. 8. 5-7)

    Parece claro que para Fabio Pictor fue Roma la que atacó Cartago, contando con poder acabar a la vez con dos enemigos, Aníbal y Cartago, dentro de una política claramente imperialista. Pero esto era, a mediados del siglo II antes de Cristo, algo inaceptable para personas como Polibio. Tras su forzada permanencia en Roma como rehén, pudo regresar a Grecia en 151 con la intención de convertirse en el líder político del partido pro-romano en la Liga aquea. Pero se encontró con una opinión pública griega muy hostil, que acusaba a Roma de ir convirtiéndose en una potencia colonial que trataba de convertir a los distintos estados griegos en protectorados. Esta acusación se vio reforzada cuando Roma declaró la guerra a Cartago en 149, comenzando la 3ª Guerra Púnica, acción vista en el mundo griego como el resultado final de la política imperialista romana en el Mediterráneo occidental, y como la confirmación de que el objetivo final de Roma era el dominio del mundo.

    Polibio trató de combatir ese punto de vista, y ese es precisamente el objetivo fundamental de su obra. Al tratar del enfrentamiento entre Roma y Cartago, por tanto, Polibio busca cuidadosamente hacer recaer sobre los cartagineses todo la responsabilidad de la 2ª Guerra Púnica. La guerra, para él, es el resultado final de una conspiración a largo plazo de las autoridades de Cartago, que usaron la ambición de los bárquidas para obtener recursos con los que enfrentarse a Roma, y para empujarla a la guerra.

    Por ello Polibio, y la mayoría de los autores posteriores, tienen siempre que presentar a los Barca como delegados subordinados de las autoridades cartaginesas, y negar cualquier asomo de autonomía frente a Cartago. El punto culminante de esa imagen creada por Polibio es la anécdota del juramento de Aníbal, que lo presenta como un enemigo personal de Roma, como el resultado de la perfidia anti-romana de los cartagineses. Aníbal es presentado así como el culpable de la 2ª Guerra Púnica, pero esa culpa se trasmite a su padre Amílcar, que es el inductor del supuesto juramento, y por extensión al pueblo cartaginés.

    ''Amilcar sumó a su ira la cólera de sus conciudadanos, y tan pronto como reforzó la seguridad de su patria después de la derrota de los mercenarios sublevados, puso todo el interés en los asuntos de España, pues quería aprovechar esos recursos para la guerra contra los romanos.'' (Polibio, 3.10.5)

    La versión de Fabio Pictor, por tanto, de que Roma arrastró a la guerra a Cartago, fue atacada por Polibio, pues era incompatible con su propia versión y convertiría la política de Roma contra Cartago a lo largo del tiempo como dominada con claridad por un concepto imperialista.

    ¿Porqué he mencionado a Fabio y lo que escribió? No por temor de que alguien dé crédito a sus afirmaciones. Pues aun prescindiendo de mi comentario, los lectores pueden comprobar su propia incoherencia. Lo que pretendo es advertir a los que toman sus libros que no examinen el título, sino el contenido. Hay quien no se fija en lo que se dice, sino en la persona que lo dice, y al saber que el autor fue contemporáneo de los hechos y que perteneció al senado romano, por todo ello juzgan, sin más, que es creíble lo que afirman. (Polibio 3. 9. 4)

    Una vez despachada con estas líneas la versión de Fabio Pictor,  Polibio se lanza a una larga y engorrosa digresión sobre la validez y alcance de los distintos tratados en vigor entre romanos y cartagineses, que ha llevado de cabeza a varias generaciones de historiadores sobre si el Ebro es el Ebro o el Júcar, si Aníbal cruzó el río Ebro antes o después de la declaración de guerra romana o si Sagunto era o no aliada de Roma en época de Asdrúbal, pero que no es más que un intento de legitimar sobre bases legales la actuación romana en los acontecimientos que desembocaron en la 2ª Guerra Púnica.