Escultura del general cartaginés Aníbal [Reportaje Cartagena]
Escultura del general cartaginés Aníbal
    El gran Aníbal sucede a su tío Asdrúbal

    En cualquier caso, la desaparición de Asdrúbal provocó cambios importantes. Según Diodoro durante alg·n tiempo hubo un cierto vacío de poder, periodo del que desgraciadamente no tenemos ninguna información. Lo que sabemos es que a mediados de 221 las tropas eligieron como nuevo general a Aníbal Barca, el hijo mayor de Amílcar, un joven de veintiséis años que había destacado como soldado a las órdenes tanto de su padre como de su cuñado Asdrúbal, y que los soldados conocían desde prácticamente su niñez. La decisión parece natural, teniendo en cuenta la importancia de la herencia din·stica en la vida política de la época. De hecho Aníbal no debió tener problemas para consolidar su poder. Sabemos que contrajo matrimonio, como Asdrúbal, con una princesa de Cástulo, y los distintos régulos iberos lo reconocieron como rey, sin que las fuentes nos presenten la existencia de dificultades.

    Cambio de estrategia   

    Una vez asegurado el poder, Aníbal cambió radicalmente la política de su antecesor. En primer lugar, se inició un acercamiento a Cartago, materializado en el envío de una embajada para dar a conocer al senado cartaginés su toma del poder en España. No se trataba de un reconocimiento de la soberanía de Cartago en España, sino más bien de un giro diplomático con respecto a la estrategia de Asdrúbal. De hecho, esto puede hacernos pensar en que la política de acercamiento a Roma que mantuvo Asdrúbal no era compartida por una parte de sus hombres, que seguían viendo a Roma como la antigua enemiga de la 1ª Guerra P·nica. Quizás el asesinato de Asdrúbal y el cambio de liderazgo posterior no fue ajeno a esta cuestión. No debemos, sin embargo, pensar que ya en 221 Aníbal estaba planeando la guerra con Roma. De hecho, y este es un segundo cambio significativo respecto a la política de Asdrúbal, Aníbal comenzó a desarrollar una actividad mucho más agresiva, tratando de ampliar su reino hacia el interior de la Península. Ya el mismo 221 lanzó una campaña contra los olcades, pueblo ibero de localización incierta, quizás en la zona de Cuenca. Pero la acción más importante se desarrolló el año siguiente.

    En 220 Aníbal ejecutó una campaña de gran alcance en el interior de la Península. Tras reunir la totalidad de su ejército, avanzó hasta el territorio de los Vetones, en el valle del Duero. Es obvio que esa campaña buscaba botines y consolidar el dominio cartaginés, pero no podemos dejar de pensar que algo más al norte, en el territorio de los astures, existían importantes minas de oro, explotadas y conocidas desde hacía siglos. Es posible que Aníbal pensara en asegurarse el control de toda el área peninsular que Roma había permitido dominar a Asdrúbal unos años antes. En cualquier caso, al iniciarse el otoño Aníbal emprendió el camino de regreso a Cartagena, tras encontrarse con serias dificultades frente a los vetones, a los que no pudo someter. En ese retorno, al disponerse a cruzar el Tajo, su ejército se vio enfrentado a una poderosa fuerza de carpetanos, dispuesta a impedirles el cruce del río. Aníbal usando su proverbial habilidad táctica y la superioridad de su caballería númida , pudo cruzar el río, flanquear las tropas carpetanas, derrotarlas de forma completa y reanudar el repliegue hacia Cartagena. Pero aunque las fuentes nos hablan de la campaña como de un éxito, el año siguiente Aníbal no volvió a intentar penetrar hacia el interior de la Península. El objetivo sería ahora la costa levantina. En 219 los ojos de Aníbal se dirigieron hacia la ciudad de Sagunto, la villa ibera más importante de la costa levantina. Una expansión hacia la familiar región mediterránea debía parecer mucho más accesible que una dura campaña en el interior peninsular, en el que más adelante el poder romano consumiría grandes recursos durante décadas antes de poder considerarlo conquistado.

   Sagunto y el inicio del enfrentamiento con Roma

    La situación geográfica de Sagunto la convertía en un lugar estratégico de primer orden. Enclavada en una colina fácilmente defendible a unos pocos kilómetros de la costa, era lugar de paso obligado para dirigirse hacia el interior desde en nordeste de la Península. Para las colonias comerciales griegas del levante español era la llave que daba acceso a las zonas mineras. A principios de 219 Sagunto estaba enfrentada a los turboletas, pueblo ibero de la zona valenciana que probablemente formaban parte de la red de fidelidades y alianzas creada por Asdrúbal en los años anteriores. Aníbal resolvió intervenir, y en el verano de 219 puso a Sagunto bajo asedio. Inmediatamente la alarma cundió entre las colonias griegas del occidente mediterráneo sobre todo Marsella. Con Sagunto en manos de Aníbal, no sólo verían cerrado el camino a las zonas más ricas de la Península, sino que quedaban al alcance de una futura acción del bárquida. En ese contexto los saguntinos solicitaron la intervención de Roma. El senado romano respondió enviando una embajada a Aníbal. Según Livio la embajada fue remitida durante el asedio, mientras Polibio la sitúa llegando a Cartagena inmediatamente antes del inicio del sitio. Los legados exigieron el levantamiento del asedio y la retirada del ejército.

    Para Aníbal aceptar el mandato romano significaba el reconocer a Roma el derecho de intervenir a discreción en los conflictos hispanos. Por tanto respondió que su acción se realizaba en apoyo de unos aliados, los turboletas, que habían sido atacados y que, al estar Sagunto al sur del Ebro, Según los términos del tratado establecido entre Roma y Asdrúbal el senado romano no tenía derecho a intervenir en asuntos que correspondían a la esfera de influencia bárquida. Los embajadores fueron así rechazados entre amenazas de guerra. Roma se dispuso, por tanto, a enfrentarse a Aníbal. Pero antes envió una embajada a Cartago, exigiendo apoyo para eliminarlo. El senado romano, nada dispuesto a permitir que el poder de Aníbal siguiera creciendo hasta convertirse en un rival demasiado poderoso, y que estaba seguro de su superioridad militar en el Mediterráneo occidental, decidió presentar la exigencia como un ultimátum. Pero el senado cartaginés, predominantemente anti-romano, y que mantenía unas relaciones amistosas con Aníbal tras su embajada de 221, se negó a aceptar ninguna responsabilidad por el ataque a Sagunto y rechazó colaborar con Roma para enfrentarse a Aníbal, lo que hubiera convertido a Cartago en un estado subordinado. La guerra era ya inevitable.

    El enfrentamiento con Roma

    La intervención romana no impidió que Sagunto fuera tomada y destruida, a finales de 219 Según Polibio, a principios de 218 Según Livio. En la primavera de 218 Aníbal estaba en Cartagena, enfrent·ndose a la planificación de una guerra inevitable contra el mayor poder militar del Mediterráneo. Al final, resolviendo que era inútil una estrategia defensiva, que le llevaría a una derrota segura, ante la probada capacidad de Roma de movilizar fuerzas casi inagotables, decidió adoptar un plan totalmente inesperado, atacar directamente Italia. En todos los historiadores posteriores, hasta nuestros días, se trasparenta la admiración y fascinación ante la desmesura del proyecto de Aníbal. Recorrer con un gran ejército miles de kilómetros, cruzando ríos y cordilleras, para enfrentarse al final del camino a la mayor potencia militar de la época. Sin embargo, Aníbal podía contar con algunos triunfos. Disponía de un ejército numeroso, experimentado y fiel, preparado para cualquier empresa. Roma, además, se enfrentaba a la inminencia de una guerra contra los galos del norte de Italia. Sabemos que Aníbal estableció conversaciones con las tribus galas con vistas a una colaboración militar. Pero por encima de todo Aníbal parecía estar dominado por la imagen de Alejandro Magno, que había atacado un siglo antes el que hasta entonces era el estado más colosal de la Historia, el imperio persa, y había creado un imperio personal aun mayor. Como joven general victorioso, Aníbal se sentía capacitado para repetir la proeza del macedonio. Eso significaba, evidentemente, que el proyecto de sus antecesores de crear un reino en España era irrelevante ante las expectativas que se le abrían ante sí. Su reino hispano sería sólo el trampolín que le permitiera alcanzar un imperio Mediterráneo.

    Una vez tomada la decisión los preparativos fueron rápidos. Aníbal reunió un enorme n·mero de hombres de procedencia muy dispar, hispanos, baleares, ligures, númidas y cartagineses, en total más de ciento treinta mil hombres. De ellos envió unos veinte mil a África, sobre todo para asegurar los intereses bárquidas en Numidia. Dejó al mando en España a su hermano Asdrúbal, con quince mil hombres, veintiún elefantes y cincuenta y siete navíos. Las reducidas fuerzas dejadas en España nos informa, bien a las claras, que su reino de Cartagena había dejado de contar como prioridad en la mente de Aníbal. El grueso de las tropas, noventa mil infantes, doce mil jinetes y un n·mero impreciso de elefantes, se encaminaron a principios del verano hacia el norte. Tras cruzar el Ebro y someter la costa catalana, dejó allí al mando de Hannon once mil hombres y partió hacia su destino en Italia.

    Mientras tanto, los romanos se encontraban con dificultades. En el valle del Po estalló una revuelta de los pueblos galos, como esperaba Aníbal, en la primavera de 218, que retrasó la partida del cónsul destinado a enfrentarse a Aníbal en el sur de la Galia, Publio Cornelio Escipión. Cuando Publio llegó a Marsella, en agosto, se encontró con que Aníbal ya había cruzado el Ródano y se encaminaba a los Alpes. Inmediatamente el cónsul resolvió volver a Italia, enviando a España a su hermano, Cneo Cornelio Escipión, con la mayor parte de las tropas. Cneo llegó a Ampurias a finales del verano, con unos veinte mil hombres y sesenta naves. Empezaba la guerra Peninsular.