Bizancio en crisis

    El año 602 el ejército imperial de los Balcanes, acantonado cerca de Constantinopla, se sublevó por la falta de paga y asaltó la ciudad dirigido por el general Focas. Las tropas palatinas fueron superadas y el emperador Mauricio fue asesinado con toda su familia. Dio entonces comienzo uno de los periodos más dramáticos de la historia del imperio bizantino.

    Focas mantuvo el poder unos años, en medio de una situación de guerra civil, acosado por eslavos, ávaros y persas. En 610 la flota de África, al mando de Heraclio, el hijo del exarca de Cartago, tomó Constantinopla y, tras eliminar a Focas, proclamó emperador a su general. Con las fuerzas imperiales en desintegración, y perdidas las provincias orientales frente a los sasánidas y los Balcanes por la irrupción de ávaros, búlgaros y eslavos, el imperio se encontró luchando por su supervivencia, llegando a ser asediada la propia Constantinopla. En 626-627, de forma casi inesperada, Heraclio consiguió la paz con los ávaros y derrotó a los persas en Mesopotamia.

    El imperio parecía salvado, pero en 630 un líder religioso desconocido, Mahoma, conquistó la ciudad árabe de La Meca. Entre 633 y 640 el Imperio perdió Siria y Egipto ante los árabes, y se encontró de nuevo enfrentado a una amenaza oriental que absorbió todos sus recursos militares y financieros.

Inmediatas consecuencias en la península

    Las consecuencias de estos acontecimientos en la España bizantina fueron drásticas. Desapareció cualquier posibilidad de obtener refuerzos militares o económicos, y las pocas fuerzas disponibles fueron reduciéndose conforme la situación en oriente se agravaba. La acción de Heraclio en 610 tuvo probablemente que obligarle incluso a retirar parte de las fuerzas destacadas en la Península.

    No es de extrañar, por tanto, que la presión de los visigodos aumentara en esas fechas. El rey Witerico, entre 603 y 610, reanudó los ataques, conquistando la plaza de Segontia, lugar de localización incierta que los historiadores tienden a situar cerca del Estrecho. En 611 el rey Gundemaro, según Isidoro de Sevilla, ''... devastó en una expedición el territorio de los Vascones, y en otra asedió a las tropas romanas...'' Isidoro de Sevilla, ''Historia de Regibus'', 59

Avances godos

    Si pensamos que un año antes Gundemaro había proclamado en su decreto el despojo de la sede metropolitana de Cartagena, bien podemos suponer que fue esa la ciudad que asedió. El imperio, inmerso en lo más grave de su crisis, fue incapaz de enfrentarle un ejército. La situación se agravó aun más para los bizantinos a partir de 612, con la llegada al trono de Sisebuto.

    Bajo el liderazgo del general Suintila, el ejército visigodo derrotó en dos expediciones sucesivas a las tropas imperiales. Con esas ofensivas Sisebuto incorporó a su reino la mayor parte de los territorios bizantinos, incluida la ciudad de Málaga, reduciendo la dominación imperial a algunas plazas costeras del sureste, entre ellas Cartagena, única ciudad de cierta entidad mantenida por los romanos en España.

Sisebuto, tregua; Suintila, conquista

    En 615, y de forma inesperada, Sisebuto firmó una tregua con el magister militum Cesario, por el que el gobernador bizantino reconocía las conquistas visigodas, a cambio del cese de los ataques y el inicio de conversaciones de paz con la corte de Constantinopla, que muy probablemente no llegaron a completarse.

    La conducta de Sisebuto, extraña si pensamos en que hubiera podido destruir sin demasiadas dificultades las débiles fuerzas imperiales de la Península, ha sido explicada de diversas formas, ninguna demasiado convincente. Es posible que una situación de malestar interior provocada por su política frente al episcopado y la nobleza le hiciera buscar un apoyo exterior.

    Sin embargo, debió parecer claro a todos que esa tregua no podría ser larga. El imperio bizantino, tras la toma de Jerusalén por los persas en 614, se deslizaba hacia lo que aparentaba ser su desaparición definitiva. De hecho la paz en España no duró. En 621 el rey Sisebuto, y poco después su hijo Recaredo, fueron asesinados, y el trono llegó a las manos del experimentado general Suintila.

    Éste, tras lanzar en sus primeros años ataques contra los territorios cántabros y vascones, planificó una cuidadosa ofensiva contra los bizantinos, entre 623 y 625, derrotando de manera sucesiva a dos magister militum imperiales (ver vídeo): ''... entablado combate, tomó las últimas ciudades que el poder romano mantenía en España, y trajo consigo con maravillosa felicidad una engrandecida gloria triunfal, superando a todos los anteriores reyes: Fue el primero a poner toda España, de costa a costa, bajo su soberanía, algo que no había hecho ningún otro rey antes que él...'' Isidoro de Sevilla, ''Historia de Regibus'', 62

Cartagena arrasada

    Cartagena fue ocupada en esos años, acabando abruptamente con los setenta años de dominio bizantino. La arqueología demuestra que hubo una conquista violenta con una gran destrucción. Los niveles finales del periodo bizantino muestran señales de importantes incendios que sepultaron ajuares y almacenes in situ. Es muy posible que la destrucción fuera deliberada, como forma de impedir cualquier tipo de recuperación de la ciudad, no sólo por miedo a una reconquista por parte de los bizantinos, que se mantenían todavía amenazantes en las Baleares y el norte de África, sino también tratando de eliminar definitivamente una rival tradicional de la metrópoli toledana. Isidoro de Sevilla se hace eco de este acontecimiento: ''Cartagena... ahora ha sido arrasada y reducida a cenizas por los godos...''  Isidoro de Sevilla, ''Etymologiae'', 15.67

    Para Cartagena la victoria de los visigodos representó el final de un gran ciclo histórico, iniciado con la llegada de los romanos a la península y que acabó, muy significativamente, con la desaparición en la Península de la autoridad heredera de la tradición romana, el Imperio Bizantino. Bajo los visigodos Cartagena se desvaneció como ciudad. Un desesperado intento bizantino por recuperar su control, hacia 698, fue rechazado por el duque Teodomiro. Sólo volvería a renacer como centro urbano dos o tres siglos después, ya en pleno periodo musulmán, dando inicio al segundo gran ciclo histórico de la historia cartagenera.