''La continencia de Escipión''

    Fue entonces cuando se produjo el episodio, repetido hasta la saciedad, conocido como ''la continencia de Escipión'' y que, a grandes rasgos, consistió en que los soldados le llevaron a una joven y bella princesa hallada entre los rehenes que mantenían en la ciudad los cartagineses y a la cual Escipión devolvió a su prometido, un jefe celtíbero llamado Alucio, al que también obsequió, a modo de dote, con una considerable cantidad de dinero que los padres de la joven habían traído para pagar su rescate.

    Escena que ha sido, en múltiples ocasiones, fuente de inspiración para diversos artistas ya desde la propia antigüedad. Así, aparece recogida en un escudo de plata, de unos 10 kilogramos de peso, hallado en el año 1656 en el río Rodano, cerca de la localidad de Aviñón. Pero, sin duda, la representación plástica de 'la continencia de Escipión'' más conocida en nuestra ciudad es la plasmada en un cuadro, atribuido a Peruzzi, conservado en el Museo del Prado, y del cual hizo, en los años veinte del pasado siglo, una copia -que forma parte de la colección municipal- el pintor cartagenero Vicente Ros.

    La mujer de Mandonio

    También de sobra conocido es el episodio del diálogo entre Escipión y la mujer de Mandonio y hermana de Indivil, por la cual aquella le solicitó su protección para las mujeres que se hallaban en la ciudad, donde habían sido rehenes de los cartagineses.

    La corona mural

    A estos dos hechos, narrados con gran belleza literaria en los textos de Polibio y Tito Livio, hay que unir el de la corona mural, de gran importancia para la historia de Cartagena, ya que es uno de sus timbres de gloria que, incluso, ha quedado reflejado en su escudo heráldico. Entre las coronas que los romanos tenían por costumbre conceder a los soldados que más se distinguían en algún hecho de armas, estaba la corona mural, que se otorgaba por el general de un ejército al primer soldado que penetraba en una fortaleza defendida por fuerzas enemigas.

    Cuando Publio Cornelio Escipión recabo informes para conceder tal honor se encontró con que lo reclamaban para sí un infante, Quinto Trebelio, y un marino de la flota, Sexto Digicio, que eran apoyados en cada caso por sus compañeros de armas. Escipión, para evitar un conflicto entre sus propias fuerzas, decidió conceder una corona mural a cada uno de ellos, lo que resultaba algo insólito y que no se tiene noticia que volviera a repetirse durante la historia de Roma. Es a causa de tal hecho por lo que el escudo de nuestra ciudad está rematado por una corona de tal tipo.

    Los ''munus''

    Junto a estos hechos tan conocidos suele, sin embargo, pasar inadvertido el que fue precisamente en Cartagena, y tras su conquista por Escipión, donde se celebró el primer ''munus'' o, lo que es lo mismo, el primer combate de gladiadores que se hizo en la Península Ibérica. Este ''munus'' lo dedicó Escipíon a la memoria de su padre y de su tío, Publio y Gneo Escipión, muertos en la lucha contra los cartagineses, cuando aún este tipo de luchas mantenían su carácter primitivo, según conocemos por el testimonio de Festus, de sustituir a los sacrificios de prisioneros sobre la tumba de guerreros valerosos, derramándose por tanto la sangre de los luchadores en memoria de los muertos.