Dioses estatales en Carthago Nova

Los llamados Dii Consentes fueron honrados especialmente y coinciden con sus homólogos griegos: Zeus fue llamado Júpiter, Hera, su esposa, fue denominada Juno, Afrodita se convirtió en Venus y Poseidón, dios del mar, se llamaría Neptuno.

En las colinas de Carthago Nova se alzaron templos dedicados a distintos dioses: Sculapio, Vulcano, Saturno, etc., mientras que en el foro se erigió el Templo Capitolino, dedicado a la triada Júpiter, Juno y Minerva.

Un texto de Polibio nos ofrece el documento más amplio y explícito sobre los cultos difundidos en la ciudad durante el siglo II a.C, fecha de su visita. En su descripción de la urbe dice:

La colina más alta está al este de la ciudad y se precipita en el mar; en su cima se levanta un templo a Asklepio. Hay otra colina frente a ésta, de disposición similar, en la cual se edificaron magníficos palacios reales construidos, según se dice, por Asdrubal, quien aspiraba a un poder monárquico. Las otras elevaciones del terreno, simplemente unos altozanos, rodean la parte septentrional de la ciudad. De estos tres, el orientado hacia el este se llama el de Hefesto, el que viene a continuación, el de Aletes, personaje que, al parecer, obtuvo honores divinos por haber descubierto unas minas de plata, el tercero de los altozanos lleva el nombre de Cronos.

La historiografía tradicional identifica el cerro de la Concepción con la colina donde se alzaba el templo de Asklepios, el cerro del Molinete era el lugar donde se hallaba el palacio de Asdrúbal, mientras que los montes Sacro, San José y Despeñaperros correspondían respectivamente con las colinas dedicadas a Cronos, Aletes y Hefesto.

Asimismo, existe constancia en Carthago Nova de un culto local hacia deidades salutíferas, como Salvs, diosa romana de la salud. No es de extrañar que los habitantes de la pequeña península donde se ubicaba la ciudad se encomendasen a este tipo de dioses, dada la insalubridad de la costa por la presencia del almarjal que rodeaba a la urbe por el norte y causaba importantes epidemias de paludismo. Prueba de ello es el templo dedicado a Sculapio, dios salutífero, que coronaba el Monte de la Concepción.

El carácter portuario y abierto al Mediterráneo de Carthago Nova hizo que el culto a deidades orientales se propagara por la ciudad de la mano de comerciantes y esclavos sirios, especialmente durante el siglo II a.C.

Atargatis era la divinidad más importante del panteón sirio, considerada la gran diosa de la naturaleza, la fertilidad, la vida y protectora de las ciudades que le rendían culto. En el cartagenero Cerro del Molinete existió un templo de tipología itálica, conocido como Templo Negro, y un Sacellum dedicado a esta diosa siria, ambos fechados entre los siglos II y I a.C.

Otros cultos atestiguados en la ciudad, cuya proyección fue menos importante, son Isis y Serapis, mencionados en inscripciones halladas en el Moliente y en la calle Jara; Fortuna, confirmado en una de las aras del teatro; Mercurium, Genio Castell (i), Larib [us], Lares Augustales, Genio opidi, Hercule (i), Gadita (no) y Victoriae Augustae.

El culto a los dioses lares en los hogares romanos

El culto a los dioses familiares estaba formado por Lares, Penates, Genios y Manes, dioses y espíritus a los que los miembros del clan presentaban ofrendas antes de las comidas para obtener su benevolencia y ayuda.

Los cultos domésticos romanos permanecerán idénticos a lo largo de los siglos, siéndoles siempre ofrecida en la calma del hogar familiar la ofrenda de fuego al Lar, la del vino puro al genio y la del perfume a los Penates.

Los Lares eran los dioses custodios del hogar, de gran importancia en el culto doméstico latino. Se sabe que no eran dioses en el más alto sentido de la palabra, ni tampoco hombres divinizados, sino únicamente espíritus inconcretos que cuidaban de la salud y prosperidad de la familia.

Los Penates eran dioses protectores de las provisiones de boca (penus). Su nombre era colectivo. En todas las casas al ir a comer se hacía una ofrenda a los Penates para que les fueran propicios.

A diferencia de los lares, que nunca se mencionan como dioses, los Penates son los dioses soberanos del corazón de la casa, del centro teórico e ideológico de la existencia de los romanos, que se identificaba espacialmente con el hogar. Se encargaban de la tutela de los grupos familiares y estaban incluidos en la herencia del pater familias, su posesión garantizaba la descendencia y el estatus social.

El genius familiar representaba el alma del pater familias. Cada varón romano tenía su propio genius que le acompañaba toda la vida.

Los manes eran los espíritus de los antepasados muertos, a los que invocaban para captar su benevolencia. Se conseguía su favor ofreciéndoles miel, vino, flores y otros manjares. Si no se realizaban estas ofrendas se convertían en fantasmas y atormentaban a los vivos.

Cada familia tenía su propio culto doméstico del que era oficiante el pater familias. En un rincón del atrio se abría un larario o una simple hornacina practicada en la pared, con un altar donde eran venerados, junto a la diosa Vesta, los dioses y espíritus protectores del hogar, representados por medio de estatuillas y pinturas murales.

En el Cerro del Molinete de Cartagena se halló el podium de un larario del que se conserva parte de la pintura imitando mármol veteado y moteado con vetas negras y manchas verdes, así como su parte superior delimitada con una banda de color ocre.

Otro ejemplo de larario descubierto en Cartagena está formado por tres altares encontrados en el Tablinum de la Casa de la Fortuna.