Transporte y almacenamiento de mercancías

  Durante el siglo I el Puerto de Carthago Nova constituiría uno de los espacios más dinámicos de la ciudad, puesto que ya ejercía de auténtico emporio comercial en el Mediterráneo. A la dársena arribaban numerosas naves mercantes, cargadas de ánforas procedentes de los principales puertos mediterráneos. Embarcaciones de pequeño tamaño eran las encargadas de fletar la carga de estos navíos y transportarla hasta los muelles portuarios, donde esperaban los estibadores para portear los sacos (sacarii) y las ánforas (phalongarii) hasta los almacenes. En los almacenes u horreas se almacenaba la mercancía para su posterior redistribución por la zona de influencia comercial o su estiba a los barcos. Antes de guardarlas en las horreas, los mensores o medidores procedían a pesar las mercancías mediante sacos.

  En su período de máximo esplendor, el puerto de Carthago Nova debió contar con numerosos almacenes, así lo revela la columnata de la calle Morería Baja, fechada entre los siglos II y I a.C, relacionada, probablemente, con un almacén portuario; así como los hallazgos de la calle Portería de las Monjas/Cuesta de la Baronesa, identificados con estructuras de una horrea de época flavia (siglo I) con gran cantidad de envases de salazón tipo Dressel 7-11.

  Organización portuaria

  Resulta complicado conocer la organización portuaria, que regía cada uno de los grandes puertos romanos, como el de Carthago Nova. Según se desprende de ciertos mosaicos de temática portuaria, cada puerto contaría con una institución administrativa que podemos asimilar en una capitanía. En el mosaico de Toledo, conservado en el Museo de Santa Cruz de la Ciudad, se aprecia una edificación de estructura circular con una serie de mástiles en su zona alta, que podría identificarse con la capitanía del puerto, mientras que anexa aparece una baliza. También sería necesaria la presencia de una aduana dirigida por los llamados cuestores, que controlaban el acceso al puerto tanto desde mar como desde tierra, encargándose de la recaudación de impuestos por el número de mercancías, que atravesaban las puertas del puerto, lo que implicaba que todos estaban amurallados y vigilados.

  Mercados

  En las zonas aledañas a los puertos se desarrollaría una actividad comercial vinculada con los productos llegados por mar. Destaca la presencia de un área de mercado o macella que era competencia de un edil, donde se comerciaba con alimentos y artículos exóticos procedentes del Mediterráneo Oriental. También era frecuente la existencia de una zona de mercado libre de impuestos, llamada Emporio, dirigida por un funcionario portuario.