Vestuario militar

Las prendas de vestir y complementos más usuales del vestuario legionario romano fueron la túnica, caligae o sandalias, capa, armadura y casco.

La túnica. Se trata de una prenda elaborada en lana o lino formada por dos piezas rectangulares cosidas a los lados llegando casi hasta las rodillas, y con aberturas para los brazos y la cabeza (utilizándose con o sin mangas). Era común que la túnica presentara una amplia caída, permitiendo gran libertad de movimiento. Los legionarios disponían de un cinturón cerrado con una fíbula o hebilla al que iba acoplado un faldellín de cuero, con incrustaciones metálicas, que llegaba hasta prácticamente las rodillas. Es posible que estas prendas estuvieran teñidas en colores rojizos o terrosos para que, al usarse diariamente, apenas se notaran manchas o desperfectos.

La sandalia o caligae. Es un calzado abierto realizado en cuero duro, constituido por una sola pieza que se cosía por la parte trasera y se unía en la planta a una suela gruesa de cuero muy duro. En la planta del pie se reforzaba con clavos para que agarraran mejor en caminos de tierra o en la batalla. Un estudio reciente revela que un legionario romano necesitaría dos pares de sandalias al año.

La capa. Quedaba confeccionada en una sola pieza de paño y existían varios tipos de capas para militares. Una de las más usuales era el sagun, sujeto con dos broches a los hombros. También se empleaban capas abotonadas en la parte delantera, otras con capucha, así como ponchos o paenula.

Armadura o lorica. Las armaduras eran complementos con piezas metálicas o cota de malla que se disponían sobre el tronco para proteger a los legionarios en la batalla. Existían tres tipos o modelos que se usaban habitualmente:

Hamata, elaborada a base de anillas enlazadas o cota de malla cosida a una camisa de tela para adaptarse a la forma del cuerpo. Esta armadura fue usada por los legionarios hasta mediados del siglo I d.C.

Segmentaria o de placas. Sustituyó durante el siglo I d.C. a la hamata. Las placas se sostenían unidas mediante un entramado de correas de cuero.

Squamata o de escamas. A mediados del siglo III d.C. se empezaría a utilizar esta armadura flexible a base de escamas superpuestas, por lo que en casi toda su superficie el grosor era de dos escamas. Al igual que en la hamata las escamas estarían cosidas a una camisola para adaptarse al cuerpo de los legionarios.

Casco. Todos los cascos poseían acolchado en su interior, protegiendo así la cabeza del soldado, y una correa bajo la barbilla, otorgando una mayor sujeción. Durante el siglo I d.C. los cascos comenzaron a reforzarse exteriormente mediante elementos de acero en forma de cruz que atravesaban su parte superior, desde una oreja a otra y desde atrás hacia adelante. Algunos mandos, como los centuriones, portaban en sus cascos crestas transversales con plumas u otros materiales, que identificaban su jerarquía militar.

Cuatro casos destacados de estos cascos fueron:

Montefortino. Utilizado desde el siglo IV a.C. hasta el I d.C. Estaba realizado en bronce y su estructura era similar a una cúpula puntiaguda. Como complementos poseía un soporte en la cresta para colocar un ornamento de plumas o crin de caballo, así como una prolongación en la parte posterior para proteger el cuello.

Coolus. Son cascos inspirados en los de tradición gala y formaron parte del ejército romano desde el siglo III a.C. hasta el I d.C. Poseen forma semiesférica y están construidos en bronce, teniendo como únicos complementos una punta cónica en la zona superior, así como refuerzos frontal y posterior (frente y cuello).

Galaico imperiales. También inspirados en los utilizados por los galos, pero su uso se da en los siglos I-II d.C. De forma semiesférica y construidos en latón o, mayoritariamente, acero. En la parte frontal se adornaban con dos grabados a modo de cejas y rosetones en la zona superior del casco y las carrilleras. Incluía refuerzos en el cuello y la zona de las orejas.

Itálico imperiales. Similares a los anteriores pero sin decoración, posiblemente estuvieron en uso durante los siglos I, II y III a.C. El material con el que se elaboraban era el acero y su forma semiesférica.

Armas ligeras

Los legionarios romanos portaban entre sus armas personales espadas, escudos, jabalinas y dagas.

Espada o gladius. Arma de tradición celtíbera que los romanos adaptaron tras las batallas de la Segunda Guerra Púnica. Se diferencia por ser una espada corta con el borde recto de unos 40-50 cm de longitud. Tras el siglo II d.C. el gladius se fue alargando considerablemente (Spatha), pasando de colgarla del costado derecho al izquierdo, excepto los centuriones que la llevaron siempre a la izquierda. Las empuñaduras constaban de guardamanos (separación de empuñadura y hoja), mango (acanalado para ubicar mejor los dedos) y pomo (esfera que finalizaba la empuñadura y que servía para que no se deslizara de la mano).

El gladius no era una espada para la lucha hombre a hombre (aunque en infinidad de ocasiones los legionarios se verían avocados a ello) sino que era un arma para ataques sincronizados de filas de hombres con scutum. Los escudos, colocados uno junto al otro, formaban una pantalla con pequeñas ranuras entre ellos por las que surgía el gladius para apuñalar al enemigo. César usó frecuentemente este ataque en la Guerra de las Galias.

Existían diferentes tipos de gladius, con nombres relativos a su procedencia: Hispaniensis, Mainz, Fulham o Pompeii.

Escudo o scutum. En un principio, durante la época republicana, el escudo era ovalado, evolucionando a una forma rectangular ya a comienzos del Imperio. Estos últimos podían ser convexos o planos, construidos mayoritariamente mediante tiras de madera superpuestas recubiertas de cuero obteniendo una pieza resistente y ligera, de entre 5,5 y 7 Kg. Sus dimensiones podían variar, pero como término medio alcanzaban 1,10 metros de longitud por 60 cm de anchura, con 1,5 cm de grosor en el centro y 1 cm en los bordes. En el centro portaba un revestimiento de metal de cobre o hierro que protegía la mano que asía el escudo, pero que también podía utilizarse en ataque para golpear al adversario y posteriormente utilizar el gladius. El metal también remataba los bordes, reforzando su resistencia.

La curvatura que poseía el scutum ayudaba a la defensa del soldado, ya que encajaba la fuerza de los golpes más fuertes y desviaba las flechas enemigas. La forma del escudo permitía que los legionarios avanzaran en la lucha mediante formaciones compactas, juntando unos escudos con Jabalina o pilum.

Jabalina o pilum. Existían dos tipos de pilum diferenciados por su peso y la capacidad de penetración en las defensas enemigas: ligero y pesado.

El primero era una simple jabalina con la punta de metal, de peso más suave, que en el combate podría ser lanzada a una mayor distancia.

El segundo consistía en un asta de madera en cuya punta se incrustaba una fina barra de metal que acababa en punta piramidal. Esta última medía unos 60 cm, mientras que el conjunto al completo tendría una longitud de dos metros. Debido a su punta fina y su peso un pilum podía atravesar un escudo e inutilizarlo para el combate. Además la longitud del metal provocaba en numerosas ocasiones heridas a los adversarios. Durante el siglo I d.C. se añadió entre la madera y el metal una pesada bola (en algunos casos de plomo) para que la penetración en las líneas enemigas fuera más contundente.

El ataque con los pilum constaba de tres fases: la primera se realizaba a 15 metros del enemigo, lanzando el pilum ligero; en la segunda, a una distancia menor, lanzaban el pesado; a continuación avanzaban con el gladius protegidos por sus scutum.

Daga o pugio. Era un arma corta con empuñadura de madera y decoración en bronce, así como una hoja metálica y puntiaguda de 25 cm aproximadamente. Se utilizó durante los siglos I a.C y I d.C. Era una pieza empleada para el apuñalamiento y la perforación de la cota de malla.

Artillería

Las armas de artillería romanas fueron utilizadas por primera vez de forma masiva a campo abierto por César. Las características principales de estos elementos es su construcción en madera utilizando grandes cuerdas para realizar torsiones y lanzar diferentes tipos de objetos como piedras, lanzas o bolas de fuego. Entre ellas destacan:

Ballista. Era una de las armas más populares del ejército romano. Lanzaba piedras de diferentes tamaños en trayectorias horizontales (pero también podía lanzar jabalinas). Con proyectiles de cerca de 800 gramos la distancia que conseguía se acercaba a los 180 metros, aunque en excavaciones arqueológicas también se han encontrado piedras desde 6 a 50 Kg. Cada legión transportaba 10 ballista.

Onager u onagro. Se trataba de un artilugio que lanzaba piedras y su uso se extendió durante el Imperio. A este arma se la consideraba más una pieza para el asedio o sitio que un arma de batalla. Al lanzar un proyectil, éste hacía una parábola en el aire consiguiendo, en función del peso de la piedra, 30 metros de distancia. Existía un arma de similares características pero con el doble de tamaño, el onagri. Cada legión transportaba 3 Onager.

Scorpio. Arma que arrojaba flechas de grandes dimensiones, cercanas a los 70 cm. Durante los primeros tiempos su armazón era de madera, aunque posteriormente se sustituyeron muchas de sus piezas por elementos metálicos, soportando de esta forma sus cuerdas una gran tensión y alcanzando mayores distancias. Sus proyectiles se lanzaban a unos 350 metros, aunque a mayor distancia existía una mayor posibilidad de errar el blanco. Cada legión transportaba 59 scorpio.

Máquinas de asedio

Los romanos tomaron innumerables ciudades mediante asedios. Para romper las murallas y defensas de estas urbes utilizaban artilugios como los arietes o las torres móviles.

Arietes. Los arietes estaban destinados a abrir brechas en las duras defensas enemigas, básicamente en las puertas de sus murallas. Consistían en una viga larga de madera con un extremo, el encargado de presionar el objetivo, recubierto de metal, en ocasiones incluso decorado con la cabeza de un carnero. Para empujarlo se podían utilizar hombres que lo portaban sobre sus hombros, o un armazón de madera del que quedaba suspendido a través de cordajes. Para proteger a los soldados también se construía un techado de madera revestido de materiales resistentes bajo el que se disponía el ariete impulsado por sogas.

Torres móviles. Se construían torres de madera con fuertes revestimientos y una altura superior a los muros que se querían tomar. En su interior existía una estructura de pisos unidos por escalones de madera y troneras desde las que se atacaba al adversario. En la base de algunas torres se instalaba un ariete. Su movilidad era reducida ya que sólo podían avanzar en terreno llano, tiradas por hombres y animales. Las poblaciones atacadas antes de la llegada de estas torres móviles realizaban fosos delante de sus murallas o agujeros ocultos en el suelo para impedir su avance.