Emporio comercial mediterráneo

  El puerto de Carthago Nova fue el principal acicate para el asentamiento humano en Cartagena desde tiempo inmemorial. Cartagineses y romanos encontraron en esta ensenada el lugar idóneo para establecer una ciudad que creciese próspera de la mano del comercio marítimo y la explotación de las minas de plata próximas.

  Son numerosas las fuentes antiguas, que hacen referencia al valor estratégico y militar del puerto de Carthago Nova (T.Livio XXVI 42), así como a su papel comercial (Estrabón III, 4.6), puesto que en épocas bárquida y romana funcionaba como puerto de intercambio de recursos, entre los que destacaban plomo, plata, vino, salazones y garum.

  Estrabón relató cómo Carthago Nova era "el emporio más grande para las mercancías que vienen por mar destinadas a los habitantes del interior y de los productos del interior destinados a todos los forasteros". La realidad material del mercante Escombreras 3, hundido en época augústea a finales del siglo I a.C, confirma la importancia crucial del puerto cartagenero como emporio receptor y distribuidor de productos itálicos y de otras regiones hispanas.

  Arquitectura y evolución portuaria

  El puerto de Carthago Nova se localizaba al Sur de la ciudad, presentaba planta semicircular y fachada porticada, como era característico en los puertos romanos, tras la cual se alzaba la muralla que delimitaba el perímetro urbano. El afianzamiento progresivo de Carthago Nova, entre finales del siglo II a.C y principios del I a.C, como uno de los puertos más importantes del Mediterráneo Occidental y la prosperidad alcanzada por sus actividades económicas, suscitó la remodelación del puerto y la urbanización de sus áreas adyacentes, al objeto de crear un auténtico centro comercial, permitiendo el atraque de naves de gran cabotaje. Se construyen entonces en el puerto edificios como las horreas o almacenes y macella, mercado romano en el que se vendían productos alimenticios y artículos exóticos o importados.

  La columnata constatada en la C/ Morería Baja, al pie de la ladera SW del Molinete, cuya datación coincide con esta época, debía de vincularse con una arquitectura relacionada con la intensa actividad comercial desplegada en el área portuaria. Apenas disponemos de evidencias materiales, que arrojen luz acerca de las estructuras, edificios o elementos existentes en el puerto romano de Cartagena. No obstante, hallazgos puntuales abundan en la existencia de diques e instalaciones portuarias en una línea que, a grandes rasgos, discurría por la actual C/ Mayor desde la sede del Gobierno Militar hasta las Puertas de Murcia.

  Por otro lado, un epígrafe del siglo I a.C, actualmente conservado en el Museo Arqueológico Nacional de Madrid (MAN), menciona una lista de cinco libertos y cinco esclavos, actuando como magistri o responsables de una obra mencionada como pilas III et fundament (a) ex caement (o) faci (undas) coerauere, que hace referencia a tres pilares (pilae) y sus cimientos realizados en opus caementicium (hormigón encofrado), que necesariamente han de relacionarse con la construcción de un muelle sobre pilares.

  Para el resto de instalaciones portuarias propias de los puertos romanos podemos hacernos una idea siguiendo a Vitruvio (V, 13): "...Bastará entonces construir en torno suyo pórticos, atarazanas, almacenes y estradas para las mercancías, y desde allí calles hasta los mercados...". Se debe añadir que también disponían los puertos de sistemas de aguada, de señalización y de maquinaria específica para las distintas maniobras portuarias, tales como grúas para el izado de barcos, así como balizas y faros que indicaran a los navegantes la situación de la costa.

  A partir de la segunda mitad del siglo II Carthago Nova asiste a un retroceso de la vida urbana a tenor de la decadencia de las explotaciones mineras, iniciada ya en el siglo I, así como de las industrias de salazones de pescado, lo que conllevó el declive del tráfico comercial y el descenso demográfico. La población comienza a abandonar el sector centro-oriental de la ciudad replegándose en la mitad occidental, entre los cerros del Molinete y de la Concepción, volcada hacia la zona portuaria, con vocación claramente comercial, lo que se tradujo en la proliferación de horrea y tabernae en la línea de costa.

  Además del puerto comercial, cabe hacer mención a la existencia de un puerto pesquero, del que prácticamente no existen datos. Éste pudo localizarse en la dársena interior del puerto comercial, concretamente en el extremo septentrional del límite occidental de la Península, o bien se encontraría en los fondeaderos y varaderos de la plaza ocupada por el actual barrio de Santa Lucía, donde aún persiste el actual puerto de pescadores. Sus piscatores estarían reunidos en un collegium profesional que hacia el año 12 de nuestra era y en conjunto con los propólae (tenderos o revendedores) erigieron en el puerto una columna de travertino rojizo consagrada a Mercurio y a los Lares Augustales.