Las termas conservadas de Carthago Nova se encuentran en la ladera suroeste del Cerro del Molinete, a escasos 150 metros del foro romano de época augústea y fueron utilizadas entre los siglos I y V d.C. con un periodo intermedio de decadencia durante el siglo II.

    Quedan adosadas al Decumano Máximo (el origen de este último parece datarse en el siglo I d.C., sufriendo una amplia remodelación durante los siglos posteriores), una de las calles principales de la ciudad que unía el foro con la zona del puerto.

    Las estancias que se han identificado en sucesivas excavaciones arqueológicas muestran un edificio sencillo con dependencias que se suceden en un único eje longitudinal. Las salas y rincones que se han identificado tras las excavaciones llevadas a cabo por los arqueólogos son el frigidarium, tepidarium o caldarium y hornos.

 Las termas eran edificios públicos en la antigua Roma en las que los habitantes de la República o el Imperio tomaban baños, realizaban ejercicios físicos, charlaban y cerraban tratos tanto políticos como comerciales.

    Este nombre se utilizaría por vez primera durante el siglo I d.C., momento en el cual se generalizaría el uso de las termas en el Imperio Romano, hasta llegar a las monumentales Termas de Caracalla inauguradas en el año 216, unas de las más fastuosas construidas.

    Las termas poseen su origen en las antiguas estancias de baño griegas anexas a los gimnasios. Sería a partir de los siglos V y IV a.C. cuando se perfeccionaron e individualizaron estancias hasta convertirse en habitaciones independientes, donde se ofrecían servicios como masajes con diferentes aceites o esencias y piscinas a varias temperaturas.

    Tomando este ejemplo, los romanos trasladaron esas costumbres a la Península Itálica, como tantas otras incluidas la pintura y la escultura, y muy pronto se convertirían en actividades populosas entre los habitantes de sus ciudades. Los grandes principios arquitectónicos de estas construcciones serían la racionalidad, axialidad, especialidad, simetría y monumentalidad.

    Los edificios de mayor tamaño, las termas monumentales, diferenciaban departamentos para hombres y mujeres, ya que no se permitía el baño conjunto. En las construcciones de dimensiones más modestas se utilizaban diferentes horarios para el sexo masculino y el femenino. No obstante, algunos emperadores permitieron el baño conjunto de hombres y mujeres.

    Estructura de las termas

    Un ingenio clave haría que el uso de las termas se extendiera a todas las épocas del año y latitudes del Imperio Romano: el hipocausto. Este sistema consistía en la distribución de agua y aire caliente a través de túneles y tubos tanto en el subsuelo como en las paredes de las habitaciones, regulando las temperaturas de habitaciones y piscinas de agua.

    Las estancias más destacadas de las termas fueron:

    Palestra. Patio, comúnmente porticado, en el que se realizaban ejercicios físicos.

    Apodyterium. Sala cercana a la entrada que hacía las veces de vestuario.

    Natatio. Gran piscina común ubicada al aire libre.

    Frigidarium. Sala con piscina de agua fría para el baño.

    Tepidarium. Sala templada que preparaba y aclimataba el cuerpo para entrar en la sala caliente. En ella se utilizaba el hipocausto.

    Caldarium. Es la sala caliente de las termas, las más luminosa y decorada. Podía disponer de una pequeña piscina o bañera de agua para el baño. La alta temperatura se conseguía a través de un hipocausto con un horno o praefurnium de mayores dimensiones que el utilizado para la sala templada. En el caldarium se podían dar masajes, hacer depilaciones y rendir culto al cuerpo a través de ungüentos.

    Laconicum. Sauna o baño de vapor.