Carthago Nova y el resto de las grandes ciudades de la civilización romana son conocidas especialmente en la actualidad por sus construcciones públicas como termas, templos, teatros, basílicas, anfiteatros o circos. No obstante, en las viviendas particulares también se desarrollaría una sugestiva arquitectura privada que merece ser abordada detenidamente.

    Tres tipos de vivienda, directamente relacionadas con el nivel económico de sus moradores, fueron utilizados comúnmente durante el Imperio Romano: Insulae, Domus o Vivienda señorial y Villas. La calidad de sus materiales y técnicas constructivas, así como el refinamiento de su decoración pictórica, de mosaicos o arquitectónica dependía del estatus social y el poder económico de los habitantes de cada una de ellas. De esta forma, en las villas y domus se pueden encontrar algunos de los mosaicos o pinturas mejor conservadas y con mayor profusión en detalles decorativos, mientras que las insulae carecían de cualquier elemento ornamental debido a que eran viviendas generalmente bajo régimen de alquiler.

    Por otra parte, las actividades comerciales que se realizaban en los alrededores de la ciudad, ligadas a la explotación cerealista, pesquera o minera, propiciaron la ubicación de diferentes villas en parajes cercanos como Portmán donde se hallaron los restos de la Villa del Paturro con significativos mosaicos en sus pavimentos.

    Adaptación topográfica

    Otra de las características principales de las viviendas en Carthago Nova reside en la adaptación mediante terrazas a la topografía del suelo cartagenero, ubicado entre cinco colinas. Los arqueólogos y las excavaciones arqueológicas han demostrado que existirían ciertas estancias en el interior de las domus que se encontrarían prácticamente excavadas en las laderas de la ciudad, como por ejemplo las situadas en la subida al anfiteatro.

    Tabernas y comercios

    Otras de las construcciones privadas directamente relacionadas con las insulae, las domus y la vida social romana eran las tabernas o comercios situados en la planta baja de las primeras y a ambos lados de la entrada principal en las segundas. Se trataba de verdaderas tiendas en las que los romanos compraban desde telas hasta salazones pasando por orfebrería y verduras, además de disfrutar de un vaso de vino en los establecimientos que tenían las características de lo que en la actualidad sería un bar.