Conquista romana: Escipión vs Aníbal

    El contexto histórico en el que se desarrolla la conquista romana de Cartagena está presidido por las Guerras Púnicas, enfrentamientos bélicos entre las dos potencias del mundo occidental: Roma y Carthago, durante los siglos III y II a. C, por la hegemonía en el Mediterráneo.

    El primero de estos choques (264-241 a.C) se saldó con la derrota de la potencia norteafricana: Carthago, que firmó un tratado con Roma en el que se le prohibía ejercer influencia más allá del río Ebro. Por ello, la toma de Sagunto por parte de Aníbal precipitó el estallido de la Segunda Guerra Púnica (218-202 a.C), que concluyó de nuevo con la derrota cartaginesa.

    Aguerrido y ambicioso, Aníbal emprende entonces su histórico periplo hacia Roma a través de los Alpes a lomos de un elefante y acompañado de numeroso ejército. Derrota ciudades y pueblos itálicos y asesta golpes terribles a los romanos, como el de la batalla de Cannas, sin embargo no logra rendir Roma.

    En el año 209 a.C, Plubio Cornelio Escipión, procónsul de las fuerzas romanas en Hispania, ataca por sorpresa la capital y bastión de los cartagineses: la actual Cartagena, conquistándola e incorporándola al Estado Romano, con lo que terminaba con la dominación púnica de la ciudad.

    La batalla de Zama en el año 202 a.C y los resultados de la Tercera Guerra Púnica (149-146 a.C) asestaban el golpe definitivo a Carthago. El gran rival de Roma se apagaba para siempre, la ciudad itálica se convertía en una gran potencia mediterránea y la romanización impregnaba vida, cultura, religión, lengua y política de Hispania.

    Carthago Nova Republicana

    Los romanos consideraron a Cartagena como hija natural de la Carthago del norte de África, por ello la bautizaron como Carthago Nova.

    La división administrativa republicana de Hispania enmarca a Cartagena en la conocida como Citerior, que se extendía por la costa mediterránea levantina y el noreste de la península, convertida ya en uno de los principales centros portuarios hispanos, así como foco receptor y redistribuidor de mercancías, especialmente del vino envasado en ánforas greco-itálicas.

    Este papel es mencionado en uno de los textos de Estrabón, cuando recuerda cómo, a comienzos del siglo I d.C., era "el principal emporio para las mercancías que, llegando del interior, han de ser cambiadas por las que vienen por mar, y éstas por las que proceden de tierra adentro". Este autor también se refiere en otro de sus textos a la riqueza de las minas de plata donde "trabajaban 40.000 esclavos".

    La arqueología parece indicar un proceso de reactivación económica y remodelación urbana en las últimas décadas del siglo II a. C, que se plasma en la ampliación de las infraestructuras portuarias y en la urbanización de nuevas zonas de la ciudad, con clara impronta itálica.

    En el Cerro del Molinete se erigía la acrópolis de la urbe con, al menos, dos templos de época republicana, uno de ellos dedicado a la diosa siria Atargatis.

    En época de César, Carthago Nova recibe el estatuto jurídico de colonia (44 a.C), adopta el nombre de Urbs Iulia Nova Cartago e inicia un intenso proceso de promoción urbana coincidente con la llegada de la etapa imperial (finales siglo I a.C-mediados siglo III d.C) y la época de Augusto, primer emperador de Roma (27 a.C.-14 d.C).