La Historia de Carthago Nova es la crónica de una próspera ciudad abierta al Mediterráneo y ligada a los avatares del Imperio Romano. El privilegiado emplazamiento de su puerto, la riqueza de las minas de plata que salpicaban las sierras próximas, así como la incipiente actividad comercial de la urbe, hicieron que Carthago Nova brillara con luz propia durante la Edad Antigüa.

    Primeras referencias

    No obstante, la primera constancia cierta de la ciudad de Cartagena se remonta al siglo III a. C, cuando el cartaginés Asdrúbal funda Qart-Hadast (Ciudad Nueva), como principal colonia púnica en Iberia y centro de expediciones militares para el control de los territorios peninsulares.

    La caída de la ciudad en manos de Escipión, en el año 209 a.C, marca el nacimiento de Carthago Nova y el inicio del florecimiento urbano. La concesión en época de César (44 a.C) del rango de Urbs Iulia Nova Cartago, inaugura una etapa de proliferación de construcciones edilicias monumentales, tales como el Foro, el Teatro y el Anfiteatro, que plasman en su arquitectura y ornamentación la grandeza del imperio.

    La ciudad adopta el trazado urbano romano, con calles regulares y plano ortogonal, concentrándose la población en la vaguada existente entre los cerros del Molinete y de la Concepción.

    Florecimiento comercial

    El puerto de Carthago Nova se convierte en una próspera ensenada bañada por las aguas del desaparecido Mar de Mandarache, a la que arribaban naves procedentes de todos los rincones del Mediterráneo Occidental. Desde el puerto de Cartagena se exportaban grandes cantidades de plata, esparto, salazones, garum y vino.

    Los siglos II y III señalan el final del esplendor de Carthago Nova, que asistirá a una cierta recuperación en la centuria siguiente. Sin embargo, hacia el siglo V las invasiones bárbaras precipitan la caída del Imperio Romano de Occidente y con ella el fin de Carthago Nova.

    La ciudad resurgirá hacia el siglo VI en manos del superviviente Imperio Bizantino de Oriente, como pone de relieve la lápida del Comenciolo, cuya inscripción hace referencia a la puerta de entrada de la Cartagena Bizantina.