Los fenicios son el pueblo comerciante por antonomasia en la Antigüedad. El comercio fue evolucionando en el Mediterráneo durante el primer milenio a.C. pasando del primitivo comercio silencioso, donde los actores nunca entablaban contacto (se dejaba la mercancía en la playa y ésta era intercambiada por otra por parte de los indígenas) a un establecimiento continuo de factoría comercial y de entronque directo con las élites indígenas. Hasta el año 400 a.C., y bajo la influencia persa, no utilizan la moneda. Su comercio será de intercambio de bienes por materias primas.

  También se constata una evolución en los promotores mercantiles dentro del ordenamiento de la sociedad. En un principio será el propio Rey y su entorno palacial quien dirija y autorice las expediciones comerciales desde el propio Palacio Real como centro redistribuidor, nombrando embajadores para los tratados con otros Estados. Más tarde hará su aparición una nueva clase social de mercaderes, entroncada con la nobleza y la familia real, y que organizada en compañías de navegación trabajan independiente y privadamente. Contaban con extensas flotas mercantes protegidas por grandes naves de guerra y trabajaban en las rutas comerciales de todo el Mediterráneo. Excelentes constructores navales y grandes navegantes, fueron creando todo un sistema de escalas desde Fenicia hasta el Atlántico.

    En su franja costera de origen carecían de metales y materias primas, a excepción de la madera, y productos básicos como cereales, vino y aceite eran producidos insuficientemente para la propia población. Así, la excelente madera de cedro y los trabajos de sus reputados orfebres del oro y la plata, y artesanos de la cerámica y el marfil eran requeridos por los territorios vecinos de Egipto, Asiria y Grecia entre otros,  junto a parte de las materias primas con las cuales habían comerciado por todo el Mediterráneo. Buscan materias primas minerales por el entramado colonial: oro, plata, estaño, cobre, marfil, piedras preciosas, cereales, ganado, lino, especias…y lo intercambian por su madera y objetos elaborados, vestidos, cerámica, orfebrería, importaciones de otras culturas como la egipcia y griega, su famoso vino.

  En cuanto a la Península Ibérica, su producto estrella será la plata, también plomo y oro y alguna elaboración indígena, quedando restos de asentamientos y factorías por la fachada Sur, desde Alicante hasta Lisboa, constatándose su presencia hacia el interior por Extremadura y su relación con las élites locales, como es el caso de Tartessos. Nos quedan muestras de sus productos de carácter suntuario como joyas de oro, importaciones egipcias y griegas, sarcófagos en piedra, alabastros y la extensa muestra de tipología cerámica.