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La primera fase de la explotación minera en época romana fue la prospección, cuyo fin era elegir el lugar más adecuado para iniciar los trabajos de extracción del mineral. En esta fase inicial de los trabajos (Antolinos, 2005: 73) debieron aprovecharse las minas abiertas ya por sus predecesores púnicos. Si bien la experiencia también desempeñaba un papel primordial, ya que según autores clásicos como Agrícola, la coloración de la tierra o incluso la inspección de las hojas de los árboles podía servir para identificar los lugares idóneos (Agrícola, 1556: 44-5). Tradicionalmente se distinguen dos sistemas de laboreo, es decir, de extracción del mineral; a cielo abierto y excavaciones subterráneas. Las primeras se realizaban cuando el mineral afloraba en superficie o poca profundidad y ofrecía grandes ventajas: menos coste, iluminación natural o mayor seguridad. Un ejemplo de una mina a cielo abierto es la Corta Romana, en Mazarrón.
En cuanto a las excavaciones subterráneas, las hay de tres tipos (Antolinos, 2005:74-76). Pozos, cuyo diámetro suele oscilar entre uno y tres metros de diámetro, si bien los hay mayores y pueden llegar alcanzar grandes profundidades (el pozo Reyes de Cabezo Rajao tiene 133 metros de profundidad); galerías, generalmente de sección cuadrangular, como la de Mina Triunfo, de casi 300 metros de profundidad y donde se halló enormes maderos del entibado de la galería, tornos de extracción, ánforas y dos esportones (Ramallo, 1985: 59); anchurones, grandes bolsadas de mineral, que para ser explotadas obligaban a los mineros a dejar pilares para evitar derrumbes, aunque éstos aún tuvieran mineral beneficiable.
A continuación se procedía al lavado del mineral. En Coto Fortuna se encontró un lavadero compuesto por ocho pilas en hilera, a las que llegaba el agua y arrastraba los barros ligeros del mineral recién extraído, previamente triturado (Agüera 2001:532). La siguiente fase del proceso de transformación del metal tenía lugar en instalaciones metalúrgicas como las de Loma de Herrerías, El Mojón, El Caraleño o El Escorial. El metal aparece mezclado en origen con roca. Durante el proceso de fundición se separa el metal de los deshechos (escorias de fundición). Este producto fundido se vierte en un moldo, rectangular, sobre el que suelo imprimir mediante un sello el nombre de la sociedad encargada de la mina. En Coto Fortuna se hallaron varios lingotes pertenecientes a una compañía minera llamada Societas Montis Argentari Ilucro, cuyos lingotes han aparecido hasta en el río Tiber.