Los inicios del siglo XVI en el Reino de Murcia revisten un carácter de cierto optimismo, con un fuerte crecimiento demográfico y un gran desarrollo económico. Como en siglos anteriores, continuaba siendo la ganadería la principal actividad de las tierras murcianas. La oligarquía urbana de las principales ciudades y villas (Lorca, Murcia, Cartagena o Caravaca) era la propietaria de los grandes rebaños, por lo que habitualmente se impedía desde los concejos las roturaciones de tierras que se empezaban a dar en determinados lugares, normalmente cerca de alumbramientos de agua. Interesaba mantener los pastizales para que la lana de las ovejas continuase produciendo pingües beneficios.

     Pero en el ámbito político, la muerte de la reina Isabel en 1504 marcó un punto de inflexión en la Corona de Castilla, pues abría un periodo de cierta incertidumbre tras la desaparición de un referente social y político. Preocupaban las decisiones del rey viudo don Fernando sobre las instituciones castellanas, celosas de su independencia e identidad.

     La situación en el adelantamiento

Un año antes fallecía don Juan Chacón, el adelantado mayor del Reino de Murcia. Con una trayectoria política de lealtad vinculada a la reina Católica, sus años en el cargo resultaron de paz social en la demarcación murciana, de reafirmación del poder del adelantado sobre el Reino (aunque fiel a la Corona), y de aumento de su patrimonio señorial, que se extendió por algunas villas y lugares del valle del Almanzora (como Cuevas y Portilla), en las nuevas tierras reconquistadas del Reino de Granada, en cuya guerra formó parte de la hueste real.

     En la catedral de la ciudad de Murcia mandó construir, en lugar principal, la después conocida como Capilla de los Vélez, un espléndido ejemplo de la arquitectura de poder del último gótico. Su primogénito heredaría el Adelantamiento y el conjunto engrandecido de señoríos, rentas y cargos vinculados a los Fajardo. Llevó el nombre de su abuelo materno: don Pedro Fajardo.

     Los Fajardo obtienen la concesión del marquesado de Los Vélez

     Recién finado su progenitor, los Reyes Católicos trocaron a don Pedro Fajardo Chacón el señorío de Cartagena por el de Los Vélez, en tierras almerienses. Y además, aprovechando un incidente en el que se vio implicado contra el obispo de Cartagena, los monarcas lo desterraron de la ciudad de Murcia. Pero cuando se abrió el periodo de regencia, don Fernando hubo de rehabilitarle para asegurarse la lealtad de los murcianos y la tranquilidad social en ciudades y villas del reino.

     Pronto se vio que, a pesar de todo, el nuevo adelantado era digno sucesor de sus ancestros murcianos. Con una cultísima formación, es, sin duda, uno de los personajes más fascinantes de la historia del Reino de Murcia, por cuanto su figura política marca profundamente el devenir de aquellos años en el sureste español.

     Interviniendo en los concejos a través de sus clientelas, el adelantado controlaba los resortes del poder territorial, muchas veces desde su magnífica fortaleza palaciega de Vélez Blanco, donde creó una corte renacentista gracias, en buena parte, a los cuantiosos beneficios obtenidos en las minas de alumbre de Mazarrón, en pleno apogeo durante las primeras décadas el siglo. En 1507 le llegaría el título de marqués de Los Vélez y, en años más tarde, el emperador Carlos le concedería la Grandeza de España, entroncando así finalmente con la gran nobleza hispánica.



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