La crisis

     El panorama que presentaba el Reino de Murcia a comienzos del siglo XIV no parecía ofrecer un futuro muy halagüeño. La invasión aragonesa había fracturado el territorio, privándolo de las fértiles huertas del Bajo Segura y Valle del Vinalopó y había reducido drásticamente su línea costera, al pasar a la Corona de Aragón el puerto de Alicante y otros núcleos importantes como Santa Pola o Guardamar.

     Pocos años más tarde, una ofensiva granadina sobre el norte de la frontera occidental del Reino de Murcia tuvo como consecuencia más directa la incorporación al sultanato nazarí de las poblaciones de Huéscar, Cúllar, Orce y Galera, tomadas por los musulmanes en 1314, sin que nada se pudiese hacer para impedirlo desde el lado castellano. Moratalla, Caravaca y Lorca quedaron en primera línea defensiva.

     De hecho, en muchos casos, la retracción de las fronteras murcianas no responde más que a una plasmación de la realidad, pues eran ya espacios geográficos abandonados por sus antiguos habitantes y muy poco atractivos para el establecimiento de nuevos colonos: se encontraban en plena vanguardia fronteriza, expuestos a constantes operaciones militares entre cristianos y musulmanes, en un estado bélico continuo existiese guerra declarada o no. Tanto fue así que la frontera se consolida como un territorio desierto, donde las fortificaciones, en manos unas de granadinos y otras en poder castellano (o aragonés), son las que delimitaban verdaderamente el encuentro geográfico, social y político entre el Islam y la Cristiandad.

     El inicio del cambio

     Fue durante el siglo XIV cuando las cotas demográficas del Reino de Murcia tocaron fondo. El proceso despoblador alcanzaba sus efectos más duros durante esta época. La terrible epidemia de Peste Negra que se cernió sobre el sureste español en 1348 añadió más dramatismo a la situación. Y sin embargo, es durante el Cuatrocientos cuando quedaron asentadas las bases sociales y económicas murcianas para la posteridad.

     Para sus habitantes, y con semejante perspectiva de futuro, a comienzos de esta centuria llegó el momento de plantearse la trascendental decisión de quedar o marcharse. De ahí que, cuando se den las condiciones para el desarrollo económico y por ende, el demográfico, surja una sociedad nueva, sobreviviente y dura, arraigada y con unas características clave que marcarán el final de la Edad Media y de la Edad Moderna.

     Gracias al vacío de los campos y la peligrosidad del territorio, la ganadería se había convertido en la más importante actividad económica del reino en momentos de peligro. Los ganados podían refugiarse en los castillos o desplazarse a otros lugares. Y por las mismas razones aparece otro rasgo fundamental de la sociedad murciana bajomedieval: su carácter eminentemente urbano, concentrada en unos pocos núcleos amurallados entre los que sobresalen la ciudad de Murcia y la de Lorca. Son lugares donde la línea de muros y torres delimitaba la seguridad de la inseguridad.

     Los señores del Reino

     En esta situación fueron varias las instituciones y familias principales (linajes) los que supieron aprovechar las difíciles condiciones para acaparar rentas, territorios y lugares y, en suma, hacerse con los resortes de poder en el reino durante estas fechas. La Orden Militar de Santiago y el Obispado de Cartagena, que residía con su gobierno en la ciudad de Murcia a causa del desplome demográfico de la ciudad portuaria, ampliaron sus dominios al comprar diversas alquerías y pequeñas localidades, beneficiándose principalmente de la huida generalizada de sus antiguos señores o propietarios.

     Pero fue don Juan Manuel, adelantado mayor, el que más poder concentró en el reino murciano. Heredero del extenso señorío de Villena (ver vídeo-mapa), se haría con el de Molina en 1312, mientras que Cartagena cayó en sus manos un año después. Su enorme peso político en el resto de Castilla parecía no tener límites dentro del adelantamiento, actuando en Lorca como si fuera su señor, a pesar de ser de patrimonio real. Años más tarde, cuando comenzó a eclipsarse su figura, sus descendientes intentaron tener, aunque cada vez con menor éxito, un papel destacado en la vida murciana, así como determinados linajes que crecieron a su sombra.