La economía andalusí

A diferencia del mundo cristiano feudal, la economía musulmana era eminentemente monetaria, basada en el intercambio de los productos que se cultivaban en las huertas y campos abiertos gracias a la magnífica red de acequias y tecnología hidráulica empleada por los musulmanes para aumentar la productividad de las tierras.

Las ciudades servían de marco idóneo donde los campesinos y los artesanos se abastecían de los bienes necesarios.

Pero también se convertían en el escenario en el que el Estado garantizaba la fluidez de las transacciones comerciales y se aseguraba las rentas necesarias para sustentar el poder emiral.

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     El equilibrio entre almohades y cristianos

     La invasión almohade sólo consiguió paralizar, temporalmente, el avance territorial de los reinos cristianos. En 1212 se produjo la batalla de las Navas de Tolosa, donde las tropas del Imperio norteafricano no sólo obtuvieron una sonora derrota frente a la coalición de las armas cristianas, acaudilladas por Alfonso VIII de Castilla, sino que perdieron el control estratégico del principal acceso que comunica la Meseta central hacia el sur peninsular.

     La sensación de inseguridad se extendió por el Islam hispánico, donde se culpaba ya a los dirigentes almohades del fracaso militar y el avance cristiano. Pronto, el peligro se hizo patente en Tudmir, cuyas fronteras se veían ya amenazadas por los ejércitos aragoneses y castellanos en el valle del Júcar y en las estribaciones de la Sierra de Alcaraz.

     Ibn Hud entra en escena

     En este panorama surge Ibn Hud (ver vídeo). Las primeras noticias que se tienen de él nos indican que se trataba de un personaje característico de la vida fronteriza, el cual, al mando de una partida armada, se dedicaba a las correrías y los saqueos.

     Estas actividades le permitieron dirigir un grupo de soldados lo suficientemente numeroso y eficaz para que, en 1217-1218, protagonizase su primer notable hecho de armas: la conquista del castillo de Peñas de San Pedro, la fortaleza de Sanfiru de las crónicas islámicas, situada cerca de la castellana localidad de Alcaraz.

     Su fama, poder y control territorial fueron creciendo hasta que, en 1228, y desde la impresionante fortaleza de los Peñascales de Ricote, se rebela frente al poder almohade. Su triunfo fue rápido: el verano de aquel año entraba en la ciudad de Murcia y se hacía proclamar al-Mutawakkil àla Allah: "El que se pone en manos de Dios". Para consolidar su poder frente a los almohades, Ibn Hud buscó su legitimación en el mundo Islámico y, así, el califa abbasí de Bagdag llegó a reafirmar su autoridad como emir de todo al-Ándalus.

     Esplendor y caída

     Ibn Hud supo catalizar el sentimiento islámico andalusí frente al dominio almohade y a la presión cristiana durante unos años. Almería, Granada, Málaga, Córdoba, Sevilla, Algeciras y Ceuta reconocieron la soberanía del emir de Murcia, cuando los almohades abandonaron finalmente la Península acuciados por problemas internos. Se trata del último momento de esplendor del Islam murciano.

     La sublevación de Muhammad al-Ahmar en Granada en 1232 y la conquista de Córdoba en 1236 por Fernando III de Castilla fueron los hechos decisivos que marcaron el declive del poder hudí. Como punto terminal del derrumbe del efímero Estado (ver vídeo-mapa), Ibn Hud era asesinado en Almería en el año 1238. El mismo año y en el sur tudmirí, fue conquistada por tropas nazaríes Almería; al norte, Valencia caía en poder de las huestes de Jaime I de Aragón. No obstante, descendientes del emir perpetuarían, no sin dificultades como atestiguan el pago de parias a Castilla, su poder en la ciudad de Murcia hasta su incorporación a la Corona de Castilla a mediados del siglo XIII.