La asistencia a la infancia necesitada ha sido siempre un tema que ha preocupado a los responsables de la actuación municipal. Las posibilidades de atención se orientaban generalmente en tres sentidos: sanidad, educación y corrección. El niño era un elemento vulnerable desde el inicio de su vida, estando expuesto a ser abandonado a las puertas de alguna institución al poco de nacer: los expósitos, cuidados por lo común en hospitales y hospicios. Si superaba estos primeros años, aun le quedaba un largo camino en el que la orfandad se podía presentar en cualquier momento. De ahí que muchas poblaciones de la España moderna instituyeran la figura del Padre de huérfanos. Una de las prioridades a la hora de tratar la situación de huérfanos y pobres era el control de sus posibles desviaciones sociales, para lo que se ponían en marcha medidas correctivas. La otra prioridad era la educación, por escasa que fuera.

En ese marco aparece en Murcia (como en otras ciudades del ámbito castellano) el Colegio de Niños de la Doctrina, primera institución en la ciudad dedicada al tratamiento de la infancia necesitada. Su origen se sitúa en fecha incierta hacia 1570. En 1574 el Colegio se encuentra en la ermita de Santa Quiteria, mantenido de limosna y con grandes dificultades. La consolidación de esta institución vino de la mano de D. Pedro Carrillo de Albornoz, señor de Jabalí Viejo, quien donó en 1578 18 tahúllas en la huerta de Murcia para ayudar a la manutención de los huérfanos. Al mismo tiempo, solicitó al Ayuntamiento que aceptase el patronazgo de este Colegio, lo que el concejo aprobó en 19 de noviembre de 1578. Por su parte, el obispo de Cartagena, en esos momentos D. Gómez Zapata, donó una ermita y varias casas para la instalación del nuevo colegio, en la zona del barrio de San Andrés (Calle Doctrinos).

La misión específica de este colegio era mantener a seis niños desde la edad de cinco o seis años, hasta la de once o doce, en que habilitados y sabiendo leer, escribir y contar, pueden salir para cualquier oficio. Algún autor, interpretando mal la documentación, ha creído que en el colegio se le daba formación profesional como aprendices, lo que no es cierto. Estos niños estaban bajo el cuidado de un rector, y para su admisión en el colegio era preceptivo un informe favorable del párroco correspondiente. Después, un memorial al ayuntamiento acompañado de la partida de bautismo del niño.

La existencia del colegio discurrió siempre entre apreturas y críticas. De hecho, en 1768 y 1795 se intentó cerrar la institución y agregar sus rentas y funciones a la Casa de Misericordia, de reciente creación. Pero los patrones, es decir, el ayuntamiento, se inclinaron siempre por respetar la voluntad del fundador, manteniendo esta institución benéfica y educativa, a pesar de unos resultados cortos y de la escasa modernidad de sus planteamientos.

Sabemos, de hecho, el destino de los niños que salieron de la casa entre 1766 y 1796, algo que nos puede dar la medida de la atención que se prestaba en el Colegio de Niños Doctrinos. De los 78 casos conocidos, empezamos por excluir a un fallecido, uno que marcha a Sevilla, dos que salen por enfermedad, dos que salen con sus madres, y otro a trabajar al Arsenal de Cartagena. Hay un cierto número de casos sin datos. Y luego, aquellos de los que conocemos su colocación laboral:
8 salen empleados para tejedores.
7 a estudiar
5 a zapateros
4 a anteros
3 a montereros
3 a cordoneros
2 a albardoneros
2 a herreros
2 a brocheros
2 a medieros
2 a confiteros
2 a plateros

Y los oficios de mercader, torredor, librero, belonero, pañero, labrador, cordelero, molinero, alpargatero, coletero y ayudante de sacristán reciben, cada uno, a uno de los niños huérfanos de la doctrina.

Como puede comprobarse, el Colegio era una institución benéfica, educativa, de escasa capacidad, pero con un resultado interesante, al menos como antesala del mundo laboral.

 Según el callejero de Ortega Pagán, tras ubicarse en la parroquia de Santa Eulalia, y en la ermita de Santa Quiteria, terminó por establecerse en el entorno de San Andrés, entre la calle Segura y la Plaza de San Agustín.