A lo largo de la historia, las relaciones sociales en el interior de los grupos humanos han generado conflictos, y éstos, a su vez, han obligado a diseñar mecanismos de relación social que permitan superarlos.

Entre los distintos mecanismos, la asistencia caritativa o benéfica es uno de los más representativos para el ámbito europeo a lo largo de toda la Edad media y moderna. No hay ciudad que no exhiba orgullosa sus hospitales, sus hospicios, sus cofradías, como monumentos a la caridad. Y de paso, como válvulas de seguridad para la continuidad del sistema. Porque la asistencia se configuró, desde el punto de vista económico, como un mecanismo de redistribución de renta que permitía a los más desfavorecidos seguir integrados, aunque fuera en grado mínimo, en el cuerpo social.

La ciudad de Murcia no es una excepción. Como en cualquier otra población de la época moderna, las instituciones asistenciales se nutrían directamente de la economía circundante, gracias a haber recibido como donación distintas propiedades muebles e inmuebles: censos (generalmente contratos de arrendamientos, aunque en su origen eran préstamos hipotecarios), casas, tierras¿ Y además contaban con la limosna. También como en cualquier otra ciudad, las instituciones ofrecían dos tipos de asistencia: la sanitaria, si bien con un concepto mucho más amplio que el actual (incluía enfermos de todas clases, y además niños abandonados, pobres hambrientos, convalecientes¿); y la asilar, que atiende a todo tipo de necesidad albergando y protegiendo al pobre mientras dura su calamidad. Esta última, desde el siglo XVIII fue evolucionando hacia una oferta de carácter mucho más correctivo y represivo, fruto de la condena de la ociosidad de pobre y de la caridad del rico, sobre todo si era ¿indiscreta¿, como se denominaba en la época a la limosna hecha sin discernir.

A continuación, ofrecemos un breve paseo por las principales instituciones asistenciales de la Murcia de los siglos modernos, mostrando la huella dejada en el paisaje urbano.