Gran competitividad

    Existen muchos referentes que manifiestan una rivalidad en forma de competitividad por sacar los pasos y los vestuarios de los tercios con el mayor lucimiento. En los primeros años de instauración de las agrupaciones pasionarias fueron los anuncios de nuevos pasos y desfiles lo que despertó la ''confrontación''entre las cofradías. La marraja aventajaba a la california en número de procesiones por lo que el anuncio en 1927 por parte de esta última de sacar un nuevo cortejo la noche del Jueves Santo: la procesión del silencio, actuó de revulsivo y detonante al objeto de completar con desfiles diarios toda la Semana Santa. (Cartago Nova, 1928).

    Esta rivalidad existente se tradujo, asimismo, en mejoras, ya en tronos artísticos y valiosos, tercios lujosos y riquísimos e imágenes notables de las mejores firmas de nuestros escultores contemporáneos. En otros contextos religiosos murcianos se dieron las mismas condiciones para la emulación. La rivalidad será una constante de las procesiones lorquinas, permitiendo una competitividad que ha revertido en el mejoramiento y perfección de las ''puestas en escena'' y el enriquecimiento de los tesoros artísticos. (MUNUERA RICO, 1981: 241).   

        Las vestimientas

    Incluso el color y calidad de los mismos y sus complementos formarán parte de todo un despliegue de ideas para emular con la cofradía rival. Coronando los rasgos diferenciadores han estado los colores distintivos de las cofradías: morado (marrajos); encarnado (californios); blanco (resucitado). Una de esas competiciones tendrá seguimiento entre las agrupaciones marraja y california de San Juan Evangelista. Las túnicas blancas simbolizaban mayor pureza y significado estético. De la percalina se pasó a la lana y al raso.

    Desde sus orígenes como agrupación los penitentes del San Juan de los californios vistieron un equipo de viejos trajes de penitentes, a la usanza de los Caballeros de la Orden de San Juan de Malta, de Jerusalén, compuesto por unos grandes capotes y originales gorros negros con plumas blancas (manto cerrado negro de terciopelo, con la cruz blanca de la Orden tocado con gorro negro de terciopelo y pluma blanca). Por su parte, sus homónimos marrajos lo hicieron con túnicas blancas de percalina con cola y capirote del mismo color y tejido.

    Las ''llamadas''

     Otro componente de rivalidad fueron las tradicionales ''llamadas'', a cuyas puertas los hermanos mayores siempre recordaron la obligada compostura de los que saliesen en las mismas, debiendo observar el mayor orden sin gritos ni molestias para nadie(...) para evitar roces y molestias. En 1952, Juan Muñoz Delgado tomó la decisión de sustituir al delegado de la mesa de la cofradía marraja y ponerse al frente de la misma, rogando a los hermanos que le acompañasen la mayor corrección. Los incidentes con la cofradía rival estuvieron a la orden del día y no faltaron las recomendaciones de rigor para evitar enfrentamientos con otros hermanos de distinto color. Al clima tenso que generaban las ''llamadas'' se unieron otros incidentes con motivo de los retrasos sistemáticos en la entrada de la procesión california del Jueves Santo, ya de madrugada, que impedía organizar debidamente la salida de la procesión del Encuentro de los marrajos.

    En 1957 se registró uno de los altercados más graves por este motivo que obligó a la convocatoria en enero de 1958 de una reunión en el ayuntamiento con asistencia del alcalde, un representante del Obispo, arcipreste y representaciones de las tres cofradías. Se llegó al compromiso de que la última de las procesiones debía estar encerrada a la una de la madrugada del Viernes y las llamadas marrajas saldrían una hora después, así como el derecho preferente por parte marraja a la salida el Sábado Santo, caso de que algún año se autorizase por las autoridades eclesiásticas. De paso se acordó suprimir totalmente los obsequios de los penitentes durante los desfiles.

    Significación político-religiosa

    La presencia de autoridades y jerarquías dio carácter a la significación político-religiosa de los actos. El nacional-catolicismo se convirtió en un revulsivo para revitalizar la religiosidad popular. Su predicamento cobraría menor relieve con el paso del tiempo y la transformación del modelo social y económico que se proyecta actualmente en forma de una sociedad mayoritariamente laica, menos permeable a los protocolos rituales colectivos. La esperanza actual de las cofradías pasionarias puede estar en un hipotético renacimiento religioso una vez transcurrido el ciclo de secularización sociológica al que se ha visto abocada la actual civilización técnica.

    Es la Semana Santa, quizás, la expresión de la religión popular de temática cristiana derivada de la ausencia de vocación espiritualista, con su obsesiva insistencia en situaciones míticas pasionales y con un elevadísimo nivel de formalismo de sus actuaciones rituales. En esta línea se enmarcan los trabajos de Manuel Delgado, profesor de Antropología de la Universidad de Barcelona. No menos importante son los trabajos: ''La Religiosidad popular'', coordinada por Carlos Álvarez Santaló, María Jesús Buxó i Rey y Salvador Rodríguez Becerra (Anthropos, Barcelona, 1989) y ''La Religiosidad popular I: Antropología e Historia'' (Ed. Anthropos, 2003).