La imbricación entre fe teológica y religiosidad popular ¿para los más críticos, en ciertas devociones, idolatría- es innegable y de hecho la propia jerarquía eclesiástica lo alimenta sin dejar de tutelar y vigilar las costumbres religiosas populares que emergen a veces amenazantes, ajenas a la existencia de una autoridad religiosa. Arropando todo el entramado cobran un protagonismo medular los grupos de devoción intrínsecos y las asociaciones marianas.

    Grupos y asociaciones

    En la Cartagena del primer tercio del siglo XX lideran el ritual de la fe un calificado número de grupos y manifestaciones religiosas que vertebran la mítica unidad cristiana, muchas veces en respuesta al progresivo aumento del laicismo y las corrientes ideológicas anticlericales.

    En la iglesia arciprestal de Santa María de Gracia tendrá lugar en enero la tradicional novena a los Cuatro Santos y un mes después el novenario de la ''Virgen de Lourdes''. En la Parroquia de San Diego, a cargo de la Asociación de Hijos de María Inmaculada se celebran los novenarios a María Inmaculada. En la Catedral Antigua, encomendada a los RR.PP Misioneros del Inmaculado Corazón de María, el culto divino jamás cesa, siendo las más celebradas las novenas del Cristo del Socorro, la del Inmaculado Corazón de Ntra Sra., el triduo de fin de año y las vigilias extraordinarias de la Adoración Nocturna. En la Parroquial del Carmen se organizará un quinario en honor del venerado Cristo de la Caña, predicado por el deán Julio López Maymón, personaje de elocuencia arrebatadora. En Santa María la Nueva el novenario del Santísimo; en Santo Domingo la novena de Santa Rita, y la de Ntra. Sra. del Sagrado Corazón, costeada por la Asociación de Señoras de la Virgen. Además destacarán la novena de la popular Virgen del Carmen el 16 de julio; el novenario marrajo y el de la Virgen de los Californios, las tradicionales ''salves grandes'' y el ''miserere'' en Santo Domingo. (Cartagena Ilustrada, nº 17, 15-1-1926)

    El escenario religioso atrajo principalmente a lo más granado de la mesocracia local a la que, con un especial mimetismo, sigue un segmento popular atraído por una fe atávica. La Casa de Misericordia de Cartagena se convirtió en los años de esplendor de las cofradías pasionarias, coincidiendo con el nacimiento de las agrupaciones de Semana Santa en el primer tercio del siglo XX, en instrumento de transmisión de valores morales y católicos. De su seno nacieron los Hijos de María, no más de 350 en 1979, que los impulsan ¿además de la fe- y elevan a milagro el renacimiento de los desfiles pasionarios. Especialmente fueron protagonistas de la recuperación de los desfiles tras el paréntesis de la contienda civil.

   La simbología

    Las cofradías penitenciales siempre contribuyeron a la consolidación de la simbología inherente a cualquier manifestación católico-social. Ya no solo en los cortejos pasionarios radica uno de los signos externos imprescindible de la religiosidad popular sino en cuantas otras expresiones conforman una estructura con cierto carácter fetichista y mágico. Es el caso, por citar uno muy representativo, del típico acto del Besamano de la imagen de la virgen la tarde del Viernes de Dolores al terminar la novena. Tras el paréntesis 1940-1954, resurgió en 1955 este rito olvidado por los devotos cartageneros. No menos popular fue a partir de los años veinte la celebración del Lavatorio de Pilatos, a las cinco de la tarde, en la Plaza de Valarino Togores. A primeras horas de la tarde del Miércoles Santo tienen lugar las ''llamadas'' de ''judíos'' y ''granaderos'', que recorren la población hasta las cinco de la tarde en que se celebra el mencionado Lavatorio.

    Pero es, sobre todo, a través de la simbología propia de las imágenes que desfilan donde pueden hallarse las más claras connotaciones con las formas de religiosidad popular. Veamos algunas muy enraizadas en la devoción colectiva. Por un lado, podemos distinguir las de signo mariano y, por otro, las nazarenas. Sin precisar la cantidad de fervor popular, sobresale la espiritualidad y el carácter penitente de los hermanos de la Agrupación de la Santa Agonía y Maria Stma. de la Amargura. Éstos desfilaron en 1940 con los pies descalzos, pidiendo por la paz del mundo seguidos de grupos de promesas al Cristo, algunas descalzas, con cara tapada y cruces a cuestas. Tras la guerra civil, proliferaron los grupos de promesas ¿algunos como porta-pasos-, muchos de ellos excombatientes de la División Azul. El poder de convocatoria de La Piedad fue de lo más sorprendente, contribuyó a ello el hecho de ser versión itinerante de la Patrona de Cartagena. La procesión del Lunes Santo representó el cortejo de mayor fervor popular dado el elevado número de fieles y promesas que acompañaban a la imagen en su traslado.

    Esta advocación fue la que estuvo más ligada a la ideología del nacional-catolicismo. En 1963 fue costeada por suscripción popular la corona de oro y plata y piedras preciosas, para conmemorar los ''25 años de paz española''. La denominada ''Operación Plata'' simbolizó el agradecimiento al dictador a través de la imagen de la Piedad. (LÓPEZ CASTELO, 1976:26). A partir de 1975 la Piedad pasó a tener marcha propia de desfile titulada ''Plegaria'', compuesta por José Torres Escribano.

    Aparte del contenido mariano de los cortejos y actos religiosos, la impronta que subyace en los mismos es claramente dominante a favor de la figura masculina. Todo gira en torno al personaje de Jesús y los apóstoles. Las cuatro cofradías reciben su nombre tomado de alguna escena de la Pasión que protagoniza Jesús o Cristo. Así figura en sus denominaciones: Cofradía de Nuestro Padre Jesús Nazareno (Marrajos), Real Cofradía de Nuestro Padre Jesús en el Paso del Prendimiento (Californios), Cofradía de Nuestro Padre Jesús Resucitado (Resucitados) y Cofradía del  Santísimo y Real Cristo del Socorro. Sin olvidar las cofradías no penitenciales de los Cuatro Santos, residente en la Capilla de la Iglesia de Santa María de Gracia, en honor de los patronos de la ciudad: Santos Leandro, Fulgencio, Isidoro y Florentina, y la Cofradía de la Virgen Santísima del Pilar, establecida canónicamente en la Iglesia de Santo Domingo, y con un cometido muy definido: ''apartar del pecado y de las ocasiones de caer en él a los que a ella pertenezcan, perfeccionar sus almas con la práctica de las virtudes, adorar, amar y engrandecer a la Divina Majestad de Nuestro Redentor¿'' en el más puro tremendismo ochocentista.

    Tras los cristos están las vírgenes y tras éstos los apóstoles: Santiago, Juan y Pedro forman una trilogía que genera un seguimiento popular en forma de exaltación y emulación. La Cofradía de Pescadores cartagenera ha estado ligada a la imagen del Nazareno, máxime en los momentos de mayor penuria. En la posguerra llegaron a costear una nueva talla de Capuz facturada en 20.000 pesetas. Su traslado el 17 de marzo de 1945 fue todo un acontecimiento, desde el barrio de pescadores de Santa Lucía hasta la Iglesia de Santo Domingo. Casi medio siglo después, en la Semana Santa de abril de 1982, se revivirá la tradición de sacar la talla en la madrugada del Viernes Santo de la Lonja de la Pescadería de Santa Lucía.

    En conclusión

    El estado teocrático-militar inaugurado tras la guerra civil sirvió de alimento a una plaga de actos religiosos propiciados por nuevos grupos ideológicos y antiguas asociaciones devocionarias. La Juventud de Acción Católica acaparó a partir de 1940 las emisiones radiofónicas, en numerosos barrios prodigaron los actos misionales, cobraron vida las Santas Misiones, conferencias, ejercicios espirituales, se propagó la doctrina social católica y se inauguraron jornadas con temáticas contundentes: El día de la parroquia, La fiesta del Corazón de Jesús, Fiesta del trabajador cristiano Día del Papa, Día del Seminario, Semana de Penitencia en Cartagena, Vía-Crucis del Frente de Juventudes. Es tiempo de iglesia y cruzada. Se construyen nuevos templos, como la iglesia de las RR. Adoratrices y nacen los Consejos Diocesanos de Acción Católica.