Ante la formación de una Junta Revolucionaria en la ciudad portuaria de Cartagena durante el 11 de julio de 1873, el domingo 13 de julio se reunió la Junta de Comandantes, Jefes y Oficiales de los Voluntarios de la República, así como Diputados a Cortes y representantes de las facciones del Partido Republicano en Murcia, acordando secundar el movimiento iniciado por la vecina ciudad y nombrar una Junta Revolucionaria en Murcia, que quedó instalada en el Palacio Episcopal, pasando después al Ayuntamiento.

La presencia de Antonio Gálvez fue esencial para consolidar la instauración cantonal en la ciudad, destacando la ausencia total de enfrentamientos y la aceptación por una parte de las autoridades públicas, marchándose el resto, pero siempre sin provocar luchas armadas.

A pesar de esto, se generó una gran intranquilidad en la ciudad con el cambio político, y siempre bajo la sombra de los altercados ocurridos en Alcoy o en Cartagena. Este ambiente de nerviosismo e inseguridad se alargará durante todo el periodo cantonal, especialmente a principios de agosto, donde los rumores de la llegada de tropas gubernamentales generaron toda una desbandada de la ciudad, tanto de cargos políticos como población en general.

A pesar del citado ambiente, no parece presentar ninguna duda la tesis de A. Pérez Crespo en lo referente a la intención de mantener el orden y la paz en la ciudad por parte de la junta, para lo cual solo tenemos que acudir a fuentes que así lo muestran. Por ejemplo podemos observar un manifiesto del día 12 de julio de 1873, donde a la misma vez que los Voluntarios están proclamando la revolución cantonal, la Junta deja bien claro que en Murcia no habrá derramamiento de sangre: -No se ha dirigido en vano á nosotros, porque nosotros que somos republicanos establecidos con orden y sin excesos que manchan nuestra bandera; nosotros que somos amantes hijos de Murcia, no queremos ni permitiremos que ocurran aquí excesos de ningún genero-.

La adhesión de Murcia a la Revolución Cantonal supuso que una extensa área se sumara a este movimiento, teniendo en cuenta que era la capital política, administrativa y religiosa de la Provincia, y que dominaba todo un extenso municipio que iba más allá de la propia huerta para introducirse en zonas del Campo de Cartagena, el Valle de Ricote y la costa del Mar Menor. Aunque también se constituyeron focos contrarrevolucionarios en Lorca y otras zonas de la provincia.

Este seguimiento masivo estuvo motivado, al parecer, por las órdenes que desde Murcia emitía la Junta Revolucionaria a los federales de esas poblaciones, con el fin de que se constituyeran en juntas seguidoras del movimiento cantonal. Aunque también se debe tener en cuenta la salida desde Murcia de elementos intransigentes acompañados por fuerzas ciudadanas, visitando pueblos y pedanías del municipio, donde al parecer fueron acogidos favorablemente.

Ante la nueva situación política, Cartagena aprovechó su condición de primera ciudad cantonal de España y de plaza militar fuerte, para coger la batuta política en una zona que llevaba siendo dominada por la vecina ciudad del Segura durante siglos. Murcia, sin embargo, se resistió a verse influida por una localidad que consideraba de menor rango, rechazando las interferencias que la Junta cartagenera ejerció sobre los asuntos internos de la capital.

En definitiva, Murcia y Cartagena establecieron una especial relación, entendiéndose a pesar de entablar una disputa política por constituirse como poder central. Una relación que vino dada por el intercambio de recursos monetarios por defensa militar, donde Murcia acabó posicionándose en una situación de inferioridad que la dejó fuera del poder político cantonal, que fue a parar a la vecina ciudad portuaria.

La mañana de 12 de agosto de 1873, justo un mes desde su formación, Murcia y su Junta deciden no plantear oposición a las tropas centralistas del General Martínez Campos y abandonan la ciudad, retirándose sus miembros y las fuerzas de voluntarios a la vecina Cartagena.

En definitiva, la Junta Revolucionaria dejó bien claro, desde los comienzos de su andadura, que no iba provocar que Murcia se convirtiera en escenario de enfrentamientos bélicos, por lo que ante la cercana llegada de tropas centralistas acordó retirarse a Cartagena. Además Murcia carece de defensas naturales, circunstancia innegable que influyó en el citado abandono, como lo muestra que las fuerzas cantonales murcianas se retiraran inmediatamente a Cartagena, que si posee unas excelentes condiciones para su resistencia, en la cual participaron.