Las Termas romanas de La Loma se hallan ubicadas en el paraje denominado Calar de la Rambla o Los Cazadores. Los restos aparecieron accidentalmente cuando en la década de los años 1920 dieron comienzo los trabajos de acondicionamiento de terrenos para el cultivo de frutales dejando al descubierto sillares y restos cerámicos. Los sillares fueron aprovechados para construir sobre ellos una barraca huertana. Fue al construir una balsa para abastecimiento y regadío cuando se descubrieron las columnillas del hypocaustum.

En 1979 se procedió a realizar una excavación arqueológica, en una escasa superficie y, por tanto, no reveló la extensión de la villa romana pero permitió diferenciar la existencia de varios espacios arquitectónicos con hypocaustum, así como instalaciones correspondientes a calefacción. La zona investigada puso de manifiesto la desahogada posición económica del propietario de la villa.

La construcción de los muros es homogénea. Están ejecutados con piedras irregulares y cal. Esta forma de construcción se ha mantenido en medios rurales hasta nuestros días, pero tuvo su máximo apogeo en la Murcia hispano-musulmana. Su pervivencia la debe, no sólo a la solidez, sino también a la excepcional resistencia que presenta contra la humedad. La cimentación es muy profunda superando el metro por debajo del piso del hypocaustum.

Los espacios arquitectónicos descubiertos, se hallan comunicados entre sí por medio de pequeñas aberturas realizadas en las paredes. Los pilares de sustentación están formados por ladrillos circulares de 25 cm de diámetro y un espesor de unos 4 cm, unidos con un mortero de cal. Las torres así formadas constan de 15 piezas que dan una altura total aproximada de un metro. En planta, se distribuyen en hiladas pareadas en sentido longitudinal, con una separación entre filas de unos 25 cm. En una de las  habitaciónes se conservan en buen estado los pilares, salvo en la zona destruida por la pala excavadora. No ocurre así en un segundo habitáculo, en el que han desaparecido totalmente y sólo pueden apreciarse las huellas sobre el piso de opus signinum. Un pasillo central comunica las diversas dependencias. Este pasillo, por su estrechez y por la ceniza en él depositada, hace suponer que se trata de la conducción existente entre el hypocaustum y el fornax.

Los materiales aparecidos en la pequeña zona excavada, principalmente los cerámicos, han proporcionado interesantes datos que permiten efectuar una primera aproximación cronológica. El momento de esplendor de esta villa cabe situarse entre el siglo I y III d.C., a juzgar por la cerámica encontrada.

Mientras que el inicio del asentamiento puede concretarse en un momento determinado, la amplitud de la ocupación, así como su abandono, resulta mucho más difícil de precisar. Este último parece posible se produjese en torno al s.III d.C., seguramente a consecuencia de la generalizada inestabilidad política y social del momento.