Desde mediados del siglo XIX se produjo una desaforada búsqueda de aguas subterráneas con el propósito de ampliar la superficie de regadío que en 1860 era de unas 17.000 Has. Esto supuso un giro importante en la agricultura murciana que comenzó a dar unos pasos firmes de cara a su futura especialización hacia las hortalizas y frutales. Para el año 1900 esta lucha por ampliar el regadío había conseguido elevar la superficie de huerta hasta las 57.500 Has.
Entre 1849 y 1868 se presentaron un total de 76 solicitudes de autorización para alumbrar aguas, destacando las 30 de Totana y las 13 de El Garbanzal, Portmán, muy por encima de las 6 de Cieza o las 4 de Mazarrón. En realidad, esto era sólo el comienzo de una auténtica fiebre que iría creciendo conforme avanzase el siglo XIX. Incluso un tal Lorenzo Menárguez propuso realizar ya un primer trasvase en 1865; se trataba de llevar agua de los ríos Castril y Guardal hacia Lorca, Murcia y Cartagena. Dentro de esta misma década aparecen importantes compañías de aguas que ofrecían sus servicios a los ayuntamientos murcianos; era el caso de Eugenio Salarnier, por ejemplo.
Curiosas iniciativas en la busqueda del agua
La extracción de aguas en Murcia fue incluso portada y motivo de un profundo análisis del diario El Segura en 1863. Reconocía el periódico la fertilidad de las tierras de Murcia cuando llovía o recibían un poco de agua, pero que cuando ésta escaseaba, la región era poco menos que un desierto. Llamaba el periodista la atención sobre la existencia de abundantes veneros de agua en el subsuelo que debían ser aprovechados, ofreciendo diversas fórmulas según la profundidad a la que se encontrara. Se mencionaban los molinos de viento, la forma de embalsar aguas para los momentos que no soplaran los vientos y, si el agua estaba a más de 28 pies, recomendaba la fuerza del vapor.
Los denominados pozos artesianos serían la solución y en su ejecución surgieron importantes empresas. Así, en 1879 destacó la de Sánchez Sánchez y Compañía que estaba radicada en la murciana calle de las Balsas. Dos años después le salió competidora en la calle Baraundillo. Tal fama adquirieron estas sociedades explotadoras de agua para riego que desde Barcelona contrataron los servicios del murciano Teodoro Cárceles. También se incorporó a este gremio el inventor del toxpiro, el alhameño Manuel Daza Gómez que inventó un sistema de perforación de pozos artesianos en 1889. Para entonces ya eran legión los fabricantes y talleres existentes en los pueblos de la Región.
Algunos terratenientes comenzaron a importar tecnología. Fue el caso de Antonio Espinosa que instalaba en su huerto en 1882 un molino para extraer aguas para riego de la Sociedad Kawanne de Nueva York.