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La Mezquita de Córdoba, símbolo del poder califal [Murcia_Abderramán II]
La Mezquita de Córdoba, símbolo del poder califal

Las obras de Abd al-Rahman II en Al-Ándalus

     Abd al-Rahman II fue un monarca erudito, inteligente y cultivado, que logró envolver su reinado de un atmósfera de tranquilidad y prosperidad, que sentaría los precedentes del futuro esplendor califal. Extendió las costumbres califales, de boato y ostentación, por toda su Corte, revistiéndola de ilustre gloria.

     Introdujo medidas organizativas en la vida palatina y realizó diversas obras en alcázares y mezquitas. Dotó a Córdoba de pavimentación y alumbrado público, reparó caminos y canalizó las aguas por medio de tuberías de plomo, introduciéndolas en los alcázares.

     Construyó un arrecife en la orilla derecha del río Guadalquivir, creó fábricas de tejidos, estableció la ceca en Córdoba y engrandeció su reino.

     Entre los años 833 y 834 realizó la ampliación de la Mezquita de Córdoba, levantada por Abd al-Rahman I, dado que el recinto proyectado por éste resultaba insuficiente para acoger a la importante comunidad de fieles que se concentraron en la capital de Al-Ándalus.

     Amplió la edificación hacia el sur a partir de la prolongación de las naves longitudinales en ocho tramos suplementarios, para lo que empleó ricos materiales y gran cantidad de obreros. En el muro oriental abrió la puerta de San Esteban, en la que aparece ya formada el tipo de puerta cordobesa del siglo X, muy plana y sin abocinamiento.

Fragmento del Edicto de la Fundación de Murcia

     Chabir: Mi señor me envía con una feliz embajada la orden de fundar sobre este mismo lugar una nueva ciudad que pasearás su gloria futura con el nombre de Murcia. El Emir Abderramán (que Dios lo proteja) quiere para esta Ciudad el más amable de los destinos para gozo del ciudadano y envidia del visitante. De sus calles sombreadas en verano y cálidas cuando el invierno nos visite, saldrán sus hijos predilectos que alumbrarán con su sabiduría la mayor gloria de nuestra patria, el Andalus. Sus jardines y paseos serán refugio de místicos poetas, de literatos y gobernantes. Por sus murallas bordearán ríos de miel y sus noches estrelladas serán una fiesta: las tertulias y la música, el amor y los cantos llevarán su potente eco más allá de Córdoba y cruzarán las fronteras.

     Por sus siete puertas pasarán todos los sabios de España que ofrecerán en calles y mercados el fruto de su inteligencia. Pero las puertas serán cerradas con intransigencia a todo enemigo invasor y bárbaro que no sepa amar la belleza de sus palacios y fuentes, de sus alquerías y repletas de agua fresca, de sus baños y mezquitas.

     Nuestra Ciudad será santuario de la transigencia y la convivencia. En sus calles pasearán judíos, cristianos y musulmanes y el amor entre todos sea su ley.

     Será nuestra ciudad tan acogedora y generosa que su símbolo lo constituirá una matrona que deja a su propio hijo en el suelo para dar de mamar a otro niño extraño. Yo Chabir, embajador del Emir del Andalus Abderramán II (que Dios lo proteja) fundo en su nombre y en el de Dios el Poderoso, el Clemente, la ciudad de Murcia.

Transcripción de Antonio Parra.