Tras el cantón

    El 12 de enero de 1874 las autoridades cantonales rinden la ciudad a las fuerzas del general López Domínguez. Para el catolicismo burgués cartagenero ese momento representó el fin de un exilio de varios meses, que ponía término a un intenso periodo en el que el poder de la Iglesia se había visto comprometido por la creciente influencia de las ideas liberales. Se renovaron los cultos locales que habían sobrevivido al abandono y se iniciaron trabajos de restauración de los templos dañados por el asedio de 1873, entre ellos la universalmente conocida como ''Catedral Antigua''.

    Ya en 1874 el gobierno del general Serrano libró una importante suma para obras de reparación de las iglesias cartageneras, dañadas por el bombardeo de las últimas semanas del sitio. En febrero de 1875 el obispo autorizó la constitución de una ''Junta de Fábrica de la Iglesia Parroquial de Cartagena'', para dirigir esas reparaciones, que trató de buscar ayuda del Ayuntamiento para acometer la restauración y el mantenimiento de las iglesias de la ciudad.

    Dentro de ese proceso de recuperación de la vida eclesial, el 13 de diciembre de 1875 el Eco de Cartagena, el periódico católico de la burguesía cartagenera, cubrió la noticia de la reapertura al culto de la ''Catedral Antigua''. Sin embargo, el entusiasmo por la reanudación de la actividad en el templo de la Asunción quedaba matizado por el deplorable estado en el que se encontraba. No es de extrañar, por tanto, que desde ese momento comenzara un movimiento tendente a iniciar la reconstrucción de la iglesia. Dentro de ese clamor tuvo un importante papel Manuel González Huarque.

   El valedor 

    Manuel González era, en ese momento, el cronista oficial de Cartagena. Cofrade de la congregación del Cristo del Socorro, no sólo era uno de los principales sostenedores de las leyendas y tradiciones piadosas de Cartagena, sino que estaba íntimamente relacionado con la ''Catedral Antigua'', sede de su cofradía. El 17 de diciembre de 1875, sólo unos días después de la reapertura al culto, publicó en el Eco de Cartagena un artículo -hoy perdido-, en el que, tras recordar las venerables y antiguas tradiciones que envolvían al obispado de Cartagena y a su ''cátedra primigenia'', defendía la necesidad de devolver al templo su pasado esplendor.

    No cabe duda de que su entusiasmo en la defensa de la historia del templo contrastaba con el abandono en el que se hallaba, pero el artículo despertó el interés de la opinión pública. ¿No disponía Cartagena de un monumento de gran antigüedad e ilustre historia abandonado a su suerte? Pronto los grupos más comprometidos del movimiento católico de la ciudad, organizados alrededor de la cofradía del Cristo del Socorro, comenzaron a exigir a las autoridades una acción decidida para la reconstrucción del templo.

    Su opositor

    La respuesta no tardó en llegar, aunque su portavoz fue, en cierta medida, inesperado. Se publicaron en el Eco una serie de artículos que trataron de matizar el entusiasmo despertado por Manuel González. Su autor era Manuel Marco, delegado del Banco de España en Cartagena. Natural de Zaragoza, su cargo le ponía en contacto con los miembros de la administración, municipal y gubernativa, de la ciudad. Muy interesado en la Historia y el Arte, sus conocimientos lo convirtieron en portavoz de la postura del liberalismo conservador cartagenero, que no veía en las tradiciones piadosas que defendía el catolicismo más militante de la ciudad nada más que mitos sin fundamento histórico.

    Recordemos que en ese momento la cuestión de la libertad de culto como principio constitucional -rechazado por el catolicismo más intransigente- estaba en plena discusión en las Cortes. Para los liberales la reconstrucción de la vieja basílica sólo tenía un valor arqueológico, de poca importancia debido a la pobreza artística de la iglesia. De esta forma, en tres artículos, entre el 23 y el 31 de diciembre de 1875, Marco presentó una imagen del templo que difería claramente de la presentada por González.

   La dialéctica

    En primer lugar Marco acometió, de acuerdo a la crítica histórica del momento, la tarea de poner en su sitio las perspectivas históricas del obispado de Cartagena, negando el origen jacobeo, la existencia de obispos antes del siglo IV y la relación entre Cartagena y los Cuatro Santos. En el segundo artículo presentó una descripción realista del templo, mostrándolo como una obra menor de finales de la Edad Media, o incluso de inicios de la Edad Moderna. En el tercer artículo se muestra contrario a cualquier obra en la ''Catedral Antigua'', defendiendo como más importante la terminación de Santa María de Gracia, templo en su opinión más elegante. Termina por poner como ejemplo la restauración del templo del Pilar de Zaragoza, tras avisar de los cuantiosos gastos que serían necesarios.

    Los artículos de Marco causaron una gran sensación en la ciudad, sobre todo, obviamente, por lo que significaban de rechazo frontal de algunas de las tradiciones con más arraigo del cristianismo cartagenero. Una primera consecuencia fue que Manuel González, el cronista local, se presentara como adalid de esas leyendas y tradiciones, e iniciara, desde el 4 de enero de 1876, la publicación de una larga serie de artículos en el Eco de Cartagena, que se extendió hasta el verano, con el título de Cartagena a la Luz de la Tradición y de la Historia, en la que, basándose fundamentalmente en los falsos cronicones de los siglos XVI y XVII y en noticias poco rigurosas de autores medievales y de la edad moderna, trataba de demostrar la historicidad de todas las leyendas cartageneras, desde la evangelización de Santiago al obispado de San Fulgencio, pasando por los mártires de Diocleciano y el pseudo catálogo de obispos cartageneros. Sin ningún sentido crítico, incluso menor que un autor dieciochesco como Soler, González derrochó un entusiasmo que atrajo pronto el interés de muchos cartageneros y lo convierte en uno de los pilares de la formación del movimiento localista cartagenero.

    La previsible respuesta de Marco se inició en junio, mediante una serie de artículos en los que trataba de rebatir, usando autores modernos, más críticos con las fábulas medievales y los cronicones, las bases de las leyendas cartageneras. Esta polémica histórica no era más que un reflejo de un conflicto ideológico de gran calado que se desarrollaba en la España de principios de la Restauración, en el marco del proceso constituyente iniciado por el gobierno de Cánovas del Castillo, que enfrentaba las ideas liberales, más o menos moderadas, con el integrismo católico heredero del viejo carlismo de la primera mitad del XIX, todavía vivo en amplias capas de la burguesía. La discusión sobre la antigüedad del templo y la conveniencia de restaurarlo se mantuvo durante el verano, uno de los más calurosos que se recordaban, hasta que se vio dramáticamente interrumpida en agosto por un inesperado suceso.

   ''En la madrugada de hoy ha caído una de las paredes de la antigua iglesia catedral de esta ciudad, sin que afortunadamente haya ocurrido desgracia que comentar. La destrucción de aquella pared no afecta en nada a la parte del templo nuevamente restaurado''. El Eco de Cartagena, 23.08.1876 Desgraciadamente faltan en su totalidad los ejemplares del Eco del mes de septiembre de ese año, pero cuando podemos recuperar, en octubre, el hilo de los acontecimientos, vemos que se había abierto una suscripción popular de fondos con destino a la reparación y restauración de la ''Catedral Antigua''. Ésta contaba con el apoyo entusiasta del periódico, y en general de toda la burguesía católica de la ciudad.

    Pero el entusiasmo inicial tuvo su contrapunto. El omnipresente Manuel Marco comenzó a publicar, ya desde el mes de septiembre, y sin duda como respuesta a la apertura de la suscripción, una nueva serie de artículos, con el título de El Porvenir de Cartagena, en los que, criticando el que se mostrara tanto interés en las obras de un templo sin valor histórico-artístico alguno, que ahora fechaba a finales del siglo XVI o principios del XVII, se estuvieran difiriendo proyectos tan esenciales para la ciudad como el abastecimiento de agua -aquel verano fue particularmente seco- o la desecación del Almarjal para luchar contra la malaria y la disentería.

    Se inició entonces una nueva polémica que volvió a enfrentar a los católicos militantes con los liberales de la ciudad. La polémica fue languideciendo conforme avanzó el otoño, mientras que la suscripción popular iba perdiendo fuerza. Desde noviembre empezó a hablarse de los planes de reconstrucción y de la forma de utilizar el dinero recaudado, pero las obras no se iniciaron hasta finales del mes de marzo: ''Hoy han empezado los trabajos para la reedificación de la antigua Iglesia Catedral de este obispado, monumento de gloria y antigüedad a que dedican su ca-riño los cartageneros''. El Eco de Cartagena. 31.03.1877