Casco antiguo [Librilla_Historia]
Casco antiguo
Casa-Cárcel
Sala de exposiciones La Cárcel de Molina de Segura

Molina

A finales de 1857, siendo alcalde José Arnaldos,  el ayuntamiento convocaba subasta de alumbrado (que se celebró dentro ya de 1858) por 3.293 reales. En 1870, con unos 1.500 habitantes, el gasto anual  por este concepto ascendía a 353 escudos. Algunos de los contratistas de petróleo fueron: Antonio Pinar Morante (1877-1879), Juan de Dios Gil (1888-1889, con un  gasto aproximado de 50 pesetas mensuales) o Matías García Conesa (1890) que ganó la subasta del servicio convocada ese año por 1.125 pesetas. Precio que se mantuvo hasta 1897 año en que se elevaría a 1.350 pesetas al retornar nuevamente a manos de Juan de Dios Gil, proveedor que conservó la adjudicación del servicio hasta la implantación de la electricidad.

En julio de 1898 ya se autorizó a Juan Antonio Martínez Martínez, es decir, a La Providencia,  a realizar la instalación de postes y cables de fluido eléctrico, lo que se ratificó en noviembre de 1899, aunque las bases del contrato se establecieron en abril de 1900. Sin embargo, el funcionamiento no debió considerarse completamente satisfactorio ya que en abril de 1902 el pleno del ayuntamiento aprueba prevenir al contratista que puede considerar rescindido el contrato si no suministra fluido en el plazo de 3 días. Algunos años después el periódico El Regenerador dedicaba, en 1917, nuevos ataques a la misma empresa, ya en otras manos, por deficiencias en el servicio.

En 1920 Francisco López Menárguez solicitó aprovechamiento hidráulico del Segura  para uso industrial  mediante la construcción de una presa, entre Molina y Alguazas, de 5 m de altura. En 1922 la electricidad llegó a Torrealta y a la Ribera de Molina. Tres años después Molina y los pueblos de su entorno se quejaban de la concesión de 18.000 l/s que se había otorgado a José Gil Martínez en Las Fuentes (Archena), contribuyendo todos al pago de un recurso contencioso interpuesto en su contra.

Librilla

Al igual que en otras muchas localidades, escasean los documentos históricos debido a diversas circunstancias: incendio fortuito, destrucción intencionada, robo, venta como papel, etc. Salvo los grandes municipios como Cartagena, Murcia y Lorca, el interés por la documentación ha sido más bien escaso, al menos en lo que se refiere a su catalogación. En el caso de Librilla ese tipo de circunstancias adversas  ha sido la causa de que sólo se disponga de escasa información, y además parcial, a partir de 1895. En este año y, en los tres siguientes, las Actas Capitulares no hacen referencia, en ningún momento, al alumbrado público. Las  primeras  alusiones aparecen en abril y mayo de 1899 hablando de la conveniencia de colocar un farol en la calle Clemente, en el arrabal, a fin de que ilumine la muralla y la cuesta que existe en la calle de Martínez puesto que era un lugar de peligro. Al mismo tiempo se producían quejas, de parte del vecindario, porque no se encendía el alumbrado público. La causa era la falta de medios económicos que no permitían atender el servicio. No obstante, se hizo un esfuerzo y en mayo y junio se compraron 48 litros de combustible a  Pedro Contreras Martínez, al que por cierto no se le pagarían las 54,30 pesetas hasta cuatro años más tarde (julio de 1903).

El alumbrado público se regularizó con la llegada de la electricidad. En diciembre de 1909 el Alcalde, Salvador García Lorente, daba cuenta del contrato firmado con Ricardo Villar Toboso, a fin de que el nuevo sistema comenzara a iluminar la localidad a partir de enero de 1910 con el fluido producido en el Molino de la Rosaleda, situado a las afueras de Librilla, con un motor de gas. El precio anual sería de 1.125 pesetas.

En esos primeros años de electricidad el encargado de Ricardo Villar, en Librilla, era Francisco Asensio Herrero. Poco a poco, el alumbrado se fue extendiendo y, como consecuencia, aumentando la partida presupuestaria  que de 1.887,50 pesetas anuales aumentó a 3.500 pesetas a partir del año económico 1922-23.