La puesta en marcha de las Escuelas Graduadas de Cartagena en 1903 supone una auténtica revolución en la historia de la educación en España. Por primera vez se instaura un sistema educativo gradual que atiende a las necesidades del niño y tiene como objetivo la formación integral del mismo.

Gracias a las Escuelas Graduadas comienza el camino para conseguir una programación secuenciada de los métodos y contenidos en grados educativos diferentes, adaptados a las necesidades de cada niño en función de su edad y capacidad.

Además, se establece una jornada escolar propiamente dicha; se impone la escolarización obligatoria y se habilitan en los centros educativos espacios nuevos como laboratorios y talleres y comienzan a utilizarse nuevos recursos didácticos.

Cartagena, una ciudad importante

En la época en que nacen las Escuelas Graduadas, Cartagena era una ciudad importante, la séptima en población de España, y la situación económica era excelente. Esta situación planteaba dos exigencias educativas: el tejido industrial y comercial necesitaba profesionales mejor preparados en todos los órdenes y por otro lado las familias exigían unas mejores escuelas y maestros para sus hijos.  Tal y como señala De las Heras “existía una importante demanda de formación, porque las familias querían un futuro mejor”.

Las escuelas de la época eran lamentables. Martí Alpera escribe: “Sus escuelas eran cuartos de alquiler estrechos y sombríos (…). Los maestros, espías o guardianes de niños, a ratos instructores de algunos de ellos, nunca educadores constantes de todos. En estas salas, obscuras como cavernas, los muchachos permanecían hacinados varias horas seguidas, durante las cuales no podían ver el sol y ni agitarse libremente en el aire. (…). No tenían los maestros una comunicación íntima y frecuente con sus alumnos; no podían tenerla. Se enseñaba con libros de texto. Se imponían castigos corporales.”

Es por ello que existe mucha insatisfacción entre los maestros y los políticos por la situación, sobre todo, los que participaban de las ideas regeneracionistas.  De las Heras señala que ya llegaban a Cartagena los ecos de la Institución Libre de Enseñanza, de Giner de los Ríos, y de las ideas basadas en que el cambio social, tras el aldabonazo del 98, debían pasar por cambiar el modelo educativo.

En ese momento, año 1902, aunque ya se conocía la graduación de la enseñanza, no existían en el país  maestros que hubieran trabajado con este nuevo sistema escolar. En algunas escuelas anejas a las de Magisterio se empezaba a implantar de forma experimental.

En esta situación, dos maestros cartageneros, mientras el Ayuntamiento construía las nuevas escuelas de la calle Gisbert, marchan en viaje de estudios por Europa para analizar experiencias pedagógicas transportables a las primeras Escuelas Graduadas que se construyen en España, y que ellos van a organizar y regentar. De las Heras señala que “se produjo una coincidencia magnífica en el tiempo: un alcalde, Sanz Zabala, y un grupo de maestros como Enrique y Pascual Martínez Muñoz, y Félix Martí Alpera, con grandes inquietudes en la mejora de la educación de los ciudadanos”.

Revitalización de la enseñaza

Ambos docentes apuestan por una revitalización de la enseñanza, superando “esas prácticas atentas sólo a desarrollar la memoria, y ésta de un modo mecánico”.  Enrique Martínez Muñoz y Felíx Martí Alpera son comisionados por el Ayuntamiento de Cartagena, para realizar un viaje por Europa, sin límite de gastos ni de tiempo. Esta iniciativa permitió a ambos conocer la realidad educativa en varios países europeos. Ningún maestro tenía entonces experiencia acerca de la graduación de la enseñanza, aunque Martínez Muñoz ya había realizado viajes a Italia para documentarse sobre el tema.

El modelo existente  en España en esa época es la escuela unitaria. Un sólo maestro se ocupa de numerosos grupos de niños desde que empiezan su escolaridad hasta que terminan. Para organizarles se usa el método mutuo: el maestro con ayuda de unos auxiliares, pasantes, atiende por turnos a los distintos grupos y mientras explica a unos, los otros callan, conviviendo párvulos con adolescentes.

En definitiva, ambos docentes buscan cambiar el modelo, para que los maestros tengan una concepción de la escuela más amplia, como prestadora de servicios educativos y no solo como mero instrumento para enseñar a leer, escribir, contar y el catecismo.





Autor: J. Martín