Con independencia del momento en el que se construyera una barca para pasar el río en Archena, la primera alusión hallada data de 1645 en que el Concejo de la Villa gastó 350 reales en componer la madera. Por entonces, y tal vez como consecuencia de tener que garantizar la seguridad de los dolientes que cada día acudían en mayor número a los Baños, debió construirse un barco nuevo, como se desprende del poder que en junio de 1647 dio Gaspar Ibáñez, vecino de Alicante, para cobrar del Concejo los 115 reales de plata, que por orden del mismo, había prestado en dicha ciudad a Francisco de Aledo, alcalde ordinario de Archena por entonces, para pagar la clavazón que allí adquirió con destino al barco que se había construido en el pueblo.

Las frecuentes riadas destruían o dañaban seriamente las estructuras, como la que ocurrió en 1648 o la más terrible de octubre de 1650, en que se pagaron para la reparación 350 reales al maestro carpintero, 1.071 reales en madera y 170 reales en manufactura. A partir de esa fecha y gracias al régimen de avenidas, las referencias relativas al tema por arreglos o construcción de diversas barcas, van sucediéndose abundante y vertiginosamente. Sabemos, por ejemplo, que se construyeron ocho barcas a lo largo del siglo XVIII por culpa de numerosas riadas.

El barco de pasaje aportaba algunos ingresos a los escasos caudales de las arcas municipales, aunque siempre exiguos si tenemos en cuenta lo que se iba en sebo, clavazón, madera, mano de obra, maromas y calafateo: Cada año el ayuntamiento sacaba a subasta su explotación. Francisco León fue quien logró el arrendamiento en 1739 por una cantidad anual de 297 reales que pagaría a plazos. A cambio se comprometía, mediante contrato, a entregar las sogas necesarias para que los vecinos hicieran la maroma de la barca, 'como era costumbre'. También continuaría con la tradición de avisar a los vecinos cuando el río creciera a fin de poder sacar la barca del agua y ponerla a salvo. Además podría cobrar el peaje a todos los usuarios excepto a los vecinos. Tras la gran avenida del 7 de febrero de 1751, la barca quedó completamente destrozada. Había que construir una nueva y fue Francisco de Llamas, apoderado de don Juan, su padre, quien prestó los 1.500 reales (costaría 1.702 reales) a condición de que se los devolviera el Concejo el 4 de julio pues los iba a necesitar para emplearlos en seda. Veintitrés años después la misma necesidad requirió la fabricación de otro barco que fue botado en enero de 1774. Su precio se elevó a 5.469 reales. Y el que tocó construir a finales de ese siglo costó nada menos que 16.000 reales. El servicio de barcaje se prestaba solamente durante el día, pues por la noche quedaba clausurado mediante un candado.