El 31 de octubre de 1869 el presbítero Jesualdo María Miñano regaló una barca con el fin de comunicar Villanueva y Ulea. La bautizó con el nombre de Esperanza-Concordia. Pocos meses después se decidió construir un pequeño muelle del lado de Villanueva y limpiar la ribera. Previamente a ésta tenemos noticia de que hubo otra que, pese a los arreglos realizados por el carpintero José López López en 1868, no resistió mucho. Por cierto que siete años después aún no le habían pagado al hombre.

Para ayuntamientos de modesta capacidad económica el paso del río era un servicio que requería de gastos de mantenimiento con relativa frecuencia. Por ejemplo, en octubre de 1875 hubo que reparar el muelle en el que atracaba la barca. Para el año siguiente lo que hubo que comprar, a medias con Ulea, fue una maroma nueva de esparto, para sustituir la vieja y rota que servía a la embarcación de conexión con las dos orillas, por cierto, que el esparto hubo de comprarse en Cieza ya que los montes de Villanueva y Ojós estaban esquilmados. Cada vecino hubo de aportar 75 céntimos. 

En octubre de 1878 una riada produjo roturas en la barca y de nuevo hubo que invertir en este servicio reparándola. Cinco meses después fue el muelle de Ulea el que necesitaba dinero. Ulea pidió a Villanueva colaboración en los gastos al 50% surgiendo de ello un conflicto en el que llegó a intervenir el gobernador cuyo dictámen adjudicaba a cada ayuntamiento los gastos derivados de las reparaciones de sus propios muelles. En agosto de 1879 otro carpintero, Rafael Sánchez  arreglaba nuevamente ciertos desperfectos. Desperfectos y gastos que aquel año no fueron más que los prolegómenos de los que estaban por llegar. La noche del 14 de  octubre de 1879 la famosa riada de Santa Teresa que aguas abajo sembró el terror, destruyó por completo la barca de Villanueva-Ulea. La inversión para restaurar el servicio acaba requiriendo la institución de una subasta anual por los derechos de pasaje que alcanzó las 75 pesetas.

En agosto de 1888, reunidos los alcaldes de las poblaciones afectadas, Felipe Carrillo y Juan Massa Massa, se pusieron de acuerdo en la conveniencia de construir un puente. Sin embargo, la barca continuó siendo la vía principal de contacto durante varias décadas y las subastas de los derechos de pasaje siguieron realizándose, aunque fueron evolucionando a la baja hasta llegar a las 50 pesetas anuales en 1902.

En 1892 los ayuntamientos de Ulea y Villanueva intentaban resolver una vez más su incomunicación debida a la destrucción de la barca. Pero el de Villanueva se negó a hacerse cargo de su parte por no disponer de recursos económicos; en su lugar, acabó financiándola un tal Angel Herrera. En abril de 1914 se solicitó de nuevo la construcción de un puente sobre el Río Segura que uniera Ulea con Villanueva, así como el arreglo de los 1.300m del camino. Pero hasta 1925, siendo alcaldes Juan Massa López, de Villanueva y José Ríos Torrecillas, de Ulea no comenzaron las expropiaciones de los terrenos para la realización del citado puente. En esos momentos era una vecina de Ulea quien ejercía de barquera, cobrando el paso a 5 céntimos niños y 10 céntimos los adultos.