Cruzar el Río Segura a lo largo de todo el Valle no ha sido tarea sencilla. Los habitantes de ambas márgenes hubieron de ingeniárselas para poder salvar esa frontera natural que los separaba.

Para 1609 existía en Villanueva un puente colgante al que se denominaba "Cuna", construido a base de esparto y maderas. En 1794 se describe como "artefacto" (Merino:1981:447) a la tal cuna,  medio como hemos visto del que las gentes se sirven para cruzar el río. Madoz, más explícito, aclara se trata de un puente de maromas de esparto gracias a la cual -dice- se cruza con no poca dificultad y exposición para quienes no están acostumbrados. 

Las primeras barcas

Además de la cuna había una barca que daba servicio al menos desde 1635 pues en marzo de ese año Juan de Molina (a) el Corambrero, carpintero vecino de Blanca, se ofrecía para construir un barco para Villanueva-Ulea más grande que el de Blanca, también obra suya. Un mes después el barco fue botado con ayuda de los vecinos tras el pago de 524 reales y garantía de un año.

La siguiente noticia al respecto data de julio de 1714 cuando se reunieron Concejo y vecindario quejándose éste de que no podían pasar los pares de animales de tiro que empleaban en el  laboreo agrícola de una a otra orilla del río por no disponer de barco ni medios económicos para construirlo. Ante esta situación, se ofrecieron para financiar el proyecto Francisco Molina Serrano y Roque Luna Salmerón, vecinos de Villanueva, así como Miguel Piqueras, carpintero y vecino de Blanca. A comienzos de septiembre ya estaba dando servicio la nueva barca.

Dentro de este siglo, pero ya en 1770 Diego de Ayala pagaba al Concejo 1.500 reales, precio ajustado en el que se había rematado la adjudicación de explotación del barco, en esos momentos propiedad de la Villa.

Las riadas de finales de siglo destrozaron el barco (1798 y 1799) por lo que a comienzos del S.XIX, concretamente en  1818 el ayuntamiento se vio obligado a pedir un préstamo de 5.000 reales a fin de construir una barca para uso de los agricultores. Pero para 1841 de nuevo la gente está sin medio de transporte para el cruce del río. Así pues, en enero de ese mismo año se contrató un nuevo barco al vecino de Archena Isidro Béliz. Su compromiso era entregar el trabajo en marzo mientras que los vecinos prometieron aportar los muelles y las maromas. El constructor podría cobrar el paso a todos los clientes que usaran el servicio, excepto a los vecinos de Villanueva por haber contribuido al pago del mismo, recibiendo 1.000 reales por San Juan. Su final sería otra gran avenida de agua en época de lluvias.