Hace sesenta años era ya tal la fama de los tunos murcianos que la prensa los alababa y describía de la siguiente forma: "La estudiantina fue y sigue siendo arte en la tradicional compostura y adorno de sus trajes, en los acordados rasgueos de la guitarra, en las piruetas rítmicas de sus ágiles panderetólogos... Son ellos el encanto de tantas horas vividas en fraterna camaradería... Pasa veloz la estudiantina. Como a su propio impulso tremolan al aire guión, manteos, moñas y cintas de colores... Hizo su aparición la estudiantina... Para los que la vimos pasar fue como si a nosotros hubiera llegado una ráfaga de tiempo mozo".

    La tuna, que el tiempo y la política hicieron bailar al son que no deseaba, nació como un elemento musical del mundillo universitario. Aparece en la escena murciana como una especia de ONG de hoy, asumiendo el papel de embajadora de la capital, de los pueblos y las pedanías a los que lleva su alegría a cambio de un óvolo destinado al Asilo, la Cruz Roja, una escuela infantil o sencillamente para ayudar a los estudiantes necesitados. Esos fueron sus comienzos, momento al que me remontaré a través de un breve viaje en el tiempo.

Corrían los años 30...

    Como sucedió con el Bando de la Huerta y el Entierro de la Sardina, la Tuna nace un mes de febrero y lo hace ligada al Carnaval capitalino. Bando y Entierro se estrenaron muchos años antes, concretamente en 1851; la Tuna universitaria lo hizo en 1932 a pesar de ciertos amagos, tímidos y esporádicos que hiciera en la década anterior.

    Como decía, arrancó recaudando fondos para el Asilo. Sus integrantes, unos treinta estudiantes, tocaban guitarra, bandurria, laud, violín, flauta y por supuesto, pandereta e interpretaba aires populares pero también piezas como el Himno a Murcia compuesto diez años antes por Emilio Ramírez, obra de Falla, Shubert, Albéniz, Beethoven e incluso composiciones propias como las del tuno y estudiante José María López Mirete. Enseguida se animó a viajar y visitar todo lo visitable, tanto es así que a los pocos días de su nacimiento ya estaba animando a las buenas gentes de las calles de Albacete.

    La Tuna murciana se sintió muy vinculada al teatro, acostumbraba actuar en los entreactos con sainetes, entremeses y pequeñas obras de corte cómico.

    La primera madrina fue nombrada en 1933 y tal galardón recayó en Mari Trini Pérez Miravete. Se procuraba siempre que la elegida perteneciese a una familia pudiente dispuesta a organizar para el evento una buena fiesta donde, ya fuera en el Casino o en  finca privada, la Tuna pudiera obtener fondos con los que atender sus fines altruistas, además de pasar una buena noche.

    La política hizo su aparición en las filas de la Tuna en 1934 y lo hizo de la mano de la República. A resultas de ello quedó englobada en la FUE (Federación Universitaria Escolar) e incluyó en su repertorio La Internacional y el Himno a Riego.

    La Tuna Escolar Murciana de 1935 fue considerada una especie de escisión de la Tuna Universitaria y produjo no pocos y agrios debates que llegaron incluso a la prensa.  La Universitaria nombró  Presidente de Honor al Gobernador Civil; la Escolar hizo otro tanto con el alcalde de Murcia. Su rivalidad fue aumentando al mismo ritmo que la tensión política dominaba la escena pública. La Tuna Universitaria publicó un manifiesto declarándose "apolítica y antifascista" adoptando como atuendo en sus actuaciones un mono azul con distintivo.