Iglesia Parroquial de Guadalupe
Iglesia Parroquial de Guadalupe
Juan José Franco Manzano

En el siglo XVI ya aparece el lugar bajo el nombre de Guadalupe, incluso disponía de una pequeña iglesia. Pertenecía en aquél entonces a la familia Avilés y cuando Constanza de Avilés casó con Macías Coque Riquelme, pasó a denominarse también Maciascoque; si bien, se ha querido ver ambas denominaciones como lugares distintos.

El siglo XVIII trajo nuevos aires a Guadalupe invitándola a despertar del letargo anterior.  A partir de 1713 tuvo un alcalde pedáneo y la iglesia comenzó a disponer de cierta autonomía con libros propios en los que registrar natalicios y defunciones de sus parroquianos.  En 1735 se estaba terminando de reconstruir el Monasterio de los Jerónimos que inauguraría el 1 de febrero de 1738 el obispo Tomás Montes.  El nuevo monasterio se había trasladado de su ubicación inicial en La Ñora después de haber sido arrasado en 1648 por una terrible riada.  Su construcción en el nuevo emplazamiento guadalupeño se debió a fray Antonio de San José. Mientras tanto, la iglesia local se había deteriorado y su mal estado requirió fuese reconstruida en 1769. 

Una vez entrados en el siglo XIX nuestra ardua tarea a la búsqueda de noticias y eventos consignados se ve algo más recompensada que hasta ahora, no en vano Guadalupe llegó a tener ayuntamiento propio durante un breve período de tiempo a lo  largo de esta centuria.  Fue el Trienio Liberal (1820-1823). El territorio de Guadalupe como término municipal fue delimitado en enero de 1821 por Pascual de Cuenca Sánchez  y su autonomía le duró hasta 1823. Hay que decir que si bien en 1834 de nuevo tuvo consistorio propio, en esa ocasión no pudo ser en solitario sino ligado a Espinardo, Churra, El Puntal y Cabezo de Torres, con un total de 5.167 habitantes, entre todos. Fueron alcaldes durante ese período de 1834 a 1848: Juan Reina, Francisco Martínez, Fernando Flores, Antonio Gil, Francisco Flores y José López. 

En 1846, comenzó a plantarse en Guadalupe la caña de azúcar traída del Caribe, donde había sido introducida por los españoles siglos antes.  En 1855 Guadalupe, con 1.699 habitantes, ya tenía escuela de niños; la de niñas tardaría aún años en abrirse. Para entonces, el cercano Monasterio  había sido desamortizado por Mendizábal y había pasado a ser, sucesivamente, cuartel, hospital y hasta manicomio. Sus riquezas fueron transferidas a otras iglesias o a la Catedral. Por fin, en 1878 fue cedido a la Compañía de Jesús.  Años antes, la banda de Guadalupe, creada en 1868 y compuesta por 15 músicos dirigidos por Bonifacio Ballester, ganó el primer premio de bandas de las “Fiestas de Septiembre” de Murcia.  

Las alteraciones del orden público, peleas y reyertas, formaban parte de la vida cotidiana de las gentes de la huerta murciana. El abundante consumo de vino, las rondas con guitarras y bandurrias y otros eventos provocaban ciertas fricciones que el caluroso verano de 1895 convirtió, como otros estíos, en asesinatos.   Concretamente el 7 de julio el alcalde pedáneo, Domingo Lorente, y su hijo José descansaban de la cacería que acababan de realizar cuando apareció en el lugar un grupo de provocadores que terminó matando al joven José Lorente.  Enterados los amigos del alcalde, se armaron de hachas y palos, rodearon la casa donde se escondió el cabecilla de la banda y se dispusieron a asaltarla en plena noche.  En la refriega que se originó murió la esposa de Andrés Ruiz Rabadán, Carmen Botía, que estaba embarazada así como  un niño.  Guadalupe entera se conmocionó; hubo de todo: gritos, disparos, muertos y mucha rabia contenida..., hasta que la Guardia civil de Alcantarilla llegó, detuvo a ocho vecinos y zanjó el altercado.  Actuó como abogado el mismísimo Juan de la Cierva, siendo el procurador de la causa Francisco Narbona.  Por tan terribles  sucesos se conoció durante muchos años a Guadalupe como “el pueblo del hacha”. 

El Auto de los Reyes Magos fue una fiesta recuperada en Guadalupe muy del gusto de sus gentes que fue representada en la localidad en enero de 1892 y 1896.  Al año siguiente, durante el mes de julio, las gentes de Guadalupe volvieron a gozar por todo lo alto de sus fiestas y procesiones. 

En 1902, desde Molina se organizó una romería  al monasterio de los Jerónimos y poco después, se celebraron, en junio, las fiestas dedicadas al Sagrado Corazón. Contaron con la actuación de un coro de niños dirigido precisamente por el maestro guadalupense Pelagio Ferrer.  También intervino la banda de música que dirigida por José Martínez, acompañó una nutrida procesión. Hubo repique de campanas y tracas.  En julio el pueblo llenó de alegría una vez más sus calles con motivos de las fiestas que dedicaba a su patrona.   En enero de 1904 la prensa volvió a ocuparse de Guadalupe a causa de la “bulla” que la recorrió de alto en bajo gracias a la murga organizada por sus jóvenes armados de bandurrias y guitarras.  Pero, sin lugar a dudas, la imagen más exportable de la localidad seguía siendo la “Banda de Guadalupe” que actuaba por toda la Vega con gran éxito y a requerimiento de sus numerosas y diversas poblaciones.  Sin embargo, en 1905 la banda se quejaba amargamente a través de su portavoz por haber quedado en segundo lugar en el  concurso musical celebrado en Murcia con motivo de sus Fiestas de primavera.  Era su director en aquel momento  José Martínez Capel y destacaban en ella los maestros Francisco Pascual y Antonio Hernández Ruíz, de reconocido prestigio.

En 1927 se celebró un sentido homenaje al pedagogo y músico ya mencionado Pelagio Ferrer Rizo, un guadalupense de pro que había ejercido veinticinco años como maestro en la localidad; algunos llegaron a parangonarlo con el “apóstol” de la enseñanza Cipriano Galea quien había ejercido su magisterio en La Ñora.  Al mismo tiempo que Pelagio, ejercía la docencia en el lugar un maestro llamado Francisco. Pocos años después, la Guerra civil hizo estragos en la localidad.  La escasez y los desgarros humanos impuestos por tan terrible contienda malearon las relaciones entre los vecinos. La iglesia fue asaltada y tras la contienda tuvo que volver a ser restaurada en tanto que el monasterio de Jerónimos vio convertidas sus dependencias de nuevo en cuartel.  Durante los años 20 y 30 llega- ron a existir dos bandas de música consideradas, una de derechas (Guadalupe) y otra de izquierdas (Alfonso).