El sistema defensivo de costa tenía como objetivo primordial la vigilancia y salvaguarda del litoral y su zona adyacente. En ella se construirán unas torres, fortalezas y baterías que tendrían sus antecedentes en las guardas de la costa  que durante el siglo XVI se emplazaron en algunos puntos de la misma. En el presente artículo de "Cartagena Histórica"  se pondrán de manifiesto a través de distintos informes de cuál era la situación en la que estas defensas se encontrarán hasta el siglo XIX y XX cuando son definitivamente abandonadas y destruidas.

   La principal amenaza marítima fue la turco-berberisca que se verá acentuada sobre todo cuando en 1516 los turcos se establecen en Argel. Precisamente, sobre el Mar Menor y su territorio, el peligro casi constante de estos ataques condicionarán en gran medida el propio avance de esta zona dificultando no solo el desarrollo económico sino el establecimiento de nuevos asentamientos de población; en la costa hay peligro y por eso tanto personas, ganados y cultivos se alejan de la misma. Sin duda, las incursiones berberiscas obligaron primero a la fortificación pero también a que la población se convirtiera en fuerza de defensa manteniendo armas, haciendo patrullas, dotando a las torres, formando tripulación de galeras para realizar expediciones en África, efectuando continuas obras de fortificación y teniendo incluso que pagar fuertes sumas de dinero por los rescates de personas hechas prisioneras. Si en un principio la amenaza la constituía el ataque de una gran flota turca como la incursión sufrida en 1588 cuando cerca de 800 turcos llegados en ocho galeotas desembarcaron en Cabo de Palos, ésta fue dejando paso con el tiempo a otro tipo de incursiones de menor escala  protagonizadas por piratas argelinos. 

   El planteamiento defensivo para hacer frente a esta amenaza se realizó de diversas maneras. La nueva estrategia se dirigió a fortificar la costa, a mediados del siglo XVI, ya se pensó en crear un sistema defensivo en torno al Mar Menor como el que se había realizado en el reino de Valencia. También se emplearon otras formas de lucha como la información, el saber los movimientos del enemigo con anticipación evitaba por un lado la sorpresa del ataque y por otro el poder solicitar refuerzos para oponerse con fuerza a la posible invasión.  Esta información se obtenía por la labor de los espías en los puertos argelinos y, sobre todo, por la observación constante y la vigilancia del horizonte ejercido por la extensa red de atalayas que jalonaban todo el territorio y que al observar la presencia de cualquier navío sospechoso daban la alarma correspondiente.    Las torres en definitiva serán las que de una manera principal ejercerán el protagonismo en la defensa del Mar Menor y aunque en numero insuficiente protegerán de los desembarcos en las costas y con su capacidad artillera impedirán en gran medida el saqueo indiscriminado por parte de la piratería y como complemento a éstas se construirán las atalayas, los puestos de vigía en la cumbre de las montañas y las torres fortificadas del  interior.

   Fue Carlos V quien decisivamente ordenó la construcción de todo un frente de torres para la defensa de la costa Mediterránea, el proyecto para la costa de esta zona presentaba un ambicioso plan de defensa consistente en la edificación de 36 torres, en concreto para esta franja se proyectaron cerca de 11 torres, finalmente solo se construyeron 5; Pinatar, Estacio, Encañizada, Cabo de Palos y Portmán. Estas torres de costa siguieron utilizándose hasta el ultimo tercio del siglo XIX, siempre bajo el mando estratégico defensivo.

   De entre las torres que existen o existieron, las más cercanas a la costa formaban parte de la red de alerta frente a incursiones enemigas para llevar aviso de las mismas a las fortalezas más próximas que protegían el territorio circundante del Mar Menor y  a la ciudad de Cartagena. Las torres-fortalezas de defensa, situadas más interiormente, responden a la necesidad de dotar de elementos defensivos a las villas agrícolas que se encontraban dispersas en pequeños núcleos y normalmente alejadas de la protección de los castillos o fortalezas más importantes. Se trataban de casas fortificadas de recia construcción, con entrada protegida o elevada, aptas para que los habitantes pudieran refugiarse y defenderse de las fuerzas hostiles. Finalmente nos encontramos con las baterías, otro concepto de defensa para otro tiempo.

Luis Miguel Pérez Adán

INCIS – Instituto Cartagenero de Investigaciones Históricas