Motines y revueltas

   Durante el mes de junio de 1856 se suceden una serie de motines en España debidos a la escasez de subsistencias y al hambre. Estas revueltas son graves en Valladolid, Palencia, Medina de Rioseco y Burgos, donde las autoridades militares imponen el orden y fusilan a varios revoltosos. Con estas muertes el liberalismo progresista estaba cavando su propia fosa. Ante estos sucesos, los militares más cercanos a O'Donnell le incitan a que se subleve. Por el contrario, la Milicia se concentra en los principales puntos de Madrid y levanta barricadas, Espartero de forma incomprensible y casi cobarde dimite y no se pone al frente de los milicianos, ya que casi con toda seguridad habría salido victorioso. En los días 14, 15 y 16 de julio se suceden los enfrentamientos entre el ejército y el pueblo agrupado en torno a la Milicia Nacional. O'Donnell logra vencer a los amotinados, produciéndose la cifra de 500 muertos en Madrid y otros 700 en Barcelona; en el resto del país sólo alguna baja esporádica. La contrarrevolución había triunfado.

   Contrarrevolución en Cartagena

    Al mismo tiempo que estas cosas ocurrían en la capital del reino, a Cartagena llegaban noticias de estos hechos, alarmando a las autoridades municipales y a los militares, por diferentes causas. Ante ello, los primeros ordenan que se arme la Milicia Nacional y que ésta monte guardias en los edificios del Ayuntamiento, además el alcalde se niega a publicar la Ley Marcial ordenada por el gobierno. Pero a partir del día 17 las noticias eran desalentadoras, casi todas las provincias se habían sometido al nuevo gobierno, O'Donnell controlaba la situación y la Milicia había sido vencida en Madrid por el ejército.

   El día 21 se recibe en el Ayuntamiento un oficio del gobernador militar de la plaza con un bando de la Capitanía General de Valencia en el que se declara el ''estado de sitio'', ordenando que no se reúna la Milicia Nacional hasta que no lo disponga el capitán general. Ese día queda instalada en Cartagena la comisión militar, que ordena al alcalde que retire la guardia de milicias del Ayuntamiento. Además, el gobernador militar de la plaza, mariscal de campo José María Puig, por su precario estado de salud entrega el mando al coronel de Infantería  Juan de Terán y Américo, que lo desempeñará de forma interina hasta que sea nombrado su sustituto. Finalmente, el día 24 de julio la autoridad militar de Cartagena ordena que los milicianos nacionales entreguen las armas a sus capitanes, obedeciendo de mala gana; las irán entregando a éstos o en el Ayuntamiento en ese día y en los posteriores. La Revolución había concluido en Cartagena; en esta ocasión sin muertos.

   La sesión extraordinaria del Ayuntamiento de 25 de julio de 1856 no puede ser más elocuente: "Se lee un oficio del gobernador militar interino D. Juan de Terán, en el que comunica que según órdenes recibidas y atribuciones extraordinarias conferidas por S.M. procedería en el día de hoy a recibir la autoridad municipal y renovar después el Ayuntamiento. Llega el coronel al Ayuntamiento, una comisión sale a recibirle, en las salas capitulares el Alcalde le entrega la vara de justicia y, a continuación, éste con todos los concejales salientes se marchan. Entran al Consistorio los elegidos por el gobernador militar para ocupar los puestos vacantes y, a continuación, él mismo toma juramento al nuevo alcalde D. Miguel Cabanellas, que queda posesionado y con poderes para tomar juramento a los nuevos concejales, expone el coronel Terán que obraba en  virtud de las facultades de que había sido revestido por la superioridad y a continuación, sin más, se marcha". Ya no había dudas sobre el nuevo orden.

    Miguel Cabanellas (Cartagena, 1795 - Cartagena, 1 de enero de 1877)

    Hijo de Miguel J. Cabanellas Cladera. Fue Comisario ordenador de Marina y médico eminente, inventó un aparato de desinfección puesto en práctica durante las epidemias de fiebre amarilla que azotaron Cartagena. Cuando fue nombrado alcalde de la ciudad por el gobernador millitar, dió al traste con la corporación municipal que había regido durante el Bienio Progresista (1854-1856). Permanece en el cargo de alcalde hasta mayo de 1859, cuando renuncia por voluntad propia. Su labor al frente de la alcadía fue ciertamente importante; su actividad coincide con la recuperación económica de la urbe. Se preocupó por mejorar los servicios municipales: introducción del alumbrado por gas, creación de la compañía de bomberos, desarrollo de la enseñanza pública, ampliación de puerto, así como diversos proyectos ferroviarios. Igualmente fomentó las diversiones ciudadanas, sobre todo las de índole taurina.

Fue nombrado Caballero de la Real Orden Americana de Isabel la Católica.