Las reclamaciones al calor del conflicto creado por la intervención

   La Sentencia de Torrellas señalaba la línea fluvial del Segura como nueva divisoria entre Aragón y Castilla, con excepción de Cartagena y Guardamar, que se integraban igualmente en la zona asignada a la Corona aragonesa pese a su situación a la derecha del río. No hubo plena conformidad por parte castellana y personal promotor de esta postura iba a ser don Juan Manuel, quien de modos muy diversos intrigó, se quejó y rogando o amenazando expresó su disconformidad con el acuerdo y la necesidad de rectificarlo. Y la rectificación iba a ser Cartagena, pues don Juan Manuel solicitaba su vuelta a la Corona castellana para a su vez obtener compensación por las pérdidas sufridas, especialmente su señorío de Elche .

   Reunidos en esta ciudad los plenipotenciarios castellano y aragonés, Diego García de Toledo y Gonzalo García, en carta de éste se explica la resolución de de don Juan Manuel: "dixome si avia avido mandamiento vuestro que le liurase Cartagenia e yo dixele que verdaderamente faulado era seydo que os, senyor, diessedes Cartagenia al Rey de Castilla por tal quel dicho Rey lexasse Alarcon a Don Juan Manuel, e que fincasse assosegado con el Rey de Castilla e a su servicio e que Don Johan Manuel diesse a vos algun camio convynent por Cartagenia".

   Y así hubo de ser, pues si Fernando IV recobra Cartagena, fue a cambio de la entrega de Alarcón a don Juan Manuel y, conociendo el carácter de éste, cabe deducir que nada iba a entregar al monarca. El 29 de mayo escribía el infante don Juan a Jaime II para expresarle el agradecimiento de Fernando IV por esta cesión, ya que dejaba contento y aquietado al señor de Villena. Y no mucho después, el 13 de junio, era Fernando IV personalmente quien reconocía "la gratia especial" de Jaime II al ordenar la entrega de Cartagena, sabiendo que él donaba Alarcón a don Juan Manuel. A lo que agregaba que la Sentencia de Torrellas no quedaba menguada y debía ser guardada .

   Cuando al año siguiente, el primero de julio de 1306 confirmaba Fernando IV los fueros y privilegios concedidos a Cartagena por Fernando III, Alfonso X y su padre Sancho IV (ver documento), dejaba constancia con su carta de que la ciudad mantenía su condición de realenga y no sufría intromisión señorial, ni se hace mención de que su castillo hubiera sido entregado en tenencia a alcaide extraño al poder real .

   Insaciable, don Juan Manuel iba a aprovechar su ascenso al Consejo Real para obtener de Fernando IV nuevas donaciones de tierras y rentas, como fianza y seguridad de que el monarca le entregaría ciertas cantidades de maravedís para compensarle, según él, de las pérdidas sufridas por la ocupación aragonesa. Sabemos que en 1312 Molina Seca, población cercana a Murcia, fue entregada por el monarca castellano a don Juan Manuel en "peños" por 140.000  maravedís que le había prometido en don por ayuda de conprar heredat, y que en el mismo año lo ratificaba Fernando IV ante los enviados del Concejo de Molina, incrédulos de la validez de la primera  carta real.

   Cartagena entra en la órbita de D. Juan Manuel

   En fecha indeterminada, pero entre 1306 y 1313, Cartagena pasa a manos de Pedro López de Ayala, teniente de adelantado por don Juan Manuel y su alférez, estrechamente vinculado, como antes su hermano y su padre con la familia Manuel . "E gano de los moros la ciudad de Cartagena de España", dice Fernán Pérez de Ayala, padre del canciller, al referirse al suyo, Pedro López de Ayala. Tal afirmación es insostenible, por cuanto la conquista de Cartagena por el infante don Alfonso tuvo lugar en 1245, lo que imposibilita la presencia de Pedro López de Ayala. Tampoco el que la ganara después de la Sentencia de Torrellas, en 1305, a no ser que abandonada por los aragoneses, se establecieran allí algunas de las tripulaciones de las naves corsarias musulmanas que merodeaban por sus costas, como testimonia la bula pontificia que iba a dar lugar al  traslado de la capitalidad de la sede cartaginense a Murcia. No sería obstáculo en contrario la confirmación de los privilegios reales efectuada por Fernando lV en 1306, pues supondría que López de Ayala sólo poseía la tenencia del castillo.

    Como quiera que sea, lo cierto es que fue señor de Cartagena, cuya propiedad cedió en 1313, según el Chronicon Domini Joannis Enmanuelis: "compro don Juan la ciudad de Cartagena en el mes de diciembre, y vendiola don Pedro López de Ayala con algunas condiciones". La venta debió hacerse efectiva de inmediato, porque un documento cartagenero, fechado el 5 de enero de 1314 hace referencia a la posesión de su castillo por don Juan Manuel. Quizá los acontecimientos que por entonces se suceden expliquen este cambio de propiedad, aunque don Juan Manuel no acabó de pagar el precio de venta hasta doce años más tarde.

   El resurgir de la Hermandad (1313)

   En 1312 muere Fernando IV y ello supone la ruptura del precario restablecimiento de la unidad castellana, así como del orden y seguridad del reino obtenida pocos años antes. La guerra civil vuelve a enfrentar las facciones y con ella resurge la Hermandad concejil con desarrollo semejante a la general de 1295, aunque ahora los nobles al valorar su fuerza intentan y logran hermanarse con los concejos, lo que supuso la pérdida de su independencia y generalidad, las dos condiciones que les habían dado fuerza y eficacia.

    La situación entonces queda reflejada por Jufré de Loaysa en su Crónica: "Entonces ¡oh dolor! ningún mercader ni hombre honrado transitaba por Castilla, ni el pastor guardaba sus ganados, ni el buey araba la tierra, sino que las llanuras estaban desiertas, los caminos solitarios, cubiertos de hierba y frecuentado por liebres más bien que por ganado, y los hombres no gustaban de otra cosa que de muertes, robos y despojos. Y muchos que antes solían ganarse el sustento como artesanos o agricultores, convertidos ahora en guerreros, despojaban a cuantos podían, robaban, pasaban a fuego los poblados y ya no se respetaba lugar sagrado, sexo ni edad u orden".

    Este malparado panorama cabe extenderlo también al reino de Murcia, aunque por su lejanía del centro político castellano y su singular situación geográfica, marcharía siempre con cierto retraso a otros reinos, y el Concejo murciano, siguiendo semejante camino al de 1295, si bien reducido el número de los convocados a consecuencia de la segregación de la gobernación de Orihuela, intentó restablecer la Hermandad y lograr la unión del reino. No conocemos su alcance, tan sólo que firma una concordia con Cartagena el 5 de enero de 1314 y ésta iba a estar condicionada por don Juan Manuel, con alcaide propio en su castillo y mediatizando las decisiones de su concejo. Causa por la que, cuando se establezca el acuerdo, una parte sea el concejo y hermandad de Murcia y la otra el Concejo de Cartagena por sí y por el castillo (ver documento).

   Y si este convenio, que garantiza por ambas partes seguridad para los caminantes, mercaderes y ganados en los respectivos términos; impedir que se hiciera daño en alguno de ellos y seguir a los malhechores en apellido como si fuera cosa propia, así como demandar la restitución de lo robado y no acogerlos en su jurisdicción con o sin su presa, entra en el común denominador de Hermandad frente a malhechores, no tiene el alcance ni la amplitud de la Hermandad de 1295, tanto por su significado político como porque se extendía por todo el reino murciano.

   Ofrece la novedad, acorde con la nueva imagen que ofrece la Hermandad General de 1313, de la mutua dependencia a que cada Concejo se hallaba sujeto: el infante don Pedro para Murcia, aunque como tutor del Rey, y don Juan Manuel como tenente de su castillo, de Cartagena. Se especifica que el acuerdo podía quedar sin efecto a indicación de una de las partes, aunque manteniendo su vigencia por diez días a partir de la notificación- por decisión propia, del adelantado, del infante don Pedro en el caso de Murcia y de don Juan Manuel por parte de Cartagena, a los que respectivamente estaban subordinadas. Sobre la evolución histórica de Cartagena desde 1314 a 1325 se extiende una amplia laguna documental, en parte ocasionada por su dependencia de don Juan Manuel, especialmente en los seis años que desempeña la tutoría de Alfonso XI. A partir de este año es cuando se inicia una nueva fase, en la que Cartagena vuelve a ser mencionada en crónicas y documentos.