1724

Papel, cuadernillo cosido

 

Archivo Municipal de Murcia, AMMU, leg. 3929/5

 


  

Desde mediados del siglo XVII, la corte había establecido algunas medidas proteccionistas para favorecer la actividad gremial. Como consecuencia de esta normativa, el artesonado murciano había experimentado un creciente desarrollo, con el significativo aumento del número de telares para la elaboración de piezas de calidad como rasos, damascos, tafetanes y terciopelos. En los libros del Contraste se aprecia, desde 1660, un aumento de compra de seda por parte de torcedores, tejedores, pasamaneros y cordoneros. Otra evidencia que muestra el moderado pero ascendente desarrollo de la manufactura sedera, fue el nombramiento de veedores de los diferentes oficios. Esta tendencia se mantuvo durante el resto de la centuria y una buena parte del siglo XVIII. En el año 1738 (AMMU, leg 3927/10/3) había en Murcia un total de 300 telares de lo ancho, aunque no se indica el número de telares del arte menor. El gremio de los tejedores, según ese memorial, tejía un 10% de la producción de seda, a lo que había que añadir la seda tejida por cordoneros y pasamaneros. El porcentaje de seda torcida era mayor, siendo el gremio de torcedores uno de los más beneficiados en este período. Los gremios sederos llegaron a tener cierto protagonismo en la renovación económica de la ciudad tras la peste de 1648 y las inundaciones de 1651 y 1653.

De la extensa documentación conservada en el Archivo del Ayuntamiento de Murcia, se desprende la pervivencia de los gremios artesanales de la seda en Murcia a lo largo del siglo XVIII, que son fiel reflejo de una sociedad aún muy conservadora. Eran los hombres los que dominaban el arte de la seda, mientras que las mujeres intervenían en las operaciones previas, como el hilado y el devanado, y en el tejido de colonias y listones, tareas que se realizaban en el ámbito doméstico. La estructura era aún en este período fuertemente endogámica y los talleres artesanales eran de tipo familiar. Torcedores, tintoreros, pasamaneros y cordoneros trabajaban a jornal mientras que los tejedores cobraban por trabajo realizado. Además, se trataba de un trabajo estacional por lo que, para mantener la economía familiar, un mismo artesano se veía obligado a ejercer diferentes oficios,
incluido el de mercader de seda. Normalmente los artesanos eran propietarios del taller, los utensilios y las herramientas y en muchas ocasiones trabajaban a cuenta de un mercader que le adelantaba la seda para los encargos y posteriormente le pagaba por sus servicios. Únicamente los torcedores y tejedores de los barrios ricos y los mercaderes se encontraban en una situación más acomodada. El contexto económico de los gremios sederos era en general bastante inestable y las prácticas eran rígidas y estaban viciadas por lo que era frecuente que unos gremios entraran en competencia con otros, tal y como se desprende de este litigio entre tejedores y torcedores, en el que se denuncian abusos, intromisiones y falta de control. A pesar del apoyo de la Corona, los diferentes gremios sederos empiezan a languidecer a finales del siglo XVIII.

Miralles, 2000, p. 146-232; Olivares 1976; id., 2005, pp. 177- 225.

MAGR