Biografía

Uno de los nombres reseñables de la arquitectura en nuestra Región, aunque poco sabemos de su vida. Bolarín nació en la ciudad de Murcia en 1768, siendo hijo mayor del alarife Francisco Bolarín Sainz y su primera mujer Teresa García. Su padre, Bolarín Sainz, fue maestro mayor de obras del Concejo y del Cabildo de la Catedral.

Desde 1787 una Real Resolución limitaba a las academias la concesión de títulos de maestros de obras o arquitectos, así que Bolarín García tendría que estudiar en Madrid si quería conseguir algún título oficial.

Probablemente en octubre de 1792 debió marchar a la capital del reino donde debió progresar en los estudios reglados, con ayuda de los aportes de la herencia de su madre, ya fallecida. Los biógrafos recalcan que estudió arquitectura con Juan Pedro Arnal, arquitecto madrileño que llegó a dirigir la Academia y cuya teoría de construcción, basada en cierto racionalismo clásico empeñado en desterrar los clichés barrocos, pudo influir en Bolarín. Como instructor de matemáticas tuvo a  Antonio Varas y Portillo, director de matemáticas por entonces de la Real Academia.

Sabemos que desde su vuelta de Madrid estuvo trabajando en el taller paterno. El 3 de mayo de 1795 aprobó sus estudios en la Academia de San Fernando, donde obtendría su título de maestro de obras, informado el Concejo de Murcia este le concedió un puesto de maestro de obras para que asistiera de manera interina a su padre, ya mayor y enfermo, en su puesto en el Ayuntamiento; este cargo lo ocuparía un año. Desde el 9 de diciembre de 1796 sería Maestro Mayor de Obras de la Catedral, reemplazando a su padre, que había fallecido el 7 de diciembre.

En su progresión profesional, en 1799, lograría su título de Arquitecto en la Academia de San Carlos de Valencia, y en su vida privada contraería nupcias con Bárbara Gómez Sánchez. Su hijo Francisco Bolarín Gómez seguiría sus pasos como arquitecto, también reconocido en el ámbito local.

En 1807 era Maestro Mayor del Real Cuerpo de Artillería lo que le permitió trabajar en las obras de la Fábrica de la Pólvora en Javalí.

Bolarín García, tras varios pleitos, sucedería en el cargo de Arquitecto titular de la ciudad de Murcia a Carlos Ballester en 1811, quién a su vez había sucedido a Juan Bautista La Corte, arquitecto no exento tampoco de polémica en torno a la obtención de su cargo, ya que no contaba con titulación académica. Con Carlos Ballester tendría Bolarín siempre resquemores profesionales, siendo el más sonado su contrainforme sobre el estado de la catedral de 1829.

El 21 de septiembre de 1828 sería nombrado Académico de Mérito por la Academia de San Fernando. Bolarín debió fallecer entre los meses de julio y agosto de 1835. Entre sus discípulos habría que contar a Juan Ibáñez.

 

Obra

En 1796 uno de sus primeros proyectos fueron unas reformas en el templo parroquial de La Ñora, pero cuyos planos, a su paso por la revisión de los académicos de Madrid, sufrieron ciertas correcciones. También sería de este año su proyecto de rehabilitación de la iglesia de Macíascoque, o iglesia de Nuestra Señora de Guadalupe de la pedanía murciana.

En 1803 trabajaría por encargo de Lorenzo Alonso junto a sus también jóvenes colegas Cayetano Morata y Salvador Gozálvez, en un informe sobre la situación del ya desaparecido Convento de San Francisco, informe que nos permite conocer no sólo la situación precaria del edificio sino su antigüedad, de en torno al XVII, y su patrimonio perdido, como las cubiertas de madera labrada.

Del Cabildo catedralicio recibió el encargo de dos capillas en la catedral, la de la Virgen de la Soledad y la de la Virgen de las Angustias. Proyectó puentes de madera y piedra, y un Hospicio por encargo del obispo; sobre el papel quedaron algunos de sus proyectos mas reseñables como un parador, panteones, colegiatas o una cantoría. También realizó informes de valoración del estado de la torre catedral tras el terremoto de 1829, oponiéndose al informe de Ballester. Algunos autores mencionan también un monumento a Fernando VII en el Arenal, retirado en 1837 por sufrir un atentado, pero cuyo pedestal se reutilizó más tarde.

Entre las obras de Bolarín que aún pueden admirarse se encuentra el Palacio del Inquisidor o del Santo Oficio, cuyas reformas comenzó en 1816 y concluyó en 1821. Se trata de un edificio que combina ciertos elementos a la antigua, como los enrejados y la austeridad del sillar y los escudos en las esquinas, pero el concepto es totalmente neoclásico.

Como Arquitecto Municipal Bolarín tuvo que hacer informes varios y dar licencias de construcción. Siendo las pesquerías de la Encañizada de La Manga propiedad del Concejo murciano, Bolarín firmó en 1826 sus planos. En 1834 dibujó sobre plano dos ideas para unas puertas nuevas de entrada al Paseo del Malecón y unas reparaciones en el Puente de Piedra, ahora Puente Viejo de Murcia, deteriorado por consecutivas avenidas. En todos estos trabajos y en sus informes Bolarín demostró imparcialidad con la  normativa, con su integridad profesional y con la estética que él consideraba más necesaria. No dudó en pedir revisiones de los proyectos de su hijo, Bolarín Gómez, o a sucesores como Juan Ibáñez antes de firmar los vistos buenos, ni tampoco en enfrentarse a grandes propietarios, como el Marqués de Espinardo, cuando algunos de sus edificios necesitaban reparaciones.

Bolarín García, siendo discípulo de Arnal, recogió la estela neoclásica de Ventura Rodríguez, siguió normas básicas como aquella de colocar macizo sobre macizo y hueco sobre hueco, o la de alinear vanos de fachadas para crear cierta armonía.

En 1828, con ocasión de solicitar ser Académico de Mérito, reflexionó sobre “la arquitectura ideal”. Bolarín, fiel a su época, bebió de las fuentes neoclásicas que tanto respetaron los principios de teóricos antiguos como Vitruvio. Pero el barroco murciano tardío combatido por los neoclásicos ya estaba superado fuera de la península, y esos ecos aún no llegaban a Murcia. Bolarín apostaba por la medida y la búsqueda de las correctas proporciones clásicas, por la austeridad de ornamentos pero también reclamaba menor rigidez y algo más de libertad en la aplicación de los órdenes.