Plantear las virtudes de la arquitectura del período islámico en Murcia sin apenas restos de ella, más allá de los arqueológicos, bien documentados en multitud de yacimientos, es un trabajo algo arduo pero que ha podido ser establecido por los análisis, principalmente, de equipos de arqueólogos que han podido establecer comparativas con los restos mejor conservados en provincias andaluzas.

La invasión musulmana de la Península, la formación en nuestros territorio de la Cora de Tudmir tras el reparto territorial establecido por los invasores con el conde visigodo Teodomiro, abriría una nueva época para el territorio. En siglos posteriores al VIII se van estableciendo nuevos núcleos de población, en el 825 queda fundada la ciudad de Murcia por Abd El Rahman III, a partir de entonces la Murcia islámica se convertiría en un centro urbano que en determinados momentos sería mencionado a la par que otras urbes islámicas como la de Granada o Córdoba.

Además de Murcia existirían otros ámbitos urbanos y probablemente zonas rurales, pero sin duda la urbe murciana tendría un desarrollo desde los siglos X y XIII que determinaría su importancia capitalina. Este desarrollo, en cuanto a técnicas arquitectónicas se refiere, ha sido dividido hasta el momento en dos etapas, la más antigua entre los siglos X y XI y una posterior, entre los siglos XII y XII. Estas épocas constructivas responden a distintos momentos históricos en los que quizá las necesidades en la construcción eran diferentes de sus precedentes.

Entre los siglos X y XI se establecen en las construcciones basamentos de mampostería y alzados de tapial y adobe, mientras que entre los siglos XI y XII los basamentos pasan a ser de tapial de argamasa, hormigones, alzados de tapial y un mayor uso del ladrillo; los basamentos no solían ser iniciados en zanja sino que partían del propio suelo que era, posteriormente, colmatado de tierra para cubrir el basamento. En las solanas de los edificios se habría una evolución: del mortero de cal al uso del ladrillo; muchas viviendas se organizaban en torno a un patio que, en ocasiones, llegaba a tener un ámbito ajardinado. La urbe de Murcia sería un laberinto bien definido de edificios particulares, zonas de trabajo y oficios, necrópolis, centros de culto y algunos palacetes destacables, todo ello rodeado de una muralla cuyo perímetro sería realzado y reforzado en siglos consecutivos hasta su desaparición en época moderna.

Entre las construcciones mas señaladas tendríamos algunos palacetes como los de la época de Ibn Mardanish, que gobierna entre el 1147 y el 1171, el palacete de Monteagudo, el situado en el actual monasterio de Santa Clara o Dâr as Sugrá, el desaparecido de Los Alcázares y los inacabados de El Portazgo. Sin duda los restos más llamativos, por poder ser visitados aunque no hayan sido recuperados en un plan de rehabilitación, son los del Castillejo de Monteagudo, restos de un palacete fortificado muy estudiado hasta en los detalles de la floresta que podrían haber contenido sus jardines. Del Castillejo llaman la atención, por su peculiaridad, las líneas fortificadas, con esquinas en ángulo entrante y las abundantes yeserías que lo habrían cubierto, en brocados de estilo almorávide, a pesar de que era el almohade el más pujante en esta segunda mitad del XII. Tapial de mortero de hormigón y bóvedas de ladrillo serían las técnicas más utilizadas en esta fortaleza islámica. A pesar del expolio sufrido en época almohade y el desinterés contemporáneo por su recuperación, el Castillejo de Monteagudo debe tener para Murcia un valor similar al de otros recintos palaciales de Al Andalus, como confirman sus restos decorativos y el estudio de su estructura.

El subsuelo del monasterio de Santa Clara aún conserva pavimentos del antiguo palacio mardanisí y restos de yeserías que fueron integradas en la rehabilitación del monasterio como ámbito museístico. Pero en este caso atendemos no sólo a los restos de un plació mardanisí sino también de la rehabilitación hecha sobre el mismo por la otra gran figura del poder islámico medieval en Murcia: la de Ibn Hud. Un complejo residencial con alberca central, hoy reconvertida, que habría dispuesto de jardines interiores, salones y habitaciones en torno a este patio central, tal y como indican los restos conservados. Probablemente, como en el caso de Monteagudo, tuvo cubiertas de alfarje de madera decoradas. El complejo de Santa Clara fue rehabilitado en siglos posteriores varias veces y mantiene incluso uno de los pocos restos de crucería gótica decorada que existen en la Región.

Existe otra arquitectura paralela a la de la urbe y la gran arquitectura de los complejos residenciales de las élites políticas, se trata de la arquitectura rural, tanto en alquerías como en hisn, que en ocasiones contaban con ámbitos fortificados. Mención aparte merecerían los mencionados recintos fortificados, ya fueran torres vigías, albaracas o hisn que en época islámica, la mayor parte en el siglo XII, proliferaron por el territorio, especialmente en puntos de frontera como las fortificaciones de la Sierra de Almenara. Deben recordarse los hisn de Siyasa, en Cieza, u otros en ámbitos de Yecla, Calasparra o Lorca, en las que se conservan restos islámicos rurales.