Los emplazamientos de producción de las pinturas rupestres variarían a lo largo de su cronología. El arte paleolítco, el más antiguo y que tiene alguna representación en Murcia, suele estar enclavado en cuevas profundas, oquedades muy oscuras y en ocasiones con elementos naturales aprovechables, desde el punto de vista técnico, como las estalactitas y las oquedades pulidas por la erosión de aguas subterráneas. Sin embargo, en la era postpaleolítica, desde el Mesolítico hasta la Edad de los Metales, los creadores de estas representaciones buscarían ámbitos algo más abiertos, abrigos y covachas que, desafortunadamente, han tenido que soportar la erosión progresiva y las inclemencias del tiempo.

La orografía de Murcia, que no abunda en cadenas montañosas altas, relieves o simas profundas, tiene sin embargo ámbitos orográficos donde son comunes los abrigos y pequeñas cuevas. La concentración de representaciones rupestres está precisamente en estas geografías, las pertenecientes a Moratalla, Yecla, Cieza, Jumilla o Calasparra, sin olvidar puntos de Mula, Cartagena y Lorca. Gracias a esta particularidad del relieve murciano se pueden contabilizar casi ciento cincuenta abrigos con pinturas rupestres en nuestro territorio.

La mayor parte de la pintura rupestre murciana se enmarca dentro de los estilos conocidos como naturalista-levantino y esquemático, cuya cronología se establece, aproximadamente, entre los años 8000 y 1000 antes de Cristo. Son pocas las pinturas anteriores, perteneciente al período paleolítico.

Técnicamente, y gracias a los análisis que hoy día pueden establecer el contenido de los medios pictóricos, su naturaleza  y cronología, sabemos que todas las pinturas rupestres responden a pigmentos de tierras, impresos en los soportes pétreos bien a través de los dedos o con útiles similares a pinceles, quizá cañitas o palitos con sus puntas raspadas.

Uno de los detalles que suele llamar la atención en las pictografías rupestres es que la mayoría de representaciones son animales. La figura humana tarda siglos en aparecer, normalmente en las épocas postpaleolíticas, y cuando lo hace no existe individualización de ningún tipo, más allá, claro, de las diferencias entre sexos. Queda abierta una de las preguntas sobre el arte rupestre ¿por qué las representaciones humanas, cuando aparecen, no son tratadas con la misma meticulosidad que las animales? Para el artista rupestre hay una jerarquía en lo representado y el mundo animal está siempre en lo alto de esa jerarquía.

A la hora de llevar a cabo el análisis interpretativo juega un papel importante el método comparativo, el estudio de obras rupestres en otros puntos geográficos y el análisis antropológico de las obras rupestres de tribus y sociedades primitivas que aún pueden ser estudiadas por la antropología y que, en algunos casos, han conservado su arte rupestre en fechas no tan lejanas como las prehistóricas. De aquí que en ocasiones, más allá de una interpretación costumbrista de las escenas, se ahonde en los sentidos más trascendentales. Recordamos a este respecto que ya investigadores reconocidos como Henri Breuil y André Leroi-Gourhan, ofrecieron distintas perspectivas en cuanto a la interpretación de las pinturas y desde estos primeros analistas de la pintura rupestre se siguen aportando distintas teorías y planteamientos.

Sacra Cantero Mancebo