Vuelve el Paraíso
Vuelve el Paraíso

Vuelve el Paraíso (Boda de Francisco con Dama Pobreza)

Pirograbado coloreado (190 x 245 cm.). Año 1978.

Un eje ideal, que baja desde un girasol peraltado hasta la base del panel, divide el espacio de derecha a izquierda en dos grupos compositivos. Los colores están referidos a elementos vegetales lumínicos y amarrilleantes, con referencias de fondo del texto poemático del Génesis. A la derecha del pirograbado dos rostros, el de Adán y el de Eva, a los que el miedo oculta entre enconadas formas verdeantes,(“Tuve miedo...y me escondí” - Gn 3,10), contemplan, admiración y pasmo, a otros dos rostros que pueden ser la devolución del espejo, de Francisco y Dama Pobreza en la evidencia sin miedos de sus torsos desnudos (“estaban desnudos y no se avergonzaban”- Gn 2, 25), que van a entrar a ocupar el paraíso del miedo y el sentimiento de culpa en los primeros padres, succionan la escena de la utopía bíblica, arrastrándolos a la sombra; solamente quedarán, de toda la realidad antropológica de esos primeros vivientes los rostros reducidos por la vergüenza entre una arrogancia vegetal que los liquida. La victoria de la nueva pareja, Francisco y la Pobreza, significada por el coronamiento de los laureles que nimban sus cabezas, abre a la esperanza de una reconquista de la creación (“que sufre dolores de parto hasta que aparezcan los hijos de Dios”- Rm 8, 22) que se manifiesta en la luminosidad metálica de esas palomas que se dirigen en un impulso diagonal que transververa el panel, de izquierda a derecha, como una saeta de oro en busca de la diana de una nueva realidad en el hombre. A las platas de talco laminar de los volátiles se unen los soles-girasoles, claveteados por tres en la alegría de la recuperación. La baraja cromática distribuida en el conjunto, va de los verdes a los amarillos, pasando por la limonita de los girasoles y los ocres terracota, de “térra”, que quiere traer a un primer plano una bendición sobre el humus original. A la ñora de esmeraldas y arenas pálidas, se une en la base de la parte izquierda, la cabeza fosca de un hermano lobo, que ríe adornado de la golilla-carlanca en unas airosas formas otoñales. Se dan unas subliminales formas arquitectónicas en la parte central derecha, con unos trazados horizontales y verticales; surge la añadidura de un arbotante que sostiene al estilizado muro descendiendo de arriba abajo desde la primera forma vegetal de la derecha del panel. Estas estructuras geométricas aluden a la nueva construcción-reconstrucción de lo creado, que anuncia desde la izquierda la pareja de un hombre nuevo y una mujer nueva. Aparece, por fin, en la parte izquierda del panel, un hueco redondeado, sugiriendo la forma esférica cerámica que, inequívocamente, queda referida a la nueva tierra trasfigurada.