Pedro Orrente Jumilla (1580-1645)

Uno de los nombres más populares de la pintura barroca española es el de Pedro Orrente. Sin embargo, son pocos los que asociarían sus conocidas obras a Murcia, y es que este pintor fue murciano, si bien en su formación tuvieron una influencia determinante sus viajes y estancias en Italia.

Importantes pinacotecas

Son varias las obras de Orrente expuestas en distintos puntos de la Península, tanto en Murcia como en Valencia, Sevilla o Toledo, ciudad esta última en la que residió y trabajó durante buena parte de su vida. Pero sus cuadros quedan también en lugares tan importantes para el arte como el museo del Hermitage de Moscú y las ciudades de Budapest o Ferrara.

Heredero de Bassano

La importancia de la obra de Orrente reside, sobre todo, en la introducción de ciertos elementos propios de la pintura italiana y, particularmente, a la herencia del detallismo y costumbrismo de las obras de Jacopo Bassano, no en vano Orrente sería conocido como el Bassano español, como prueba de la buena estima artística que le tenían sus contemporáneos están los numerosos encargos que realizó en ciudades como Toledo, Cuenca o Valencia.

Especialmente fructífera sería su estancia en la corte madrileña, donde trabaría relación con personajes tan influyentes como el mismísimo Conde-Duque de Olivares, Privado de Felipe IV (especie de Primer Ministro no institucionalizado).

Pedro Orrente Jumilla nació en Murcia en 1580, un 18 de abril, si bien el diccionario de Profesores de Bellas Artes de Baquero Almansa situaba en la ciudad de Montealegre su nacimiento, ciudad que hoy día pertenece a Albacete y en la que descendientes del artista habrían vivido, hoy sabemos que fue bautizado en la Iglesia de Santa Catalina de Murcia, gracias al hallazgo de su partida de bautismo.

Pedro Orrente, hijo de Jaime de Horrente, mercader de origen marsellés establecido en Murcia, donde se casó con Isabel de Jumilla. La amistad que mantenía el pintor Juan de Arizmendi con su padre pudo ser la base de su formación inicial.

Se sitúan en Murcia sus primeros años de formación, encontrándose ya en 1600 en la ciudad de Toledo. Por esta época debió viajar a Italia, donde trabajaría en el taller de Leandro Bassano en Venecia, entre 1604 y 1612. Después de este viaje sus estancias se distribuirían entre las ciudades de Murcia, Sevilla, Valencia y Toledo.

Entre 1626 y 1631 su actividad en Toledo sería la más importante, destacando la amistad trabada con el hijo de El Greco, Jorge Manuel Theotokópoulos (fue padrino de bautismo de dos de sus hijos).

Primeros encargos

Los numerosos encargos que el pintor recibía fueron seguramente la primera razón para sus continuos traslados. En Toledo comienza en 1611 con un encargo que Bautista Maino no llegó a realizar, San Ildefonso dándole el velo a Santa Leocadia, encargado por el cabildo y que constituiría su primer gran triunfo pictórico.

En Murcia hasta Polo de Medina en sus Academias alabó el arte del pintor, fue nombrado familiar del Santo Oficio y compuso numerosas obras como un Buen Pastor para el convento de San Francisco y una Virgen con el niño, ubicado primero en la capilla del Corpus Christi de la catedral y después en la de San Fernando.

En Valencia en 1616 pintó su famoso San Sebastián, para la iglesia catedral y entabló relación y aprendizaje con Pablo Pontons y Esteban March. Una Anunciación, una Visitación, una Huida a Egipto... Sus obras para la ciudad levantina fueron muy numerosas.

Olivares

En Cuenca fue el maestro de García Salmerón y en el hospital de Santiago de la ciudad dejó un Nacimiento. En Córdoba pintó un Santo Tomás incrédulo para su catedral y en Sevilla trató con el conocido pintor y tratadista Pacheco. En Madrid podría haber entablado amistad con el Conde Duque de Olivares, Valido de Felipe IV y el hombre más poderoso de España en esos momentos. De vuelta a Toledo, volvió a pintar numerosas obras como la Adoración de los pastores o un San Juan Bautista, además de su único autorretrato.

Residiría más tarde en Valencia hasta el momento de su muerte el 19 de enero de 1645, siendo enterrado en la iglesia de San Martín.

Sin duda la obra de Orrente se encuadra dentro del ámbito estilístico del barroco más puro. Se ha hablado mucho de la influencia en su obra de las formas y detalles de los Bassano, de Leandro, a quien conoció pero particularmente de las obras de Jacopo.

Sin embargo, esta influencia, que lo llegaría a definir como el Bassano español, no es compartida por muchos que llegaron a considerarlo un mero copista.

Opiniones de sus coetáneos

Maino, tras su estreno en la catedral de Toledo con San Ildefonso dándole el Velo a Santa Leocadia, llegó a decir de él "Muestra este cuadro tal franqueza en las tintas, energía en las actitudes, y manejo del pincel, que me parece un trabajo incomparable".

Pacheco, por su parte, se limitó a definir su estilo como "una manera propia y peculiar suya, formada por el natural". Jusepe Martínez decía de él "fue hombre de mucha estimación, que se trató con mucha grandeza y ganó muchos ducados", comentario que podría explicar la extraordinaria movilidad del pintor así como su gran producción.

Valoración artística

Como podemos apreciar los juicios artísticos sobre su figura eran bastante encontrados ya en su época. A pesar de que resulta innegable la inspiración que le brindaron otros autores en temas y composiciones, en cuadros como El sacrificio de Isaac o El Martirio de Santiago el Menor ofrece muestras de la madurez de un arte propio, incapaz, eso sí, de sustraerse al ethos último de la pintura barroca.

De manera que estamos si no ante una figura enteramente original si al menos ante un excelente pintor que representa en sus pinturas de manera magistral los temas y preocupaciones que envuelven a la cultura de su época, manifestadas en composiciones desgarradas, tinturas oscuras y temas alejados de la armonía renacentista.


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